San Rafael, Mendoza miércoles 12 de marzo de 2025

LA GRAN TRAMPA ARGENTINA: Por Mariano Gimenez

vacas-flacas“Hay países que son ricos, y países que son pobres. Y hay países que se están haciendo ricos. Y luego está la Argentina”

Mario Vargas Llosa

Un buen día el Faraón tuvo un sueño un poco misterioso. De pronto del Nilo subieron siete vacas hermosas y robustas que se pusieron a pastar entre los juncos. Detrás de ellas subieron siete vacas feas y escuálidas… Y las vacas feas y escuálidas se comieron a las siete vacas hermosas y robustas. El Faraón despertó sobresaltado y devanándose los sesos intentó sin éxito encontrar un significado a su sueño. Mandó a llamar a todos sus sabios  y a todos los adivinos de Egipto, ninguno pudo darle una respuesta. Entonces el jefe de los coperos habló al Faraón y sugirió llamar a un joven hebreo que una vez acertadamente le había interpretado un sueño. El Faraón entonces mandó a buscar a José, el intérprete, quien después de escucharlo, le dijo: “Dios ha mostrado al Faraón lo que va a hacer. He aquí, vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto;  y después de ellos vendrán siete años de hambre, y será olvidada toda la abundancia en la tierra de Egipto; y el hambre asolará la Tierra. Y no se conocerá la abundancia a causa del hambre que vendrá, que será muy severo”.

El sabio luego le propuso al Faraón que, teniendo en cuenta el porvenir, nombrara intendentes sobre todo el país, y exigiera de ellos un quinto de la producción venidera de la tierra de Egipto, que almacenara tal sobrante y protegiera. Al Faraón le sentó bien la idea, y así se hizo. Nombró a José regente del reino, dándole autoridad sobre la tarea, y tal como se había predicho hubo siete años de abundancia en Egipto, pero luego les siguieron siete de tremenda escases, y entonces el pueblo se agolpó ante el Faraón quien los redirigió hacia José. El sabio había pasado los siete años de abundancia recogiendo, almacenando y protegiendo la producción excedente, rodeado por el pueblo hambriento, abrió las puertas de los almacenes y vendió al pueblo el pan. Y entonces de todos los países, también vinieron a Egipto para comprar granos a José, porque el hambre era severa en toda la Tierra.

La anécdota anterior no es nada teológico, sino simplemente un paralelismo desde de una útil metáfora del libro del Génesis, pero que ayuda a ilustrar la simpleza escondida tras la aparentemente complicada situación que atraviesa nuestra dolida Argentina.

Existe una especie de trampa, un pantano en el que chapotea exhausta la economía argentina, sin poder salir. Un rio caudaloso que nadie puede atravesar, aunque es intentado una y otra vez, sin éxito. Una trampa que ha sembrado presidentes derribados por doquier, que ha condenado a la historia a varios infames períodos. Se llama irresponsabilidad.

Tal como en el sueño del Faraón, las vacas flacas argentinas se comen a las gordas cada cierto tiempo, después de mucho esfuerzo, estas últimas engordan… y son nuevamente comidas por las flacas.  Y así, cíclicamente, se pasa de la prosperidad absoluta a la pobreza brutal.

La trampa es, según creo, más o menos así. El caldo político y social es agitado, demagógicamente, falsas promesas de abundancia se reparten irresponsablemente, el demagogo es electo y pasa a cumplir sus promesas, que sabe, son impagablemente dañinas. El gasto público (nada de inversión) aumenta exponencialmente. Para equilibrar la balanza, se elevan los impuestos, regulaciones, se cierra la economía (blindándola ante la competencia, que la haría competitiva, fuerte). La producción de bienes y servicios se resiente, la reinversión en tecnologías que mejorarían el producto, y el emprendimiento, quedan suspendidos,  la oferta de productos baja. El nuevo dinero en manos del político recientemente asumido es gastado a mansalva sin ninguna responsabilidad, haciéndolo muy popular, la reelección es asegurada. La demanda de productos sube, porque hay mucho dinero, o mejor dicho papelitos, siendo gastados, pero la cantidad de bienes es menor que antes, las billeteras engordan, pero los productos se acaban y son caros, no se puede comer billetes.

Se desencadena la inflación. Al político irresponsable le surgen más y más compromisos impagables, y el dinero de los impuestos se termina, pero ya sabe, va a corromper al Banco Central y va a imprimir el dinero que le falta, sube aún más el gasto y el estrangulamiento a los sectores productivos, qué fácil, piensa. Es más querido que el Papa. Pero la inflación está llegando al 35%, y los productos no aumentan al ritmo del papel moneda. La gente se empieza a enojar un poco, los papelitos son muchos, pero los bienes no tantos, no hay problema, los bienes faltantes se importan, total se pueden pagar con los dólares de las materias primas, lo único que se exporta, el campo siempre puede ser explotado, granos por televisores. La inflación sube y no gusta. Alcanza a ganar la reelección, lo odian, pero lo quieren un poquitito más. Los exportadores se cansan, tienen pérdidas, y ya que no se exportan tantos granos, no se puede importar tantos de los productos faltantes. El gasto sube un poco más, la emisión también, y la inflación mucho más. Se empieza a caer la mentira. Se gasta un 40% más que los ingresos, ¿cuánto puede durar?, la deuda sube, no alcanza igual, los intereses también suben como la espuma, la diferencia entre oferta y demanda es abismal.

Llega la crisis, el líder tambalea, la economía se cae a pedazos, el televisor ya está viejo y la comida carísima. Se llega a las elecciones o no se llega, si se llega, el líder zafa, sino se cae. Llega el sucesor  y, o estalla una bomba atómica de dólares, o los alienígenas deciden intervenir y salvar al país, o el ajuste. No hay opción, la última, ajustar, el nuevo líder es odiado totalmente, nada contra la corriente, trata de hacer lo correcto, pero es doloroso y no gusta, hay que pagar las cuentas del festival de gastos del antecesor. En el país nadie quiere fabricar nada, la economía lucha por dos años extenuantes, respira levemente, la luz al final del túnel al fin, pero el político ha tenido que hacer lo correcto, o sea, nadie lo quiere. Nostalgia por los buenos tiempos del despilfarro. Llegan las elecciones, el caldo político y social es agitado, demagógicamente, falsas promesas de abundancia se reparten irresponsablemente, el demagogo es electo. Así, por 90 años.

Podemos sacar de lo anterior, como reflexión; no se puede gastar más de lo que se ingresa. Si se agrede a quien suple la oferta de productos, los bienes bajan, si al mismo tiempo se incentiva la demanda por esos bienes con más dinero en circulación, éstos últimos equilibran la balanza y suben de precio, inflación, con la cual es imposible avanzar  porque es como correr por un campo minado, se puede ir unos metros hasta terminar mutilado, es un yunque atado al tobillo del país que requiere más ajuste, ineludiblemente. No se puede ahorcar al campo para importar la oferta que ya fue extinta de tanta agresión dentro del país. No se puede aplaudir y votar al político irresponsable y populista.

Las súper-explotadas políticas económicas Keynesianas, en Argentina ya no sirven, nos hacen pobres. Keynes estaba en lo cierto; tu ingreso es mi gasto, y mi ingreso es tu gasto, pero siempre que la cantidad de dinero en circulación sea la misma que el valor de los productos en circulación. Si hay más dinero que bienes, los bienes valen más, por lógica no por especulación, los diamantes valen mucho porque hay muy pocos, si hubiera millones de diamantes, los compraríamos por 50 centavos. Si hay exceso de oferta, como había cuando se desencadenó la crisis de 1929 en Estados Unidos, sí, lo que falta es un gobierno que provea papelitos a la economía, y es lo que hizo Franklin D. Roosevelt cuando llegó a la presidencia en 1933 e implantó su New Deal, en base a las por entonces revolucionarias ideas de Keynes. Y la prosperidad floreció. Pero nuestra trampa es el ahogamiento de la oferta y la agitación de la demanda, eso es generado por líderes kamikazes e irresponsables,  lo que paradójicamente  los hace más populares y hace inevitable el ajuste a largo plazo y un nuevo kamikaze irresponsable como antítesis al ajustador (siempre el malo de la película), un circulo vicioso absoluto.

El río caudaloso no puede ser atravesado, para seguir camino finalmente, sin el decidido sacrificio de políticos, sindicalistas y ciudadanos en general. Hay que gastar responsablemente, e invertir todo el resto, para poder gastar más después, sino estamos condenados a sufrir, y llegar finalmente empujados por el hambre a la mitad del rio, quedar de nuevo en manos de un populista que vio y cazó un pececito entre el agua turbulenta y nos obligó a volver a la orilla equivocada a comerlo haciéndonos creer que es abundancia. Del otro lado del río, mientras tanto, florece un mundo nuevo, y próspero.

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