Es un proyecto comunitario creado por una ONG cordobesa; las redes son pagadas por los propios vecinos; se inició en José de la Quintana, una localidad al noroeste de Córdoba, y ahora se extendió a más pueblos de la zona
Una ONG cordobesa llamada AlterMundi creó un proyecto, QuintanaLibre, que lleva Internet a José de la Quintana y a otros pueblos del noroeste de Córdoba, usando software libre y hardware de bajo costo para crear una red descentralizada, hecha con routers Wi-Fi convencionales y un firmware especial para modificar su funcionamiento. Están mantenidas por las propias comunidades que logran, con eso, tener acceso a Internet en zonas donde no hay servicio comercial.
Es que en la llamada «era de la información», el acceso es Internet es clave. Más allá de lo anecdótico (los jueguitos, los videos graciosos de YouTube) estar conectado es cada vez más importante, sea para recibir información valiosa, ponerse en contacto con otras personas, dar visibilidad a lo que uno hace y más.
Esa conexión es relativamente sencilla de conseguir en una ciudad como Buenos Aires, pero difícil de lograr a medida que uno se aleja de los centros urbanos más grandes. Razones hay muchas, pero la más importante es la económica: para las compañías que dan conectividad llegar a esos lugares remotos es muy costoso (hay que llegar físicamente a cada lugar, el número potencial de abonados es muy bajo), y sencillamente no lo hacen, aun cuando la industria esté investigando soluciones comerciales como las conexiones satelitales de Facebook o los globos aerostáticos de Google.
«La estrategia de despliegue de la red, de techo en techo, en lugar de depender de un nodo central, permitió que la conexión llegara prácticamente a cada rincón del pueblo y que hoy en día cualquier familia que quiere sumarse a la red tenga la posibilidad de hacerlo sin necesidad de gastar fortunas en construir una torre para tener visibilidad con algún proveedor de pueblos vecinos», dice la integrante de AlterMundi Jésica Giudice, y explica que la iniciativa en la Quintana tuvo su chispa disparadora cuando hacia el año 2011 participaron del proyecto Arraigo Digital, que ofrecía talleres de software y redes libres en pequeñas escuelas. «En 2012 nos juntamos en José de la Quintana con un grupo de amigos que ya habían tenido experiencia en redes comunitarias, para tratar de resolver cómo sería un buen modelo de red fácilmente replicable y adaptado a pequeños pueblos, poniendo al pueblo de Quintana y a la región isleña del Delta de Buenos Aires como prueba piloto», agrega Giudice.
El comienzo de QuintanaLibre
«Inicialmente compartimos una salida pequeña a Internet con una vecina entre dos o tres casas, y luego fuimos sumando nodos poco a poco, hasta transformarse hoy en una red que cubre el territorio de la Quintana y Villa San Isidro, el pueblo vecino, con más de 70 familias conectadas, el centro cultural, la radio comunitaria y la escuela secundaria. Esta idea resultó inspiradora y comenzó a reproducirse en pueblos cercanos como La Serranita, Anisacate, La Bolsa, y no tan cercanos, como Nono -dice Echániz-. Para interconectar las redes utilizamos una torre en uno de los cerros más altos de nuestro valle, desde donde además tenemos un enlace con la Universidad Nacional de Córdoba. Allí tenemos presencia en el centro de datos y nos interconectamos con la empresa Silica Networks, que actualmente está donando una conexión de 20 Mbps de capacidad para el proyecto comunitario.»
Conexión a Internet, un portal comunitario y una radio por streaming
Además de ofrecer un acceso a Internet de los miembros de la red, QuintanaLibre tiene un portal comunitario con información local, un servicio de streaming y un chat interno. Y sus creadores piensan en otras alternativas, como un portal médico o un servicio de telefonía digital. «El chat, por ejemplo, es un servicio simple, pero con una potencia en comunicación interpersonal muy importante -explica Giudice-. Cuando hay algún problema con la salida a Internet, las dudas se resuelven por este chat interno. Algunas herramientas se implementan localmente, como el gráfico de utilización de ancho de banda, que todos pueden consultar.» Otras herramientas, como la latencia, uptime (tiempo encendido) y otros datos de cada nodo o la red en su conjunto, se proveen desde servidores de AlterMundi.
«Nos gustaría que cada vez más pueblitos decidan resolver sus comunicaciones digitales por medio de redes comunitarias, y seguiremos trabajando con ese objetivo. Sería un disparador potente que la red federal de fibra óptica de Argentina Conectada llegara hasta los pueblos más pequeños, donde los operadores privados no existen, o brindan un servicio deficiente», afirma Giudice.
Basado en software libre
«Desde el comienzo nos pusimos construir una plataforma de software libre que permitiera desplegar nuestro diseño de red por parte de personas no especializadas-relata Echániz-. De ese objetivo nacieron un conjunto de herramientas, de las que Libre-Mesh es la pieza central. Este desarrollo, que está basado en su antecesor Alter-Mesh y en otros dos proyectos: QMP y Eigennet, de Cataluña y Pisa (Italia) respectivamente, es el resultado de la convergencia de objetivos y esfuerzo de diferentes colectivos relacionados a las redes libres: AlterMundi (Argentina), Guifi.Net (Cataluña), Ninux Pisa (Italia) y la Free Network Foundation (Estados Unidos). El objetivo específico es mantener la simplicidad de despliegue lograda con Alter-Mesh pero, permitir un salto de escala, con interconexión entre pueblos, autoconfiguración y enrutamiento dinámico.» Incluso están probando con el uso de computadoras pequeñas tipo Raspberry Pi para brindar servicios básicos comunitarios. En el sitio de la ONG está toda la información para crear una red de este tipo.
El funcionamiento depende de todos
Como es un proyecto colectivo, el correcto funcionamiento depende de la participación plena de la comunidad, tanto para mantener en orden cada nodo como para pagar por el hardware que sea necesario. Cada red define cómo se desplegará, y cómo se mantendrá. Cada miembro de la red (cada familia, cada casa, etcétera) se hace cargo de su nodo, y entre todos pagan el resto de los costos (conexiones intermedias entre dos casas alejadas; reparaciones de la red si hay una tormenta o un pico de tensión que quema un equipo, actualización de las antenas Wi-Fi, etcétera). Algunas comunidades van juntando dinero mensualmente para tener un pozo de capital; en otras, sólo se junta dinero cuando hay una necesidad concreta.
«Un objetivo claro de estas redes es que puedan desplegarse utilizando equipos económicos, que se consigan en el país, y haciéndoles modificaciones que demanden más esfuerzo y coordinación entre pares que dinero -afirma Giudice-. Los materiales y herramientas necesarios se encuentran fácilmente y actualmente cuestan algo más de mil pesos. La construcción de los nodos y su puesta en los techos es sencilla».
La iniciativa se alzó con el premio FRIDA 2015, que organiza el Registro Regional de Direcciones de Internet para América Latina y el Caribe (LACNIC), en la categoría que distingue la aceleración y la expansión del acceso. Giudice señala que este reconocimiento no ha sido únicamente simbólico; en rigor, habilitó la compra de que equipamiento que garantiza la escalabilidad del proyecto. «En términos cuantificables, la capacidad de transporte de datos de la red troncal pasó de 40 Mbps a más de 100 Mbps en los más de 100 Km de enlaces punto a punto que la componen. Por otra parte, tuvo un efecto un tanto inesperado en la difusión y visibilidad del proyecto. Nos escriben personas de otros proyectos con interés de articular con redes libres, o gente que le gustaría iniciar una red comunitaria en su región».
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