ASUNCIÓN.- En otra jornada agotadora, cargada de eventos y la última completa de su maratón sudamericana, Francisco arremetió ayer contra las ideologías, que «siempre terminan mal, no sirven, terminan en dictadura». Lanzó así otro mensaje de alto voltaje político y social, como lo hizo durante cada uno de los días de su gira.
«Las ideologías tienen una relación incompleta, enferma o mala con el pueblo. No asumen el pueblo, por eso, fíjense en el siglo pasado en qué terminaron las ideologías: en dictaduras, siempre», dijo, en un desvío del texto que tenía preparado en un encuentro con representantes de la sociedad civil en esta capital, ayer por la tarde.
Al responder a preguntas de los asistentes, Francisco volvió a reclamar justicia social, asignatura especialmente pendiente en su continente. Precisamente sobre ese eje giró el mensaje de la maratón que, en la última semana lo llevó a Ecuador, Bolivia y a este país; hoy vuela de regreso al Vaticano.
En un llamado a «acoger el clamor de los pobres para construir una sociedad más inclusiva», Francisco destacó que «no sirve una mirada ideológica que los termina utilizando al servicio de otros intereses políticos o personales».
«Para buscar efectivamente su bien, lo primero es tener una verdadera preocupación por su persona, valorarlos en su bondad propia. Pero, una valoración real exige estar dispuestos a aprender de ellos. Los pobres tienen mucho que enseñarnos en humanidad, en bondad, en sacrificio», indicó.
Acto seguido, improvisando, fustigó las ideologías, que siempre terminan en dictadura. «Piensan por el pueblo, pero no dejan pensar al pueblo. Hacen por el pueblo, pero no con el pueblo», agregó y desató una ovación entre los paraguayos, que padecieron 35 años de dictadura bajo el general Alfredo Stroessner.
En el estadio de un colegio salesiano de esta capital, ante docentes, intelectuales, empresarios, artistas, industriales, asociaciones de campesinos e indígenas y un grupo que milita en favor de los derechos gay, el Papa también volvió a destacar la importancia del diálogo y de una cultura del encuentro que reconozca algo bueno en la diversidad del otro.
Nuevamente arremetió contra la corrupción -«la gangrena del pueblo»-, reivindicó el derecho a un trabajo digno y destacó, especialmente, la urgencia de que no haya más exclusión.
«El trabajo es un derecho y dignifica a las personas. Traer el pan a casa, ofrecer a los hijos un techo, salud y educación, son aspectos esenciales de la dignidad humana, y los empresarios, los políticos, los economistas, deben dejarse interpelar por ellos», dijo, en una nueva crítica al sistema económico global.
«Les pido que no cedan a un modelo económico idolátrico que necesita sacrificar vidas humanas en el altar del dinero y de la rentabilidad. En la economía, en la empresa, en la política lo primero es la persona y el hábitat en donde vive», agregó, en medio de aplausos de los presentes, que eufóricos gritaban: «¡Francisco, querido, el pueblo está contigo!»
Lo escuchaba atentamente entre el público el presidente paraguayo, Horacio Cartes, uno de los empresarios más ricos del país, que al ingresar al estadio fue abucheado por un sector del público. Pese a que en los últimos años Paraguay tuvo crecimiento, la brecha entre ricos -una exigua minoría del 5% de la población- y pobres -algo más del 20%- sigue siendo dramática. Es más, las estadísticas indican que la pobreza extrema aumentó en un 2% en los últimos años.
No por nada, al responder una pregunta de un joven que habló de la «enorme inequidad social y alarmantes índices de pobreza del Paraguay», el Papa reiteró la urgencia de ayudar a los más débiles.
«Hay que respetar al pobre, no usarlo para lavar nuestras culpas», clamó el ex arzobispo de Buenos Aires, que en su discurso también reivindicó el modelo que las reducciones jesuíticas tuvieron en esta tierra entre los siglos XVII y XVIII.
«Paraguay es conocido en el mundo por haber sido la tierra donde comenzaron las reducciones, una de las experiencias de evangelización y organización social más interesantes de la historia», evocó. «En ellas, el Evangelio fue alma y vida de comunidades donde no había hambre, ni desocupación, ni analfabetismo, ni opresión. Esta experiencia nos enseña que una sociedad más humana también hoy es posible. Cuando hay amor al hombre, y voluntad de servirlo, es posible crear las condiciones para que todos tengan acceso a los bienes necesarios, sin que nadie sea descartado», agregó.
Por la mañana, tal como estaba previsto, el Papa celebró misa ante unas 800.000 personas en el santuario mariano de Caacupé.
Para la ocasión este poblado humilde, 60 kilómetros al este de esta capital y considerado la «capital espiritual» de Paraguay, fue invadido por una marea de argentinos con camisetas de la selección y banderas. La Dirección de Migraciones argentina estima que unos 160.000 argentinos cruzaron la frontera para ver a Bergoglio.
Durante la homilía, elogió el hecho de que en Paraguay «tienen la memoria viva de un pueblo que ha hecho carne la palabra del Evangelio». Y, una vez más, exaltó a las mujeres paraguayas. «Dios bendiga a la mujer paraguaya, la más gloriosa de América», dijo, al destacar su «gran valor y abnegación» para «levantar un país derrotado, hundido y sumergido por una guerra inicua», en referencia a la Guerra de la Triple Alianza, que se desató en 1864.
Antes, en una recorrida corta, pero íntima Francisco visitó a unos 90 chicos del hospital pediátrico Acosta Ñu. Primero visitó el área de cardiología, pasó por cuidados intensivos y de ahí fue al área de oncohematología. Entonces, en una escena conmovedora, un chico se le acercó para darle su credencial del hospital. Y Francisco dijo: «Sean humildes como este chico que se acerca a mí».
En su último evento de la jornada, celebró vísperas con obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y movimientos católicos en la catedral. Ante ellos, recordó que «el llamado por Dios no se pavonea, no anda tras reconocimientos ni aplausos pasatistas».
Hoy cerrará su gira de regreso a su continente con una visita a la población de Bañado Norte, la zona más pobre de esta capital, una misa en la explanada de Ñu Guazú y un encuentro con jóvenes
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