Vamos recorriendo la vida. A veces el camino es sinuoso, lleno de obstáculos, a veces el camino es llano pero invade con ímpetu una tormenta. Muchas veces contra viento y marea seguimos caminando, aunque sin conocer bien hacia dónde vamos. Sabemos bien que lo que queremos: es avanzar, avanzar, en ocasiones como una pluma, ligera y dejando que la brisa nos direccione, y en otras no tanto, de tumbo en tumbo.Creo que es universal, todos buscamos la ansiada felicidad, pero… ¿conocemos realmente qué es?
Hablamos de momentos de felicidad: el nacimiento de un hijo, el casamiento de un hermano, la sorpresiva visita de algún primo, quizás un abrazo, un primer beso. Luego, pasado algún tiempo, recordamos con nostalgia aquel bello momento. Pero soy optimista al pensar que estos momentos pasajeros, efímeros, no son la única forma de felicidad. Me gusta hacer una distinción entre lo que es la alegría, que en momentos como los que nombré parece sobrepasar algún tipo de limite, rebalsando en lágrimas, en una sonrisa que muestra todos nuestros dientes, y en nuestro corazón que parece no entrar en el cuerpo.
Por otro lado, está lo que yo llamo felicidad, mucho más humilde y calma, más parecida a la paz, tiene menos de amor adolescente, y mucho más del amor compañero apacible y domado. Es la sensación de HOGAR, no como lugar físico, sino como sinónimo de refugio. Es ese lugarcito interior que podemos hacer crecer, donde estamos bien con nosotros mismos, donde sabemos con quien vale la pena compartirlo, donde la respiración es profunda, y es cálido el aire que se respira. Está muy cerca, es un estado, es una posibilidad en cada instante, pero como somos tan contradictorios, preferimos buscarla en sitios que solo la alejan, preferimos convencernos que está en el auto nuevo, en aquel trabajo, o sólo cerca de determinada persona.
Necios, nos distraemos. Yo creo que en el fondo, le tenemos un poco de miedo. Como Don Juan cuando conquista la dama se acobarda. ¿No será demasiado para mí?, ¿no será muy pronto?, ¿muy tarde?, hasta llegar a absurdas conclusiones: es solo un cuento de hadas, no es para mí, o llegar a preguntarnos si esto es todo lo que queríamos.
Cuidado, porque quizás de tanto buscarla la dejemos pasar, porque su belleza no es llamativa sino sutil, es una sonrisa y no una carcajada, es la primavera no el verano. Para encontrarla no se necesita armadura y tanto coraje, solo el suficiente como para valorarla.
Gentileza
Macarena Sánchez Navarro
Licenciada en Psicología
macasnavarro@gmail.com
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