Vanesa Rial es abogada especialista en Derecho de familia y, hace casi dos años, su ex novio la mantuvo secuestrada, la molió a golpes, la lavó con lavandina para limpiarle la sangre y la obligó a tomar de su orina para sellar un pacto de “almas gemelas”. Todavía tiene secuelas físicas: el tabique roto, del día en que le fracturó la nariz y las costillas, un pómulo que tendrán que reconstruirle, marcas de cuchillazos en los muslos, un ojo desviado de las piñas en la cara y un hundimiento en la cola del día en que le puso 18 inyecciones de un antiinflamatorio para que no se quejara del dolor. Las heridas físicas siguen ahí pero las psicológicas ya empezaron a sanar. Ahora Vanesa es asesora jurídica de una ONG que ayuda a mujeres que llegan a escondidas de sus parejas a pedir ayuda.
Vanesa ayuda a unas 15 mujeres por día. “La mayoría viene a escondidas, cuando sus maridos se van a trabajar y los chicos están en el colegio. Cuentan que reciben golpes y humillaciones pero no se animan denunciar porque los maridos son el sostén del hogar y ellas no tienen trabajo para mantener a sus hijos”, cuenta Vanesa (40). Es ahí que en la ONG “Las Mirabal”, en La Plata, comienza un trabajo colectivo. Vanesa les explica que pueden pedir una restricción perimetral para que el agresor no se acerque y, cuando siente que ellas están preparadas, las acompaña al juzgado.
“Para que estén preparadas para denunciarlos es importante que, mientras tanto, aprendan un oficio con salida laboral, para convencerse de que van a poder mantenerse económicamente”, cuenta. Por eso, en la ONG dictan más de 30 talleres gratuitos: desde gastronomía hasta peluquería, desde vitrofusión hasta fotografía artística, desde manicura hasta formación en técnicas de venta y marketing. “Eso es empoderarlas”, dice Vanesa. Y habla de mujeres que ya se animaron a denunciar a sus parejas y juntas, se abrieron un local comercial.
Vanesa no toca de oído: “A mí este trabajo me salvó la vida”, asegura. Y se refiere a que, aunque todavía sigue bajo tratamiento psicológico y psiquiátrico por el estrés post traumático agudo –“estuve internada por ataques de pánico y alucinaciones, lo veía en todas partes”–, tener trabajo “me sacó de la depresión. Porque aunque este señor ya estaba detenido, yo estaba recluida por el miedo que tenía. Y sin trabajo es imposible volver a empezar”. Ella también aprendió: “Me capacitaron y eso me ayudó a reflexionar y aprendí que no soy la única que pasó por un infierno así. Yo ahora les explico que el punto más alto de violencia es el femicidio, que el anterior es la violación, y que hay violaciones incluso dentro de la pareja. Pero que los primeros pasos son los más difíciles de detectar, como las bromas hirientes o los insultos de todos los días”.
Vanesa ya no es una víctima: es una sobreviviente que no sólo lucha para que su ex novio vaya preso (el juicio será en un año) sino para reconstruir su vida. “Ahora tengo trabajo, un sueldo y obra social, y me pude ir a vivir sola. Ahora sí me siento fuerte”, dice ella. Tal vez por eso volvió a animarse al amor. “Estoy conociendo a alguien”, sonríe. “Y lo que me ahora me gusta de un hombre antes hubiera sido impensado: el cariño, las palabras lindas, el cuidado”.
Fuente: Clarín – http://www.clarin.com/sociedad/violencia-genero-ong_0_1381061909.html
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