San Rafael, Mendoza jueves 25 de abril de 2024

Ni carne, ni leche, ni huevos… yo quiero ser vegano

VeganoEvitar el sufrimiento de los animales, reducir la contaminación y preservar el medio ambiente o el deseo de mejorar la salud son algunas de las razones que se hallan en la base del estilo de vida vegano. La expresión -vegano- nacía en Inglaterra en 1944 derivada del término vegetariano, de la mano de Donald Watson. Con la intención de diferenciarse de aquellas personas que se denominaban vegetarianas e incluían productos lácteos, huevos e incluso pescado en su alimentación, llevaban pieles o acudían a eventos con animales como protagonistas sin ser menos vegetarianos, Watson acuñó el concepto y creó la primera asociación vegana del mundo.

Desde entonces se conocen como veganos a aquellos que tienen una dieta ‘100% verde’ y que excluyen de su menú los animales -aves, mamíferos o peces- y cualquier producto derivado como la leche, los huevos o la miel. Sin embargo, su realidad va más allá de la elección de tomar unos alimentos u otros. Se trata de una forma de vida en la que también se eliminan artículos como las pieles, la lana, la seda, los productos de limpieza y cosméticos elaborados con sustancias de procedencia animal o testados sobre los mismos.»Un vegano es una persona que ha introducido unos valores éticos en su vida y que tiene que realizar una serie de cambios, entre ellos la dieta, para estar en consonancia con esos principios morales», afirma David Román, presidente de la Unión Vegetariana Internacional.

Primeros pasos David Román dejó de comer carne y pescado hace 25 años y durante los siete primeros mantuvo una dieta ovolactovegetariana. En su mente siempre pesaba el sacrificio de animales inocentes pero su postura se centraba principalmente en cuestiones de salud, pensando que ésta mejoraría con este tipo de menú. Fue entonces cuando estableció contacto con el veganismo, que aunque en un comienzo le pareció imposible de alcanzar, poco después vio que no era mucho más difícil que el reto que supuso en su día excluir la carne de su dieta. «El hecho de conocer esta corriente me hizo reafirmarme en mis creencias porque estamos procurando bienestar para los animales y para el planeta», afirma.

David interiorizó los principios del veganismo y desterró los lácteos y los huevos de su alimentación porque lo consideraba «la única forma de vida éticamente coherente» y, además, si pretendía defender los intereses de los animales «era necesario evitar su explotación bajo cualquier forma». En la actualidad, Román acumula 18 años bajo la filosofía de vida vegana y afirma «sentirse mejor, gozar de mayor salud y energía». Como Román, una parte de las personas que dan el salto al veganismo lo hacen desde una dieta vegetariana. Es el caso de Maribel González, vegetariana desde hace 11 años y que adopta por temporadas la dieta sin huevos ni lácteos. «Comencé en un viaje a la India. Un día fui al mercado y vi como tenían los pollos y las terneras llenos de moscas y decidí que por higiene y salud no iba a comer carne mientras estuviera allí», cuenta. Recuerda que «sorprendentemente me empecé a encontrar mucho mejor. No sólo físicamente, sino también emocional y mentalmente». Tres años después abandonaba por voluntad propia y de forma definitiva la carne y el pescado. «Además se despertó dentro de mí un cariño profundo hacia los animales y sentía que no tenía necesidad de alimentarme de ellos. Mi cuerpo no los necesitaba», dice.

ÁNGEL BECERRIL
Superando obstáculos. La fuerza de voluntad y unas creencias arraigadas son las mayores fortalezas de los veganos. Romper con numerosos hábitos de una dieta convencional, enfrentarse a la resistencia social ante este tipo de dieta y la falta de alternativas hace unos diez años eran las principales dificultades que encontraban en su día a día. En la actualidad el universo vegano ha experimentado una revolución en cuanto a establecimientos regidos bajo esta filosofía. La Guía Vegetariana censaba en 2014 un total de 690 restaurantes. Una expansión que se ha trasladado a tiendas de comida, supermercados, negocios de ropa y zapatos, pastelerías, heladerías, comercios de cosmética y artículos de limpieza, artesanía… Frytz, dueño de Planeta Vegano, cuenta que «hace una década en España no era fácil hallar un sitio para comer fuera de casa». En pro de erradicar la explotación animal y ante la falta de opciones abrió este supermercado en Madrid: «Aquí el cliente tiene la confianza de encontrar lo que busca sin necesidad de leer la etiqueta».

En Supersano, un establecimiento ecológico situado en Alicante con numerosas tiendas distribuidas por diferentes puntos de la geografía española (Madrid, Murcia, Zaragoza, Valencia, Albacete, etc. ), «toda la cosmética que se vende es ‘cruelty free’. Para nosotros es muy importante porque además de no estar testada sobre animales no contiene ninguna sustancia que proceda de los mismos», comenta Verónica Femenía, experta vegana vinculada al supermercado y ‘blogger’ enamorada de la cocina vegetariana estricta. «Comprometido con la alimentación, la salud, el bienestar y el medio ambiente», Supersano promueve a través de su página web la ‘vida super sana’ sugiriendo recetas veganas y aclarando dudas sobre cosméticos y artículos de higiene que no dañan la naturaleza.

Por su parte, Raquel Passola, dueña de Amapola Vegan Shop, una tienda de moda situada en Barcelona y que emplea materiales sintéticos de calidad para sustituir a los de procedencia animal, expresa que «en mi proceso hacia el veganismo observé la gran dificultad de querer vestir sin piel».La apertura de Tres Semillas, una pastelería en pleno centro de Alicante, tuvo un arranque similar. «Quise acercarle un poco a la gente este mundo y eliminar los prejuicios contra este modo de vida. Entonces di con el concepto de pastelería vegana», comenta Ramiro Sánchez, fundador de este lugar junto a su esposa Belinda Gálvez.

El auge de este movimiento ha poblado Madrid y Barcelona de estos establecimientos, donde se aglutinan buena parte y con excelente tirón. En otras ciudades como Alicante, San Sebastián o Málaga también se empieza a notar el aumento. Pero, ¿qué hay de la salud?Ya sea desde una alimentación vegetariana o desde una dieta omnívora, la clave para que la evolución al veganismo sea adecuada y no se incurra en una deficiencia de vitaminas y nutrientes necesarios para el organismo está en la planificación correcta de los grupos de alimentos a ingerir. Para ello la dieta debe estar compuesta por legumbres, fruta y cereales o por productos fermentados como el miso o el tamari. Se completa con verdura y grasas beneficiosas (aceite y frutos secos), que aportan el resto de nutrientes y la energía.

El peligro para la salud vendría por la falta de una alimentación proporcionada que sustituya de forma eficaz las proteínas y el hierro que proceden de la ingesta de carnes y pescado principalmente.La posición de la Asociación Americana de Dietética es clara. En 2009 expresaba que «las dietas vegetarianas y veganas bien diseñadas son saludables, nutricionalmente adecuadas, y pueden ser beneficiosas para la salud en la prevención y en el tratamiento de ciertas enfermedades». De este modo podrían ser aptas para todas las etapas de la vida, incluido el embarazo, la lactancia, la infancia, la niñez y la adolescencia, así como para los atletas, según la academia estadounidense, criterio al que se unen el Consejo Australiano de Investigación en Salud y Medicina y la Asociación de Dietistas de Canadá.

También en 2009, la investigación de Craig J. Winston, profesor de Nutrición en la Andrews University en Estados Unidos, indicaba que las dietas veganas bien planeadas tienden a ser más ricas en fibra dietética, magnesio, ácido fólico (vitamina B9), vitamina C, vitamina E, hierro y fitoquímicos, y más bajas en calorías, grasa saturada, colesterol, ácidos grasos omega 3 de cadena larga, vitamina D, calcio, zinc y vitamina B12. Puntos de vista que entran en confrontación con la percepción de numerosos especialistas (médicos y nutricionistas) que ven la dieta Mediterránea, catalogada por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, como la más equilibrada y sana. La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), por medio de la doctora Julia Álvarez, coordinadora del área de Nutrición, opina a este respecto que «es importante recordar que bajo una imagen de bondad para la salud y la vida se constituyen como dietas en las que falta equilibrio porque no pueden dar cobertura a algunos nutrientes» y que «es difícil alcanzar en general las ingestas necesarias de proteínas, calcio, vitamina B12 y hierro».

En este sentido recuerda que puede darse «anemia crónica carencial por déficit de hierro y vitamina B12», que «se deben vigilar los niveles de vitamina A y betacarotenos por el riesgo de una ingesta excesiva vehiculizada por la toma exclusiva de vegetales» y que «en el caso de los ovolactovegetarianos podrían aparecer niveles altos de calcio».A su vez reconoce que gracias a estas dietas se reducen algunos problemas de salud. «Diversos estudios epidemiológicos han evidenciado que la población que sigue una dieta vegetariana o semivegetariana presenta una menor incidencia de enfermedad cardiovascular, diabetes mellitus tipo 2, o algunos tipos de cáncer como el de colon». Pero «se estima que no es un solo factor sino varios de los componentes de la dieta vegetariana, que también forman parte de la alimentación omnívora equilibrada, los responsables de los beneficios de la alimentación en la prevención de enfermedades metabólicas, cardiovasculares y cáncer», asevera.De una manera u otra, la gran mayoría de los veganos y vegetarianos consultados por ZEN afirman encontrarse mejor y con más energía, además de presentar en la práctica unos resultados en sus analíticas casi perfectos. «Hace un año que me realicé mi último examen y tengo que decir que obtuve la felicitación del médico», admite Noemí Chianetta, una de las propietarias del restaurante Rayén Vegano de Madrid.

En el otro extremo se sitúa Eli Poncelas, en la actualidad ex vegana, que aduce que dejó esta alimentación por motivos de salud. «Estaba siempre cansada y mis padres me obligaron a realizarme una analítica porque sospecharon que mi dieta era la causa. Tenía la ferritina por los suelos y estaba anémica», concluye. Tras su experiencia, Poncelas creó ‘El mito vegetariano’, una comunidad en Facebook en la que escucha y comparte opiniones con otros ex veganos interesados en el tema.Partidario o no, antes de cambiar los hábitos alimentarios es imprescindible consultar con un especialista para adoptar una dieta equilibrada y evitar posibles carencias nutricionales. Si ya está decidido a dar el paso hacia el estilo de vida vegano no dude en buscar consejo en alguna asociación que le guíe en su camino hacia la vida ‘100% verde’.

OJO CON LA VITAMINA B12
La alimentación vegana tiene su talón de Aquiles en la vitamina B12, prácticamente exclusiva de los productos de origen animal como las vísceras, los mariscos, la carne, los huevos, la leche y de forma muy escasa en algunos cereales y levaduras.
De la misma manera que otras vitaminas del grupo B, la B12, también conocida como cobalamina, es fundamental para el metabolismo de las proteínas, el funcionamiento normal del cerebro y del sistema nervioso y la formación de los glóbulos rojos.
Para todo vegetariano, especialmente para los veganos, se trata de un asunto de máximo interés porque en los alimentos de origen vegetal no se encuentra en las proporciones suficientes que requiere el organismo. Según un informe elaborado por investigadores de asociaciones veganas y vegetarianas, «las únicas fuentes fiables de vitamina B12 son los alimentos fortificados con esta vitamina (leches vegetales, algunos productos de soja y algunos cereales de desayuno) y los suplementos de vitamina B12».
Una deficiencia de ésta podría desencadenar una anemia y deterioro del sistema nervioso. «La mayoría de los veganos consumen bastante B12 para evitar anemia y daño al sistema nervioso, pero algunos no toman la cantidad suficiente para minimizar un riesgo potencial de enfermedades cardiovasculares o de complicaciones durante el parto», aseguran.

ALIMENTOS EN CRUDO
Una de las nuevas tendencias gastronómicas de los últimos años es el crudivorismo. Tal y cómo su nombre indica, el también conocido como ‘raw food’ no es otra cosa que un estilo de vida basado en la ingesta de alimentos en su estado natural, es decir, crudos.
Este concepto incluye frutas, verduras, hongos, raíces, frutos secos, semillas, algas y germinados. Pero eso sí, ni procesados, ni manipulados, ni fermentados, ni cocinados a temperaturas superiores a los 40º. En este tipo de dieta los productos se consumen directamente -como se obtuvieron de la tierra- o se someten a procesos como la deshidratación, el licuado, la maceración…
Sus partidarios encuentran en la alimentación viva la mejor forma de aprovechar los nutrientes de la comida. Se estima que al someter los alimentos a altas temperaturas se pierden gran parte de las propiedades que benefician al organismo, como por ejemplo la vitamina C, la vitamina B1, el ácido fólico o las enzimas. También entre sus efectos beneficiosos destacan la gran cantidad de energía que aportan durante el día, el poder depurativo que poseen (limpian el organismo de toxinas), que combaten el colesterol y además permiten bajar de peso.
Sin embargo, habrá que tener vigilados los niveles de vitamina D y B12, lavar mucho la comida para evitar infecciones por la falta de cocción y prescindir de este modo de vida si se tienen problemas intestinales, ya que el organismo empleará más tiempo de lo habitual en digerir la comida.

Fuente: http://www.elmundo.es/vida-sana/2015/11/28/5656e7f7268e3ec8458b45e2.html

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