Para enfrentar esta noche a Uruguay, Martino recupera a Zabaleta y a Biglia, sin modificar la búsqueda.
En la noche gélida de La Serena, los del Tata Martino intentarán copar el campo de los del Maestro Tabárez, que, viejo vizcacha, siempre se sintió cómodo atacando los espacios. Partido claro, elección franca y poco resquemor. El clásico del Río de la Plata tiene un pronóstico de trámite algo obvio y la lógica incertidumbre que hace al fútbol el deporte más lindo de todos. Y antecedentes que anticipan la jugada, por supuesto.
Martino lo tiene en claro: Argentina depende de la pelota. Por eso, la propuesta inicial incluirá dos cambios que no harán más que ratificar la idea y el equipo que el entrenador pensó en la previa a la competencia. Pablo Zabaleta por Facundo Roncaglia y Lucas Biglia por Ever Banega implica el retorno a los once que Martino trabajó, pero, de ningún modo, un retoque en la idea madre, hecha esqueleto en el 4-3-3 del Tata. La elaboración del fútbol volverá a estar a cargo de Javier Pastore, que comenzará sobre el costado izquierdo, a diferencia del primer partido en el que se ubicó en la derecha. El enigma de la pelota radica en la idea del entrenador, que piensa que el bajón ante Paraguay ocurrió cuando el equipo comenzó a perderla. Convexo.
Tabárez lo tiene claro: Uruguay puede vivir sin la pelota. A partir de allí, intentará quitar espacios hacia atrás, compactando las dos líneas de cuatro y esperando el resquicio oportuno para atacar los vectores libres que Argentina deje. El Maestro incluirá a Alvaro González de modo de agregarle dinámica a la mitad del campo de juego. El enigma de la pelota, para Tabárez, se resuelve en que Argentina se espese de más, no logre fluidez y pierda la pelota antes de tres cuartos. Cóncavo.
En el juego de los cuerpos y de las historias, Argentina y Uruguay conviven con la memoria reciente, o no tan reciente, de la Copa América del 2011. Aquel 1 a 1, con el penal atajado por Muslera, el remate fallido de Tevez y la victoria charrúa en Santa Fe está en la memoria de un plantel argentino que quiere cambiar la historia. Ya lo dijo el propio Carlitos, en la entrevista que le brindó a Clarín, hace unos días: “No sé si será revancha, pero estoy con ganas de remediar el error que tuve”. El Apache, de todos modos, estará en el banco de los suplentes.
La insistencia de Martino para con su idea y para con su búsqueda tiene que ver con lo que el entrenador observó en los videos del primer partido. Argentina intentará replicar aquello que hizo en la primera mitad del duelo ante Paraguay. A diferencia de lo ocurrido en el complemento, en el que Ramón Díaz sumó delanteros, partió la historia y desnudó al equipo albiceleste, Uruguay impondrá su manual sin impacientarse. Eso quedó claro ante Jamaica, en los papeles un equipo menor, que le dominó algunas partes del desarrollo sin demasiadas dificultades. Eso es todo un símbolo de cara a lo que ocurrirá hoy por la noche, entre dos conjuntos que, por complementarios, harán atractivo al duelo de estilos.
La similitud fundamental entre el cóncavo y el convexo será la predisposición de ambos a insistir con lo suyo, sin contemplaciones. Son tan distintos Argentina y Uruguay que, en un punto, desean seguir siéndolo sin cambiar su manual, porque, de algún modo, lo que los hace buenos o lo que aumenta sus chances de prevalecer es, justamente, ese respeto por la esencia de sus propuestas.
Desde las 20.30, La Serena será el Río de la Plata. Cóncavo y convexo. Sólo quedará uno.
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