El comportamiento de los insectos sociales ha interesado desde hace mucho tiempo a los científicos y también a muchos que no lo son.
Hay abundantes curiosidades en la naturaleza: en las abejas y en las hormigas, la existencia de jerarquías y el funcionamiento armónico de tantos miles de individuos, en pos de la supervivencia de toda la comunidad; la ubicación de las fuentes de alimentos; el encuentro de machos y hembras de determinadas especies – sobre todo de insectos –para aparearse; la ubicación de las plantas a parasitar, etc.
¿Cómo se logra esto? Además de las hormonas que segrega internamente cada individuo, hay otras sustancias que son liberadas al ambiente y que pueden modificar el comportamiento de otros miembros de la misma especie.
A estos mensajeros químicos se los denomina feromonas y son “hormonas de comportamiento social”. Constituyen una de las vías de comunicación entre esos individuos.
La primera feromona identificada, en 1953, fue el bombykol. Es segregada por las hembras de algunas polillas para atraer a los machos. Esta señal química puede atravesar enormes distancias (casi 30 millas en algunas especies), aún a muy bajas concentraciones, para posibilitar el apareamiento.
Se han descubierto feromonas de alarma; para seguir la traza de fuentes de alimento; para el apareamiento; para indicarle a las hembras de algunas especies de insectos donde depositar sus huevos; para marcar el territorio; para unir a las madres con sus crías; etc.
Las feromonas difieren de las señales visuales o de sonido: se mueven lentamente, no se disipan rápidamente, no necesitan receptores para su detección, y su dirección no se limita a líneas rectas.
En las colonias de abejas, la reina segrega una feromona que es pasada entre las obreras e impide el desarrollo de los ovarios de las mismas.
Se ha encontrado que ciertas pequeñas avispas han evolucionado para reconocer y seguir las feromonas sexuales de los huéspedes que parasitan o predan. Llegan desde lejos atraídas por las feromonas de cochinillas, por ejemplo, depositan sus huevos en dichos insectos y luego las larvas de avispas comen y cumplen con su ciclo de vida a sus expensas.
El interés va más allá de lo puramente científico, ya que poseen importantes aplicaciones prácticas.
Es un método efectivo de control de pestes, específico y poco contaminante, ya que el producto se usa en cantidades mínimas.
Las feromonas pueden ser usadas para monitoreo, como cebos para atraer machos a las trampas, o para prevenir la copulación por el sistema de desorientación o confusión sexual.
Las feromonas constituyen una herramienta valiosa en el Manejo Integrado de Pestes.
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