Los tiempos han cambiado. La educación de los tiempos fordistas (Henry Ford; creador del automóvil y de un modelo de gestión basado en la regulación del trabajo) necesitaban un trabajador disciplinado capaz de repetir hasta el cansancio una actividad rutinaria para la que no necesitaba ejercitar su creatividad. Un individuo dócil, respetuoso de unas jerarquías que lo tenían subestimado y obediente de las mismas.
Nuestra escuela; la escuela del siglo XXI tiene otra misión (debería tenerla). Educar un sujeto independiente, autosuficiente, creativo, que pueda autogestionarse y tomar decisiones.
Para esto la escuela debe otorgar herramientas; la escuela debe exigir porque esa exigencia es la fuerza que habilitará luego a ese sujeto a emprender su destino sabiendo que él es responsable de sí mismo. No se puede ser libre si uno no puede hacerse responsable de sí mismo.
La escuela tiene la responsabilidad de formar niños y jóvenes que sepan que su propio esfuerzo y capacidades son los que van a posibilitarles una verdadera inclusión social. Personas que no deban depender del estado para sobrevivir; personas que se desarrollen y que puedan gestionar su propia vida y demostrarse que sus logros les pertenecen.
No hay verdadera libertad si se está sujeto a las dádivas del estado. Se es verdaderamente libre cuando uno tiene la posibilidad de tomar decisiones respecto de su presente y su futuro. Para eso es necesaria una formación que revalorice la exigencia y la voluntad de crecer y ser mejor. Eso es educar para la libertad.
Gentileza: Alejandra Pili – Docente – Profesora de Psicología
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