El desafío genera adrenalina, ilusión, pero también exige planificación. Es el sueño que se persigue desde la lluviosa noche de agosto, cuando el cielo purificaba las almas que se regodeaban con una goleada 3-0 sobre Tigres, de Monterrey. La Copa Libertadores volvía a las manos de River después de 19 años de espera y sabores agrios. Entonces, fue imposible no realizar el viaje imaginario, resultó inútil no soñar con Barcelona en el Mundial de Clubes, de Japón. El envión convertía a River en una estructura arrolladora, inteligente e impiadosa frente a quienes se cruzaban en su camino. Era el equipo insoportable, por características técnicas y tácticas, como lo definió su director técnico Marcelo Gallardo.Por esa época no abundaban datos de los catalanes, que se desperezaban de la pretemporada. Aquella noche de ensueño, de cuerpos bañados y gargantas enrojecidas, de celebraciones en cada rincón del Monumental, River tenía la fuerza para presentarse como una inquietud para el Barça.
A esa jornada pletórica en Núñez le siguió la conquista de la Suruga Bank, el trofeo que provocó un quiebre: desde entonces, los millonarios entraron en un tobogán, en un descenso vertiginoso, enseñando apenas resabios de lo que fueron. Del otro lado del océano, en cambio, empezaron a llegar imágenes inquietantes: Barcelona encendido, vapulea a sus oponentes, deja el sello de que la maquinaria futbolística más poderosa del planeta pasó por sobre ellos. Y, para colmo, Messi está de regreso.
Barcelona es el mejor del mundo, junto con Bayern Munich. Cuando perdió con Celta (1-4) todos decían que se le podía ganar: yo decía «esperá que se despierte». Hay que respetar a los buenos equipos (Marcelo Gallardo)
River y Barcelona caminan por distintas vías. Y mientras los millonarios se jugarán mañana, frente a Huracán, en las semifinales, la posibilidad de defender el título en la Copa Sudamericana, los catalanes despellejaron a Roma, por la Liga de Campeones, con un concierto de fútbol y goles: 6-1 resaltaba, luminoso, el tablero en el Camp Nou. Después de una mini pretemporada en Cardales, donde el Muñeco buscó llenar el tanque para los últimos episodios del calendario, River tendrá la obligación de revertir un 0-1 en el Palacio Ducó. No se adentra en un terreno desconocido, ya sufrió y luego se deshizo de Cruzeiro, en Belo Horizonte, por la Copa Libertadores, en una situación parecida. Pero aquella era la versión robusta, confiable, que resolvía con la mente y defendía con la sangre. Lejos de lo que muestra este deshilachado modelo, al que el año se le está haciendo demasiado largo.
La valoración de los planteles abre una grieta gigantesca, y en cómo logró cada equipo reemplazar a las piezas tocadas se podría sintetizar cuál es el andar de uno y otro. Con el retorno a la titularidad de Messi, Barcelona volvió a juntar al tridente de ataque más desequilibrante del mundo, pero mientras el rosarino se recuperaba, el entrenador Luis Enrique encontró las alternativas para que su estructura se agigantara y dominara. Neymar y Suárez fue una fórmula de excelencia; detrás, la magia conductiva de Iniesta, la inteligencia de Rakitic, la irrupción de Sergi Roberto, las respuestas del arquero Bravo… Nombres que fueron creciendo a medida que se fue incrementando la competencia. Ausente Messi, sus socios brasileros y uruguayos se dividieron la presencia en la red. Los números dan miedo: 17 festejos del Pistolero Suárez y 14 del crack de la canarinha.
River estuvo 17 años sin ganar un título internacional, pero como ahora está el Mundial de Clubes pareciera que la Copa Sudamericana ya no vale más. Hemos jugado bien cuando tuvimos la exigencia y el resultado adverso. Esperemos encontrarnos futbolísticamente. Cuando hay voluntad, el juego llega solo
Aceitar los engranajes desvive a Gallardo, que no encontró reemplazantes de jerarquía para las partidas de Ramiro Funes Mori y Ariel Rojas; realzar a los niveles del pasado a Pisculichi y contar con Vangioni en plenitud son metas que el Muñeco precisa cumplimentar antes de instalarse en Osaka, para las semifinales, el 16 de diciembre. También redescubrir a Pity Martínez y Bertolo, relanzar a Lucho González y Viudez, readaptar a Casco, potenciar a los juveniles Driussi y Vega? La brecha se hizo tan notoria que mientras Barcelona no solo disimuló, sino que encontró la fórmula para reinventarse sin Messi, River sufrió cuando Alario se luxó el hombro izquierdo. El delantero santafecino es el artillero, aunque sus cifras (cinco celebraciones, tres frente a Chicago) resultan escuálidas frente a las que revelan las estrellas azulgranas.
El fútbol y los números les dan la espalda a River, que tiene en la Copa Sudamericana el primer eslabón para volver a ser. Un torneo que hace un año era lo máximo, ahora parece de menor valía, porque en el horizonte están Messi y Barcelona.
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