San Rafael, Mendoza 24 de noviembre de 2024

El interior al límite: las economías regionales luchan por subsistir

economias regionalesEn suelo patagónico yacen 250 millones de kilos de peras y manzanas que los productores dejaron pudrir; la industria frigorífica perdió 138 empresas y 21.000 trabajadores, y 1,5 millones de litros de leche terminaron arrojados a los campos por tamberos cansados de una rentabilidad casi nula. La desazón del Alto Valle de Río Negro, la llanura pampeana y la cuenca lechera de Santa Fe, respectivamente, es sólo un reflejo de lo que les sucede a todas las economías regionales de la Argentina.

Otras actividades, que deberían conformar un engranaje capaz de abastecer de divisas al país y sembrar desarrollo a su alrededor, también están actualmente en un momento límite, asfixiadas por costos internos engordados por la inflación, por una presión tributaria cada vez más alta y por precios internacionales que se derrumban. Basta con mencionar a la ganadería ovina, que está en los niveles más bajos de su historia: hace 40 años el stock promedio era de 45 millones de cabezas, mientras que en 2014 sólo alcanzó los 14,5 millones.

Éstos y otros datos, que surgen de «La agenda del campo», un trabajo elaborado por la Sociedad Rural Argentina (SRA), y que son refrendados por el testimonio de productores de cada región, reflejan la lenta muerte de economías que en 2000 hicieron un esfuerzo por aggiornarse y encontrar su lugar en el mercado mundial. Tal fue el caso de la vitivinicultura, que tuvo una explosión de inversiones y de nuevas bodegas, y que llegó a exportar por un valor de US$ 1300 millones en 2012. Su realidad actual muestra que en 2014 sólo vendió al exterior por US$ 400 y se quedó con un sobrestock de vino de 300 millones de litros, que no puede conservarse mucho tiempo más.

Ezequiel De Freijo, analista del Instituto de Estudios Económicos y Negociaciones Internacionales, de la SRA, dice que es una pena haber llegado a esta situación después del esfuerzo que hicieron estos sectores en la década anterior. «Todos introdujeron cambios en los primeros años de 2000, en el vino, en los limones, en el Alto Valle transformaron los montes hacia frutas más demandadas, en el NEA se buscaron variedades de cítricos más requeridas, en azúcar se mejoraron mucho los rendimientos con desarrollos en la estación Obispo Colombres; en los laneros hubo un cambio importante hacia el Corriedale, que es doble propósito, y hacia el Merino, de lana más fina», explica.

Más allá de la inflación, la carga tributaria y la caída de las commodities, que atraviesa a todas por igual, muchas de ellas tienen problemas propios de la actividad, que agravan aún más el panorama. Carlos Iannizzotto, productor vitivinícola y vicepresidente de Coninagro, destaca que las ventas en el mercado local cayeron 4 y 15%, en el mercado local e internacional, respectivamente. «Hay una concentración en la demanda [de uva y vino] muy grande y una oferta muy atomizada [productores pequeños que no pueden poner condiciones en el precio de su producto]. Un precio es el del vino en la góndola y otro el que recibe el productor. A su vez, en el mercado de vino internacional también hay mucho producto», describe.

A todo esto hay que sumarle que también hay un sobrestock de mosto, que es fijado por las provincias de San Juan y Mendoza, a partir de un porcentaje anual que sirve para regular la actividad. Esto funcionó como un precio mínimo de mercado, que impulsó la oferta de uvas de calidad media, y el esquema cerraba con el aporte del Fondo Fiduciario de Mendoza para sostener el precio a los productores. Todo estuvo bien hasta que el precio internacional del mosto empezó a caer, debido a un aumento por parte de China de la producción de jugo de manzana (un sustituto).

Según Iannizzotto, el sector tiene problemas con el mosto (que ya intenta colocar como endulzante a nivel local, pero que encuentra la oposición de los proveedores tradicionales), con los vinos comunes y con los productos premium.

Todo eso confluye en una menor colocación de botellas en el exterior, una sobrecarga del mercado interno, una caída del precio en góndola debido a la sobreoferta y un pago bajo al productor. Un dato habla por sí solo: mientras que en 2011 se cosecharon 23 millones de quintales promedio con 1300 establecimientos; el año pasado se levantó el mismo volumen con 680 establecimientos.

No está mejor el sector frutícola. Las palabras de Guillermo Barzi, un productor integrado que produce 10 millones de kilos de peras y manzanas en el Alto Valle de Río Negro, transmiten desesperación. «Hay una tormenta perfecta: precios internacionales en baja, costos internos crecientes en dólares, devaluación de las monedas donde exportamos y un peso apreciado en la Argentina -se lamenta el hombre-. No nos cierran los números; somos eficientes, estamos yendo a más de 25 países en el mundo, pero terminamos en rojo.»

Un quinto de la producción total, que asciende a 1300 millones de kilos, se dejó en las plantas, cayó al suelo y se pudrió. «No hubo negocio», repite Barzi. De toda la producción del Alto Valle, el 75% va al exterior. Es una actividad que desde su origen está planteada para la exportación. El 40% se exporta como jugo concentrado de manzana; el 25%, como fruta fresca, y otro 25% va al mercado interno. Ahora, a nivel local hay una sobreoferta que hace caer los precios. «Hoy una fruta buena la vendemos a $ 9 el kilo, que luego se vende a 25/30 en una góndola. El productor independiente que es chico y le tiene que vender a un acopio o exportador habrá recibido $ 2 por kilo como máximo», precisa.

Se ha tornado un negocio con márgenes negativos en el que se perdió un montón de dinero y habrá que esperar al año que viene. El costo de producción de una hectárea de peras o manzanas, detalla Barzi, es de US$ 12.000 anuales. Con lo que si este año se sacan 50.000 kilos y se pierden 5 centavos por kilo, se esfuman US$ 2500 por hectárea.

Un poco más al Norte en el mapa, la situación del azúcar no presenta un escenario muy distinto. En la Argentina, hay 23 ingenios repartidos entre Tucumán, Jujuy, Salta y Santa Fe, que alimentan a una industria que da trabajo a 250.000 personas. «El sector pasa por dos crisis muy profundas, una interna y otra internacional», es lo primero que dice Fernando Nebbia, presidente del Centro Azucarero Argentino.

En dos años, el precio internacional del azúcar cayó 70% (pasó de 30 centavos de dólar por libra a 11 centavos). «Hoy se exporta a pérdida», comenta Nebbia. Para producir una bolsa de 50 kilos, el productor destina US$ 220, mientras que al momento de venderla en el exterior cobra US$ 90. «El tipo de cambio local no ayuda. Si se sigue con una política de fortalecimiento del peso, vamos por el camino equivocado», agrega.

Aquí el cuento vuelve a ser parecido al resto de las economías: como no se es competitivo, no se puede exportar, entonces se vuelca toda la producción al mercado interno, lo que hace que el precio caiga. En el país, se producen 2,3 millones de toneladas anuales, de las cuales 1,7 millones van a la plaza local. De las 600.000 toneladas que quedan, 300.000 se destinan a elaborar bioetanol y 300.000, a exportación. «Una de las soluciones podría pasar por un mayor corte de las naftas con bioetanol», dice el directivo.

En tanto, los productores citrícolas del NEA también enfrentan un escenario internacional y local adverso. Por un lado, hay una demanda mundial afectada por la devaluación de mercados compradores, como la Unión Europea, Rusia y Brasil, y por el otro, una sobreoferta de frutas en la plaza interna. Según el trabajo de la SRA, en el caso de la mandarina, en 2009 las exportaciones argentinas alcanzaron 6% del comercio mundial, mientras que en 2014 no se llegó al 3%, debido a que los envíos de fruta al exterior cayeron 25 por ciento.

En el caso de las naranjas, el deterioro del comercio exterior es más marcado. Se observa un derrumbe del 62% en las exportaciones entre 2007 y 2014, producto de la caída de 200.000 toneladas a 75.000. «La mayor oferta de cítricos de Perú y Sudáfrica nos desplaza de los mercados mundiales, principalmente por los beneficios que estos países obtienen de los acuerdos políticos comerciales, como el Fast Truck Perú-Estados Unidos, y TLC Sudáfrica-UE», subraya el informe.

La caída de las exportaciones, sumada a la debilidad de la demanda de los mercados de jugos, genera un aumento de la oferta de frutas en la plaza doméstica, que impacta negativamente en los precios que recibe el productor. Éste hoy cobra la mitad de lo que necesitaría para cubrir los costos y seguir en actividad (recibe $ 0,40 por kilo, mientras que necesita $ 0,68 para producirlo).

Cerca de la zona donde se producen los cítricos también se cultiva arroz, un cereal, que al igual que el trigo, no pasa por su mejor momento. El dirigente rural Alfredo Bel, de Entre Ríos, hace una pintura de su realidad. «El año pasado la tonelada de arroz se vendía a $ 2500, pero este año está en 1600. Ésta es una provincia donde no hay productores concentrados, porque son pequeños emprendimientos en muchas manos. Pero hoy todo eso peligra», refiere.

La provincia mesopotámica tiene 70.000 hectáreas sembradas, en manos de 350 pequeños productores (la mitad de los que hubo en épocas de esplendor). Seis cooperativas hacen arroz y también los pequeños productores este año salieron a la ruta para tratar de concitar la atención de los gobiernos y poder conservar su medio de ganarse la vida.

Pero no sólo en tierra hay problemas para las economías regionales, sino que las malas noticias provienen también de alta mar: en la industria pesquera de Mar del Plata cierran empresas, otras funcionan a un 50% de su capacidad y algunas sólo subsisten gracias a subsidios del Estado (que es el mismo que asfixia al sector con retenciones).

Diego García Luchetti, presidente de la Cámara Argentina de Armadores de Buques Pesqueros de Altura, se despacha a gusto: «En la pesca estamos mal y la situación nos cortó transversalmente a todos. El primer eslabón, que somos los barcos fresqueros; el frigorífico en tierra, que no puede pagar el producto lo que vale, y también el exportador».

El panorama es grave, según García Luchetti, con gran desinterés del Gobierno por atender la cuestión pesquera. Es un sector que concreta exportaciones por US$ 1500 millones. Sólo Mar del Plata genera unos 600 millones y hay 60 millones que el Estado se queda y no devuelve en obras para la ciudad. «Nuestros costos de producción superan a los de venta. Hay atraso cambiario, inflación, subas salariales y combustible caro, que es nuestra espada de Damocles. Entre sueldos y gasoil tenemos el 70% de los costos», resume el empresario.

Hay un obstáculo para nada menor que la macroeconomía manejada por el kirchnerismo les ha impuesto a los productores regionales: el costo del transporte. Destruido el sistema ferroviario y todavía sin explotar la vía fluvial con barcazas, los camiones se han convertido en dueños y señores de la logística nacional, algo que ha encarecido los fletes a precios inimaginables.

Como dice De Freijo, además de la inseguridad que provoca y de la mayor cantidad de unidades que hay que poner en ruta, el camión provoca distorsiones por el aumento del combustible vía inflación. Bastan dos datos para ilustrar el cuadro de situación: un flete camionero en la Argentina es 87% más caro en dólares por tonelada que en los Estados Unidos, según la Cámara de Comercio de Rosario. La misma fuente subraya que llevar una tonelada desde Joaquín V. González, en Salta, hasta Rosario (1150 kilómetros) cuesta 72 dólares, mientras que llevarlo de Rosario a Shanghai, 18 veces más lejos, sale 41 dólares.

¿Hay una solución? Analistas y productores coinciden en que se debe encarar un programa integral para poner en caja los desajustes macroeconómicos; contener la inflación, bajar la presión tributaria, solucionar el atraso cambiario y optimizar la logística. Sólo así la fruta, la leche y otros productos regionales encontrarán un destino mejor que el que tienen en la Argentina actual.

LA CRISIS EN PRIMERA PERSONA

Guillermo Barzi, Productor frutícola, Río Negro

«Estamos ante una tormenta perfecta, con costos internos crecientes en dólares, devaluación de las monedas donde exportamos y un peso apreciado en la Argentina»

Oscar Pereyra Demaldé, Productor de uva, Mendoza

«Acá, un productor que trabaja su finca lleva cinco años de inflación y aumento de todos sus costos. Tiene que sobrevivir con precios bajos y hasta salir a ganarse la vida con otra cosa»

Hugo Iturraspe Presidente de la Sra de Santa Fe

«Hay una evidente situación de parálisis general en los pueblos como consecuencia de todo lo que sucede con la lechería y la baja del precio de la soja»

David Klappenbach, Trabajador petrolero, Chubut

«El impacto directo de la crisis externa sobre el presupuesto provincial no demorará en mostrar su efecto dominó sobre la economía provincial, fuertemente ligada al termómetro petrolero»

Raúl Merlo, Productor de lana, Chubut

«Estamos en una verdadera crisis, que se ha trasladado a los que trabajan en la esquila. La exportación de lana se redujo 45% en los últimos cinco años»

Ricardo Rigoni, Productor de naranjas, Entre Ríos

«Esta es una provincia [Entre Ríos] donde no hay productores concentrados, porque son pequeños emprendimientos en muchas manos. Pero hoy todo eso peligra»

Diego García Luchetti, Pte. de la Cámara argentina de armadores de buques pesqueros

«Tenemos al peor socio que es el Estado. Las retenciones ya no tienen razón de ser. No quieren devaluar y asfixian a las empresas. Necesitamos oxígeno. Nos deben millones en reintegros».

Fuente: La Nación – http://www.lanacion.com.ar/1815393-las-economias-regionales-luchan-por-subsistir

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