Hoy se cumplen 65 años de la desaparición física del gran poeta Alfredo Bufano, el poeta de lo cotidiano, de lo sencillo pero profundo, con esa exquisita forma de expresarse que llegaba y llega a todos. Le escribió al amor, a la Patria, a su madre, al paisaje mendocino, a su pueblo, a Dios.
Alfredo fue el quinto hijo de Leonardo Bufano y Concepción de Cristo, dos humildes inmigrantes italianos que se afincaron en Guaymallén, donde transcurrió su infancia. Nació el 21 de agosto de 1895 en la región de las Abulias, entre los Apeninos y el Adriático, aunque el mismo siempre dijo que vio la luz en Guaymallén.
“Nací en Mendoza, la tierra que me da savia y raíz; no me arranquen de mis pagos porque me voy a morir”.
A los dos años, por un accidente doméstico cae sobre un balde cuyo borde le provoca una herida en el rostro y una cicatriz en su cuello. Lo dan por muerto, pero sólo estaba desmayado. Su madre angustiada, hace una promesa: si su pequeño se salva, por diez años llevará el sayal franciscano. Este hecho determinará gran parte de su filosofía de vida, su espiritualidad y su concepción poética. La casa paterna estaba en Villa Nueva a pocas cuadras del Carril Nacional. Concurre a la escuela primaria Dalmasio Vélez Sarsfield, donde no completa el ciclo primario debido a que tiene que salir a trabajar para ayudar a su padre. Esa fue su única formación académica. Autodidacta en el más duro y áspero sentido de la palabra, así lo escribe él mismo en una página autobiográfica.
A los quince años, se instala con su familia en Buenos Aires. Económicamente no mejoraba la situación familiar por lo que trabaja de lustra zapatos en la Avenida de Mayo, vende globos de colores en plazas y finalmente consigue un puesto en una librería de la calle Carlos Pellegrini, es allí donde su espíritu dormido comienza a florecer porque conoce a escritores y periodistas de la época.
Entre 1915 y 1919 publica sus primeros poemas en El Correo Musical Sudamericano y abandona su empleo en la librería para ser redactor de la revista. Colabora también en Caras y Caretas y Mundo Argentino. Publica en 1917 su primer libro El viajero indeciso. Ese mismo año se casa con Ada Giusti y le dedica su obra. Con ella tendrá cinco hijos.
Expresa Carlos Orlando Nallim de la Universidad de Cuyo que Su primer libro, El viajero indeciso, data de 1917. La literatura argentina y, en general, toda la literatura en español, vive el postmodernismo; para algunos, la segunda época modernista. Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Enrique Banchs, Baldomero Fernández Moreno, Evaristo Carriego, influyen en el joven poeta mendocino que, veinteañero, empieza a abrirse paso en la lírica argentina. Se notan aquí, y perdurarán en él, rasgos que caracterizan su obra total: sencillez, claridad expresiva, religiosidad casi franciscana, que se fundan en el ejercicio de la soledad, en el usufructo del «otiuni cum dignitate» y en un excepcional manejo del idioma, hecho este último que se debe resaltar por tratarse de un hijo de humildes inmigrantes italianos, de un autodidacta, de un esforzado lector y estudioso.
Bufano es el poeta postmodernista más importante de Mendoza. Su voz es parte de la provincia y su verso carnal hecho de un canto doloroso no es otra cosa que su propia historia revelada, ante la desazón por la carencia, la pobreza y la fragilidad de una salud que lo hará más melancólico aún.
No fue el único poeta que le cantó a su tierra, pero sí el que con dimensión más caudalosa las llevó al poema. Mendoza toma volumen a través de sus palabras. Dice Bufano en una carta a un amigo: Yo sería un ingrato si me quejara del amor de mi pueblo y de mi suelo. Sé que lo he logrado, sé que me lo dan sin regateos, y eso me hace feliz, no por la vanidad, sino porque yo salí del seno mismo de la humildad y la pobreza.
En 1920 recibe, el segundo premio por su libro Canciones de mi casa -publicado en 1919- en un concurso organizado por la Municipalidad de Buenos Aires. Ese año muere su madre. Expresa su pena en el libro Misa de Réquiem.
En 1922 se traslada a Adrogué, inspirado en ese pueblo y su paisaje escribe el libro Poemas de provincia.
Con problemas de salud, en 1923, se traslada con su familia a San Rafael (Mendoza). Tres años después por una recomendación de Antonio Sagarna, Ministro de Educación de la Nación, Bufano asume las cátedras de Literatura, Castellano y Geografía en la Escuela Normal de San Rafael, tarea que desarrolla por veinte años. Después de quedar cesante en 1947, por no tener título habilitante, viaja nuevamente a Buenos Aires y gracias a un amigo consigue un cargo en Amigos del Libro, una entidad cultural de enorme prestigio ubicada en la calle Florida.
A los 34 años (en 1929) Bufano había perdido el oído. La sordera que padeció desde joven lo agobiaba, al igual que sus problemas respiratorios, fruto de su adicción al tabaco y de una niñez pobre que le demandó trabajos no acordes con su edad.
De abril hasta noviembre de 1947 organiza en España la Exposición del Libro Argentino, por las ciudades de Madrid, Barcelona, Granada y Sevilla. En esta última ciudad pronuncia una conferencia sobre el movimiento literario argentino. Recorre otros lugares como Francia y África. Viajes en los que se inspira para escribir Junto a las verdes rías y Marruecos.
Tres años más tarde fue a visitar a una de sus hijas a San Rafael y repentinamente, el 31 de octubre de 1950, falleció por un ataque al corazón.
Sus restos fueron llevados a La Chacarita. Una comisión de honor despidió al poeta: Jorge Luis Borges, Eduardo Mallea, Conrado Nalé Roxlo, Manuel Mujica Láinez, entre otros. Sin embargo, como Bufano quería que sus restos estuvieran en San Rafael, el 6 de diciembre de 1950 fueron trasladados.
Su epitafio, escrito sobre piedra, corresponde a la última cuarteta de su poema Poeta, sembrador y poblador: “Por eso cuando sea eternidad, poned los huesos en el campo en flor, y en una piedra tosca esta inscripción grabad: poeta, sembrador y poblador”.
Alfredo tuvo una descendencia de artistas. Vicentico es su nieto e hijo del titiritero Ariel Bufano: dos referentes obligados si se trata de lírica y arte dramático argentino del siglo XX.
Vicentico conoce nuestra provincia como la palma de su mano y sentencia con autoridad que “Mendoza me parece la provincia más linda del país. Lejos. Y esto no es un halago gratuito. Primero porque la conozco bien”, dice, y a continuación descuelga inocentemente una afirmación:
“Es que mi abuelo era un poeta de San Rafael. Mi abuelo se llamaba Alfredo Bufano”.
Fuente: Hojas del Abanico
Sé el primero en comentar en «Alfredo Bufano, el poeta de lo cotidiano»