La corrupción está sometida a una lógica cíclica. En las fases de alza del ciclo, cuando todavía impera su fase ascendente, cuando las energías aún frescas parecen dominarlo todo, el ciclo renace con una fuerza al parecer incontenible y la impresión es que se lleva todo por delante. Pero después del mediodía las sombras se alargan y aparecen los primeros síntomas del desgaste. Los ciclos, como los hombres, son mortales. Nacen, crecen y, finalmente, mueren.
Para evaluar una política, por lo tanto, es importante advertir en qué fase del ciclo se encuentra. ¿Asciende o desciende? ¿Crece o decrece? Las respuestas dependerán de la fase que corresponda. No se puede aplicar a un ciclo una fase inadecuada. En fases de auge, el optimismo acierta; en fases agónicas, prevalece la cautela.
La discontinuidad inevitable de las sucesiones ha sufrido diversas alteraciones. La primera y más estrecha fue la sucesión familiar. Pero los hijos no son siempre brillantes. Si no recae en ellos la sucesión familiar, queda el recurso de apelar fuera de los límites familiares hasta que aparezca el candidato triunfante. Cuanto más se abra el límite de la sucesión, más incierta será ella, aunque también podrían acrecentarse, por contrario imperio, las posibilidades de éxito de los que en principio quedaban afuera.
En una punta tenemos, pues, la sucesión cerrada dentro del propio círculo familiar. En la otra, tenemos una sucesión tan abierta que no excluye a ningún ciudadano en condiciones de votar. A lo largo de los siglos se ha impuesto la sucesión democrática plena; la más amplia posible. Todos los ciudadanos y todas las ciudadanas son elegibles. Todos están en condiciones de votar y de ser votados, sin distinciones. Así se cumplió la visión profética de Napoleón cuando dijo que, en una revolución, todo soldado lleva en su mochila el bastón del mariscal.
La conquista del poder se vuelve, en estas condiciones, una caja de sorpresas. Las cualidades que hay que mostrar para prevalecer son opuestas, en cierto modo, a las de los tiempos normales. He aquí el clima donde sucumben los rutinarios y son capaces de triunfar los apostadores, los audaces y los visionarios.
Pero esta lista de los exitosos no es necesariamente negativa. Entre los audaces cuyas posibilidades de triunfar han aumentado se cuentan sin duda muchos aventureros e irresponsables, pero también hubo auténticos héroes en la lucha por la independencia y la libertad. ¿Cómo distinguirlos, cómo reagruparlos?
Habría que recordar aquí la parábola evangélica del trigo y la cizaña. Con el tiempo, la historia ha sabido distinguir entre héroes y villanos. Si le damos un tiempo suficiente para madurar, las cuentas esclarecen. Hubo en nuestra historia, por cierto, ejemplos encontrados. Poco a poco, sin embargo, el tiempo le ha ido dando a cada caso su dimensión cabal. Sólo hay que esperar.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1834611-complejidades-de-la-sucesion
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