San Rafael, Mendoza lunes 29 de abril de 2024

La Mentira Educativa, por Alejandra Pili

inclusión educativa¿Qué es esto que el gobierno ha dado en llamar “inclusión” educativa?; esa es la pregunta que debemos hacernos. Qué se supone que significa “inclusión educativa”.  La UNESCO en su documento conceptual la define así: “La inclusión se ve como el proceso de identificar y responder  a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación.” Imagen: Psicotdah

Según este documento el énfasis está puesto en el aprendizaje. No existe tal inclusión si no se da el aprendizaje. Este proceso implica tomar decisiones políticas que profundicen en los cambios de una estructura institucional que promueva esos aprendizajes; estas medidas deben ser serias, consensuadas, y proyectadas a largo plazo.

Cuando “inclusión” es sólo un mecanismo demagógico y populista sin planificación ni compromiso real por el cambio de paradigma, el resultado es la escuela que tenemos, que lejos de ser inclusiva profundiza la brecha cultural y educativa entre los que son favorecidos por su contexto y quienes se encuentran en estado de vulnerabilidad por la inmensa distancia socio económica que existe entre los “incluidos” y los “excluidos” socialmente.

Nuestras escuelas no estaban preparadas para este programa político. La misma escuela de siempre simplemente recibe una gran masa de niños y jóvenes que bajo cualquier circunstancia deben permanecer en el sistema. Aulas con un número muy alto de niños y jóvenes que en muchos casos no desean estar allí, pero que la escuela debe “retener” bajo cualquier costo; incluso el costo de que sólo permanezcan sin que eso signifique aprender.

El aula es un campo de batalla en el que el docente; preparado para desarrollar una clase de su materia se encuentra con niños o jóvenes que ponen una resistencia a aprender, niños y jóvenes que seguramente en muchos casos no tienen los elementos necesarios ni culturales, ni afectivos ni materiales para estar allí y encuentran ese espacio como invasivo y “obligado” porque de lo contrario sus madres no cobrarán sus planes o asignaciones que generosamente el estado les dispone a cambio de que sus hijos asistan a la escuela.

Esta escuela “sostiene” a sus alumnos aunque ni siquiera asistan con regularidad; esta escuela “sostiene” a sus alumnos aunque con reacciones agresivas respondan a esa obligatoriedad que no los incluye de verdad sino que los mantiene allí para poder decir que los incluye.

Esta escuela convierte el aula en una batalla campal en la que un docente quiere enseñar (para eso estudió), y se encuentra con que no sólo no puede hacerlo sino que más de una vez resulta psicológicamente lesionado por la impotencia que la situación le genera. En esa aula no aprenden los que “no” quieren aprender y tampoco los que “sí” quieren hacerlo.

Esta inclusión mentirosa se ha convertido en la hipocresía más grande y más dañina y cara a nuestra sociedad que fracasa en su objetivo de enseñar y formar y educar y permite que numerosos jóvenes terminen la escuela secundaria sin saber y sin aprender las habilidades básicas que lo conviertan en un ciudadano apto para ingresar en el mundo laboral que el sistema le promete.

Una escuela que pasa la mayor parte del tiempo resolviendo conflictos suscitados en esa mentira de incluir y en el fracaso que esa mentira resulta.

Una escuela que enferma a los docentes que no logran descubrir cómo llevar adelante esa tarea de enseñar, de evaluar, de construir conocimiento en medio de una lucha que la misma mentira desata.

Incluir es otra cosa. Incluir es permitir que los más desfavorecidos logren los procesos cognitivos en condiciones diferentes. Incluir significa dejar de mentir, significa enseñar bajo condiciones en las que sea posible atender a las necesidades diversas pero de verdad. Incluir es construir una escuela diferente, con una estructura diferente, con personas capacitadas para preservar las identidades de los más vulnerables pero no hacerlo a la fuerza, en una escuela que sigue trabajando como hace 50 años y que no está preparada para incluir de verdad.

Esta mentira educativa se traduce en un deterioro de la educación que cada vez forma menos; cada vez tiene menor calidad y excelencia, cada vez egresa jóvenes con una más pobre formación.

Esta es la mentira educativa. Esta es la debacle de una educación impotente y que no encuentra respuestas ni propuestas serias. Esta es la propuesta populista.

Gentileza Alejandra Pili – Docente – Profesora de Psicología

 

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