El periodista, autor del libro «Somos derechos y humanos», visitó los estudios de InfobaeTV. Explicó el rol de James Carter y Patricia Derian, y la dura presión ejercida sobre la dictadura
— Somos derechos y humanos habla de la relación de los Estados Unidos con la dictadura, y revelás algunos episodios que están un poco olvidados por la opinión pública. ¿Cuál fue el rol del gobierno de los Estados Unidos antes, durante y después del golpe?
— Te diría que tuvo varias etapas. Cuando se produce el golpe había un gobierno republicano en Estados Unidos, el presidente era Gerald Ford, que había sucedido a Nixon, y quien manejaba las relaciones exteriores era Henry Kissinger, que era un aliado de la dictadura, y un tipo que estaba filosóficamente convencido de que los gobiernos militares eran la mejor barrera que podía haber en América Latina contra el comunismo. A pesar de esto, yo diría que Estados Unidos en los meses finales de 1975, y principios de 1976, cuando todo el mundo hablaba del golpe en la Argentina, veía con mucha preocupación que los militares tomaran el poder, porque ya había una violación a los derechos humanos importante durante el gobierno de Isabel Perón y tenían miedo de que un aumento en la represión, seguido por un ajuste económico como el que se venía, pudiera crear las condiciones para una guerra civil en la Argentina, y que eso terminara con una revolución a la cubana. Parece increíble, pero tenían miedo de que la popularidad de los grupos guerrilleros creciera y la Argentina terminara con una revolución marxista. Por eso se tranquilizan mucho con los primeros pasos de Videla, dicen que Videla es distinto a Pinochet, porque no hay ejecuciones sumarias ni presos encerrados en el Estadio Nacional, como en Chile. Ellos le dan un apoyo a Videla, pero la opinión pública norteamericana se empieza a enterar rápidamente lo que pasa en la Argentina.
— Vos aquí contás que un periodista del New York Times va contando todo lo que pasa en la Argentina, ¿recordás el nombre?
— Sí, Juan de Onis, el corresponsal del New York Times en la Argentina, cuenta a tres meses del golpe toda la mecánica de las desapariciones, que policías vestidos de civil van a las viviendas durante la madrugada, se llevan gente secuestrada, familiares que peregrinan por los distintos lugares sin que se les dé información. Esto provoca una presión muy fuerte de distintos sectores de la sociedad norteamericana, de legisladores demócratas, de universidades, de sectores de la sociedad civil, para que el gobierno republicano no siga respaldando a Videla. Por eso el mensaje de Kissinger, que dos veces se encontró con el canciller de la dictadura, un hombre de Massera, de apellido Guzzetti, le dice «ustedes hagan lo que tengan que hacer, pero háganlo rápido, porque no los podemos sostener más».
— Impactante.
— Y esto cambia en enero de 1977 cuando asume un gobierno demócrata con Jimmy Carter en medio de cuestionamientos muy fuertes en los Estados Unidos por su política exterior. Se había hecho pública la participación de la inteligencia de la CIA en el golpe militar en Chile, entonces Carter hace una autocrítica muy fuerte en su discurso de apertura de gobierno, diciendo «porque nosotros somos libres no podemos ser indiferentes al destino de la libertad en otras partes». Fue el 20 de enero de 1977. Y dice que no va a sostener a cualquier dictador en el mundo por el solo hecho de que sea anticomunista, nosotros ahora vamos a valorar los derechos humanos, y elige el caso argentino como caso testigo, sobre todo a partir de Patricia Derian, su secretaria de derechos humanos, que se va a convertir en una enemiga feroz del gobierno argentino. Sin duda, los Estados Unidos fue el país que, por lejos, más hizo para frenar la masacre en la Argentina.
— Claro, vos decís que desde la asunción de Jimmy Carter, los Estados Unidos respaldan incluso el trabajo de los organismos de derechos humanos independientemente de la ciudadanía de las víctimas. Francia se involucra cuando se secuestran franceses, Suecia se involucra cuando se secuestran suecos, pero los Estados Unidos se involucra por el valor intrínseco de los derechos humanos.
— Absolutamente. Dos meses después de la asunción de Carter, en marzo de 1977, viene Patricia Derian a la Argentina y pide una reunión con la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, donde estaban los pioneros del movimiento, Emilio Fermín Mignone y Alfredo Bravo, entre ellos. Y cuando vuelve Derian a los Estados Unidos cuenta en el Congreso que en la Argentina, con la excusa del combate al comunismo, se está desarrollando una matanza y que las víctimas de la represión no son solamente personas vinculadas a la lucha armada, sino que cualquiera que sea vagamente de izquierda puede ser víctima de la represión. Por eso el gobierno de Carter inicia una fuerte campaña de presión que tiene sanciones económicas y bloqueos de importaciones que despiertan mucha irritación en muchísimos empresarios norteamericanos que se enojan con Carter porque no los deja hacer negocios con la Argentina. Ningún otro país hizo algo así. Suecia se involucró cuando desapareció Dagmar Hagelin, Francia cuando desaparecieron las monjas francesas, y cuando vino el rey Juan Carlos le pidió por los desaparecidos españoles, pero no por los derechos humanos en general.
— La tapa de tu libro es una foto de una reunión que se hizo en Washington entre Carter y Jorge Rafael Videla. Contanos de qué se trató esa reunión.
— Fue la única vez que se vieron las caras. Videla viaja a Washington con casi todos los presidentes latinoamericanos, invitados por la Casa Blanca para la firma del Tratado del Canal de Panamá entre Carter y Torrijos. Carter le da una entrevista privada en el Salón Oval a Videla y le plantea dos cosas. Primero, el plan nuclear de la Argentina, que preocupaba mucho en los Estados Unidos, e inmediatamente después pasa al tema de los derechos humanos. Estamos en septiembre de 1977. Carter le pregunta cuándo van a dar la lista de desaparecidos, cuándo van a poner los detenidos a disposición de la Justicia y cuándo van a invitar a la CIDH. Videla le responde diciéndole que la guerra antisubversiva está por terminar, y que en la Argentina vamos a tener una Navidad mucho más feliz. Esto entusiasma mucho a Carter, que ve posible presentar un logro propio en la materia ante la comunidad internacional, haber frenado las violaciones a los derechos humanos en la Argentina. Pensaba que en la Navidad del 77 se iba a dar a conocer la lista de los desaparecidos e iban a terminar las desapariciones.
— Ese es el momento en que se distiende el vínculo, y las empresas norteamericanas creen que van a tener el respaldo del Departamento de Estado para comerciar libremente con la Argentina, pero esto finalmente no sucede.
— No sucede porque en diciembre del 77, en lugar de una Navidad más feliz como había prometido Videla a Carter, se produce la desaparición de las Madres de Plaza de Mayo, encabezada por Azucena Villaflor, y de las monjas francesas. Este es un salto cualitativo en la represión, porque no solo desaparecían los guerrilleros, no solo desaparecía la gente de izquierda, sino las personas que se dedicaban a reclamar por los desaparecidos. Cuando el gobierno de los Estados Unidos, en marzo del 78, se entera por fuentes muy buenas de que las Madres y las monjas francesas fueron asesinadas, ahí decide nuevamente interrumpir este período de distensión que se había iniciado en septiembre y Carter manda otro funcionario a la Argentina antes del Mundial del 78, y le exige que acepte la visita de la CIDH, un verdadero hito. A partir de ahí terminaron prácticamente las desapariciones, se cerraron la enorme mayoría de los campos de concentración y tortura en la Argentina, para poder mostrar un país presentable a la CIDH. Es un mérito ciento por ciento de Jimmy Carter.
— También contás momentos de respaldo específico del gobierno demócrata a los organismos.
— Cuando en el año 78 viaja un grupo de Madres de Plaza de Mayo a los Estados Unidos a entrevistarse con legisladores y funcionarios a contar lo que estaba pasando en la Argentina, cuando están por regresar, plantean que era un peligro enorme para ellas volver al país. Lo que hace Patricia Derian es mandarlas a buscar con un auto de la embajada de los Estados Unidos al aeropuerto de Ezeiza.
— Hubo un compromiso personal de Derian y político y de valores de Carter.
— Sí, que después en el último año lamentablemente se termina torciendo, con la Revolución Sandinista en Nicaragua y la Revolución Islámica en Irán, que hace que los sectores de derecha avancen en la opinión pública, ganando mucho espacio. La realidad es que Carter en su último año y medio de gobierno afloja la presión sobre la Argentina, y todavía Videla se va a vengar de él cuando el presidente de los Estados Unidos le pide que se sume a un bloqueo comercial contra la Unión Soviética por la invasión a Afganistán. Videla le contesta que no.
— ¿Dirías que Barack Obama trae un legado a la Argentina como presidente demócrata que es?
— Sí, porque Carter fue un gran amigo de la Argentina, hizo muchísimo, hizo más que cualquier gobierno de otro país en esa época. Todos los gobiernos sabían lo que estaba pasando en la Argentina, y el que más hizo fue el gobierno de Carter. Esto cambia cuando llega Reagan que fue un aliado de la dictadura en la Casa Blanca.
— En tu libro hay una gran cantidad de documentación inédita o poco conocida, creo que es el gran aporte de tu libro.
— La fuente principal son los cables desclasificados que hicieron públicos entre la embajada en la Argentina y el Departamento de Estado. Son un volumen impresionante. Cuando los vi por primera vez me sorprendieron muchísimo porque tienen una dimensión humana muy grande, más allá del lenguaje diplomático. Te muestran la sorpresa a veces de los diplomáticos frente a lo que estaba pasando en la Argentina. Me sorprendió la información minuto a minuto que tenía el Departamento de Estado a través de la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires sobre lo que pasaba en la Argentina. Cada desaparición era reportada allá, por eso tenían un panorama que parecía un ejercicio de periodismo.
— Casi como un diario. Lo que no se contaba en los diarios argentinos…
— Lo que no se contaba en los diarios lo contaban los cables de la embajada de los Estados Unidos con una precisión notable. Tal vez el gobierno norteamericano pudo hacer más, pero durante el período de Carter, Estados Unidos fue el país que más hizo por ayudar a las víctimas de la represión en la Argentina.
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