“Te pedí un mágico”, saluda Ricardo Tapia y en ese gesto simple deja sentado que es un tipo de tertulias, bares y fondas. El café, la espuma y sus matices, son espejo de su voz ronca, esa mirada de mil noches y este bar de Colegiales. Esencias de bondis, adoquines y jacarandás. El cantante de La Mississippi se presta para hablar de Inoxidables, que es hablar de los últimos cuarenta años de rock nacional. Su último disco vuelve a dar vida a clásicos de Vox Dei, Moris, Sumo, Los Redondos, Pappo, y otros de sus favoritos. “Viste que a veces una cosa surge por otra. Bueno, esta idea surgió de un show, porque el disco era un show. Ibamos metiendo temitas del rock argentino por diversión”, arranca solo.
Y sigue: “Cuando hacés tantos discos (doce en su caso), te hacés una pausa en la cabeza. Sino te explota. Así nos dimos cuenta de lo lindos que eran los temas hechos por otros. Nos pusimos a tocar y así salió. Tocar temas como Post Crucifixión, tiene una energía de los ‘70 y ‘80 muy especial. No sé si la música que se compone ahora tiene esa energía interna, estas canciones tienen una impronta muy fuerte”.
¿A qué se lo atribuís?
Una cosa medio metafísica del rock argentino. No tiene que ver con la época sino con el esfuerzo. Los músicos de los ‘70 y ‘80 hacían un gran esfuerzo por llegar a un disco. El material de nuestros discos prehistóricos era muy especial. No se hacían temas de relleno. Los escucho al lado de discos internacionales de la época y, la composición, más allá del sonido, es excelente también. Los elegimos porque nos gustan.
Hablemos de Moris.
La de Moris es la canción que yo quería grabar, específicamente: Pato trabaja en una carnicería. Habla de cómo uno se sentía cuando Buenos Aires era diferente. Cuando la sensación de ser joven era diferente. La cantaba cuando iba a la secundaria, imaginate. Tiene que ver con los recuerdos. A mí me recuerda una frase de una película de Woody Allen que se llama La otra mujer, donde al final, la psicóloga dice: “No sé si los recuerdos son algo que uno tiene, o algo que perdió”. Genial. Y Moris soluciona todo con una frase muy cortita, algo que nos pasó a toda una generación: “El comunismo resultó complicado”. No hay nada más que decir. La descripción perfecta. Es tremenda la canción, porque Moris es tremendo. Es el mejor autor del rock argentino por lejos. Las verdades de un porteño.
Vos sos un porteño de raza.
Soy un defensor de la cosa argentina que tenemos, me resisto muchísimo a la latinoamericanización. Me pegan con un palo cuando lo digo, pero creo que somos muy diferentes, y está bueno que sea así. Que los países tengan cosas en común, pero que sean diferentes. Nosotros tenemos cierta nostalgia que se puede tomar como energía.
Otro camino que eligieron es no repetir fielmente la obra del otro, sino transformarla al propio estilo.
Es el caso de Masacre en el Puticlub (Redondos) y Mejor no hablar de ciertas cosas (Sumo). Si hacés la diferencia en todos los temas no se nota, la gracia es el contraste. En Puticlub queríamos romper con lo estrictamente Skay que es el tema. Skay es como Piazzolla, tiene esa impronta, y él es muy balcánico tocando. Y lo tocás así, o no lo tocás. Le dimos otro tono, toqué la traversa, y tuvo un tono más erótico, soul, eléctrico. Mezcla de sonidos.
¿Sentís nostalgia por aquellas épocas?
Utilizo la nostalgia como algo creativo. No es que la siento y la festejo. No me afecta, es una forma de estética interna. Hay estéticas que te llevan a la nostalgia y a revalidar ciertas cosas. Yo escucho a Piazzolla y me acuerdo de mi madre. Recuerdo cosas que me llevan a esa sensación, como los actores, que apelan a la memoria emotiva. Tiene que servir en la música para rescatar cosas y sumarlas a la creatividad. No quedarte ahí, porque se vuelve enfermiza. Lograr que esa madera podrida se petrifique y signifique algo artístico no está mal.
¿Cómo ves al rock de hoy?
Lo que el rock quería en los ‘60 se logró en el 2000: la independencia. Esta generación logró ser independiente, grabar sus propios discos, más allá de compañías y sellos. Hoy hay dos tipos de personas que quieren acceder al rock: el que tiene pasión por la música y el que quiere estar en lo de Susana. Muchos quieren ser famosos, sienten que así logran cosas que no lograrían de otra forma. Eso desvaloriza al “no famoso”. El “no te conoce nadie” es el pecado más grande entre los jóvenes que están en el panteón de la fama. Así, lo que cualquier ciudadano haga no tiene valor. Ese género llamado “famosos” es una patafísica estúpida. ¿Qué es un famoso? Un tipo que está reiteradamente en los medios sin que nadie pueda saber bien para qué sirve. La pérdida de función, es la pérdida de profundidad también. Es rarísimo. ¿Cómo escribís una letra si no respetás al zapatero? ¿Te imaginás a Discépolo haciendo una letra burlándose de algo que para él era importante? Se convierten en un estereotipo. Por eso me gusta mucho el ámbito de la música independiente, que me influye mucho en su criterio estético. Porque yo no conservo mi criterio desde los ‘80, lo cambié.
¿Cómo encarás la personalidad de cada tema del disco? ¿Cuál es el rol actoral de un cantante?
Tenés que meterte en el personaje porque el micrófono lo capta. Es un radioteatro, y uno tiene que introducir a la persona en lo que quiere decir y el personaje que tenga: desde el tipo interesado, el no interesado que canta de costadito, el preocupado, el borrachito, lo que sea, lo tenés que tener a la perfección. No podés dudar y tiene que ser el mismo desde el principio al final de la canción. El micrófono es un espejo gigante que devuelve lo que vos hacés.
Un artista del disco con un gran personaje en vivo era Luca Prodan.
Uf, claro! Yo lo comparo con Julio Sosa. Es de esos tipos que hablaban y ya actuaban. Con esa tonada de ítalo escocés, sumado al uso absurdo de las palabras que hacía. Tenía un personaje interesantísimo. Es el no argentino más argentino que tuvimos. El inmigrante que canta, el tano que hace rock. Muy gracioso. El cocoliche que tenía él está en la música de Sumo. Argentino como el mate.
¿Otro personaje del disco que sea parecido a su música?
Pappo se parecía mucho a sus canciones, pero se lo estereotipó mucho. Tiene que venir una ola de vuelta de su personaje para que entiendan al Carpo. Se lo endiosa demasiado. Es tiempo de decir que era una persona como cualquiera, con errores espantosos, muchos. Era muy bravo. No hace falta hablar de Pappo como si fuera un Dios. Era un hombre como cualquiera, que se equivocaba como cualquiera. Genial en lo suyo. Un creativo al borde, siempre al límite. Un mecánico semi metafísico. A quién se le ocurre la frase “los hombres inventaron los dioses y también la gran ciudad”. Una pavada genial, que su capacidad de pícaro le permitía. La picardía del taller. Un muchacho simple de barrio, sin maldad, disfrutando del éxito, con humor. Un hombre en calzoncillos, constantemente, con Cactus, su perro, sentado al lado. Hicimos Gato de la calle negra porque era una canción que nadie toca de él. Otro es personaje que rescato es León Gieco, porque logró ser el nuevo Gardel. Más allá de cualquier cosa, es mil por ciento efectivo en lo que hace. Es hipnótico, se sienta con una acústica adelante tuyo y no te podés levantar. Completa el cuadro, es como si hubiesen diez mil personas adentro de él.
Más de Mississippi y un disco solista
“Estoy haciendo un disco solista que por ahora es un experimento. Soy yo con una guitarra y un micrófono, nada más. Canciones chiquititas, que pueden entrar por el agujerito de una aguja. Canciones, candombes, valsecitos, con una guitarra española y ritmos raros. Quiero meterme adentro de un micrófono”, comenta, y sigue: “Con Mississippi también estamos grabando un disco nuevo, interesantísimo, estamos cambiando nuestro formato instrumental para reforzar lo que tenemos y sonar de otra forma. Un sonido más grande, no pesado. Nos vamos a ir al medio del campo una semana a tocar en la primavera, en la nada misma, a una estancia. Tocar y tocar. Luego vemos qué sale. Las ideas están. Nuestra forma es muy Grateful Dead, tocamos y vemos qué sale.
¿Siguen sin los vientos?
Sí, hoy tocar blues con vientos es un anacronismo, quedaron para el reggae. Anduvimos 20 años por ese camino, hoy vamos por otro más llano. Somos cinco, es simple el diálogo para componer, hay espacio para la canción, silencios. Recortamos cosas que están de más. Encontramos placer sonoro.
Fuente: Clarín – http://www.clarin.com/extrashow/musica/La_Mississippi-Sumo-Moris-Los_Redondos-Pappo-Inoxidables-Vox_Dei_0_1402660179.html
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