‘Wonder’ es la exposición inaugural de la recién renovada Galería Renwick de Washington. Marca la nueva etapa del museo, no es una exposición intelectual, sino física. Una obra del artista mexicano Gabriel Dawe se ha convertido en la pieza estrella de la exposición
Atravesar el arco iris, pasear por un bosque encantado o simplemente dejarse envolver por luces y formas es el tipo de experiencia que el visitante se llevará de “Wonder” (“Maravilla”), la exposición inaugural de la recién renovada Galería Renwick de Washington, conocida como el “Louvre de América”.
Tras dos años de una renovación que ha costado 30 millones de dólares, la galería de la red museística Smithsonian vuelve a la vida con la misma arquitectura del siglo XIX, pero con más espacios gracias a las salas diáfanas que ahora acogen arte contemporáneo.
Situada a escasos metros de la Casa Blanca, en el centro de la capital estadounidense, la Galería Renwick, con 156 años de historia, fue el primer edificio construido en este país como museo público dedicado al arte.
“Wonder”, que marca la nueva etapa del museo, no es una exposición intelectual, sino física, que “se vive con el cuerpo en profundidad”, explicó el curador Nicholas Bell esta semana al presentar la muestra a la prensa.
El arco iris -bautizado como “Plexus Al”- de más de 14 metros de largo y casi 6 metros de alto, obra del artista mexicano Gabriel Dawe, se ha convertido en la pieza estrella de la exposición.
Se trata de cuerdas multicolor estiradas del suelo al techo, pero la luz cambia el tono cromático de los hilos según se recorre la sala, cuyas columnas supusieron el mayor reto para el artista.
Este arco iris “hace a la gente feliz”, afirmó el comisario al añadir: “Que la gente salga con una sensación totalmente nueva es lo máximo a lo que puede aspirar un museo (…). Nadie, excepto Dawe, podía imaginar que algo tan simple sería tan bello”.
Bell escogió personalmente a los nueve artistas que participan en “Wonder” por ser “cuidadosos y apasionados”, lo que les convertía en “los más talentosos para exprimir el potencial del edificio” recién renovado.
La visita continúa por pasadizos de neumático que desprenden olor a caucho y comprimen al paseante en un túnel sin igual en el mundo real.
El sentido del olfato continúa despierto en “Retoños de sauce”, el bosque de fantasía del artista estadounidense Patrick Dougherty, que inventó árboles a partir de ramas aún frescas y flexibles.
Este bosque, condenado a ser efímero porque el conjunto se marchitará, será la excepción, ya que las demás obras buscarán nuevas galerías de exposición.
La naturaleza fue también fuente de inspiración para el estadounidense John Grade, que construyó una estructura con medio millón de piezas de madera, en base a un molde sacado de un cedro auténtico del estado de Washington, de donde es oriundo.
Lo que tienen en común todas las obras es, según el curador, que “te hacen dar un paso atrás, te maravillan”, por lo que “la experiencia no se puede replicar en las redes sociales”, inundadas de fotografías que toman los espectadores.
Con todo, la reacción del público desborda a la galería que, en las tres semanas transcurridas desde su reapertura, ya ha recibido el 66 % de los visitantes que esperaba para todo un año.
El personal del museo no sale de su asombro por la reacción del público, con colas que se demoran más de una hora y media los fines de semana, y llaman la atención los espontáneos que acuden a practicar yoga ante las obras.
En los primeros días de la exposición, inaugurada en noviembre pasado, los guardias de seguridad hallaron una veintena de personas tumbadas en el suelo contemplando la maya tornasolada de la artista estadounidense Janet Echelman.
Esa escultura textil reproduce un mapa de energía liberada en el océano Pacífico por el potente tsunami que golpeó Japón en 2011.
También atrae la atención del visitante el “Jardín de Medianoche” con fondo fucsia y formas oníricas hechas de insectos, un trabajo de la también estadounidense Jennifer Angus, conocida en el mundo del arte por el uso del material orgánico en sus obras.
Con estas llamativas instalaciones ha renacido la Galería Renwick, diseñada por James Renwick Jr., el arquitecto que le da nombre al museo y que ideó el castillo de la red Smithsonian en Washington, y la catedral de San Patricio en Nueva York.
El llamado “Louvre de América”, por su similitud con el famoso museo parisino, en el que se inspiró Renwick, llegó a estar en peligro cuando el Congreso aprobó su demolición en 1956 para construir nuevos edificios gubernamentales.
Sin embargo, el museo se salvó gracias a la campaña que lideró la primera dama Jacqueline Kennedy en 1962 para restaurar la céntrica Plaza de Lafayette, donde se alza la Casa Blanca, y sus tesoros arquitectónicos.
Fuente: http://www.elnuevoherald.com/vivir-mejor/artes-letras/article49553085.html
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