Cristina Fernandez de Kirchner. AFP-CÉSAR G. CALEROEspecial para EL MUNDO Buenos Aires
Las protestas contra los mandatarios progresistas en América Latina, como las que ahora se registran en Brasil, tienen una mano negra detrás: la CIA. Así de contundente se ha mostrado este jueves la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, para quien su homóloga Dilma Rousseff está sufriendo una estrategia desestabilizadora parecida a la que habría soportado el kirchnerismo en 2011.
Kirchner ha comparecido hoy en televisión en una nueva «cadena nacional» para realizar algunos anuncios económicos, pero no ha evitado referirse a lo que, a su juicio, supone una campaña contra los gobiernos «nacionales y populares» de Sudamérica: «El primer cacerolazo lo hicieron en 1973 en Chile contra el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Esas cacerolas tienen marca registrada y el nombre de esa marca es el de una agencia (de inteligencia) de un país del norte que suele intervenir en la política de América del Sur».
Para Kirchner, determinados sectores políticos, mediáticos y judicialesbuscan tumbar al Gobierno de Rousseff, que fue reelegida en 2014. «Primero quisieron impedir a toda costa que Dilma pudiera ser electa y ni bien ganó las elecciones en segunda vuelta, comenzaron las campañas de los cacerolazos y las acusaciones de corrupción», ha afirmado la mandataria argentina.
Para Kirchner, no es algo casual que ahora esa estrategia se enfoque en el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (investigado por el escándalo de corrupción en la empresa Petrobras): «Piensan que tal vez después de Dilma, venga Lula, que tendría grandes posibilidades de ganar las elecciones porque hizo grandes cosas por Brasil».
Ese ataque orquestado supuestamente por agentes externostendría como fin desestabilizar no sólo al Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil sino también a otros gobiernos «populares». «Están intentando frustrar los procesos de inclusión social que han alcanzado los países de América del Sur durante estos años con gobiernos nacionales y populares, esos gobiernos que algunos llaman populistas».
Autorreferencial como buena argentina, la mandataria ha comparado la crisis política que vive Brasil con la «campaña» ejercida contra el gobernante Frente para la Victoria (FpV) en agosto de 2011, cuando Kirchner se impuso en las elecciones primarias por un 50% de los votos. «Lo que está pasando en Brasil o en Ecuador y otros países de América del Sur es una radiografía de lo que nos hicieron a nosotros a partir de nuestro triunfo electoral en 2011, que sufrimos cacerolazos y corridas cambiarias (presiones sobre el tipo de cambio) entre agosto y diciembre de ese año».
La estrategia para «desestabilizar» gobiernos de izquierda comienza, según Kirchner, en 2005, tras la cumbre del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), celebrada en la ciudad argentina de Mar del Plata, donde los entonces presidentes Néstor Kirchner (Argentina ), Hugo Chávez (Venezuela ) y Lula da Silva (Brasil), «se enfrentaron a los planes de Estados Unidos en la región). «Con esos tres grandes líderes de la región y su enfrentamiento a la política de Estados Unidos empezó todo», ha subrayado Kirchner.
La líder peronista, que abandonará la presidencia el próximo 10 de diciembre, ha estado acompañada en el acto celebrado en la Casa Rosada por el candidato kirchnerista y gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y por una nutrida representación de dirigentes y gobernadores peronistas de todo el país.
Kirchner ha criticado también a la oposición argentina, que le reprochó a Scioli su ausencia del país durante las recientes inundaciones registradas en la provincia de Buenos Aires. «Esas críticas no son de buenos o malos políticos, son críticas hechas por malas personas, porque sólo una mala persona puede montarse en la desgracia ajena de una familia afectada por una inundación para atacar a otro dirigente político (…) Esa campaña no es contra Scioli, es contra todo el Frente para la Victoria«, ha zanjado.
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