Preparado para celebrar sus 90 años (en agosto), volverá al teatro en vacaciones de invierno. Y se planta: «¿Retirarme? No».
¿Tendría sentido hoy la campaña para dejar el chupete?
Sí. Yo le presté el chupetómetro a Julián Weich para su programa. Pero hoy más bien habría que hacer campañas para las escuelas que se vienen abajo y para los hospitales oncológicos. Yo trabajé mucho en hospitales, pero no lo hice para la cámara. Hasta Trabajé en el Borda. Lo agarré a un director y le dije ¿Se ofende si hago a un loco?”. Me dijo: “No. ¡Si a ellos les gustan los locos!”.
¿Dónde fueron a parar las toneladas de chupetes que rescató?
A la basura. Porque se pudrían. No los conté, ojalá lo hubiera hecho, porque hubiera entrado en el Guinness. Dos, tres millones, qué sé yo. Lo que guardo muy bien son las cartas. ¡Y sigo llamando a los fanáticos para sus cumpleaños! Cuando me voy a Mar del Plata dos meses, me llevo anotado el día que cumplen.Me dicen cuando atienden: ¿Balá? ¡Me muero!”. Le digo: “No se muera que le corto”. Tengo unFacebook que me manejan. ¡Las cosas lindas que me dicen!. “¿Me llama para mi cumpleaños?”, pide algún grandulón. Y me anoto el número en la agenda y llamo a uno por uno.
En vacaciones de invierno va a trabajar en teatro con Panam. ¿Cómo se conecta usted con el chico de hoy?
Me conecto igual. Ya van cuatro generaciones que me siguen, contando ésta de Panam. Hay que entenderlos. Tienen otros chiches, pero siguen siendo chicos. Para ellos soy un abuelito, les hablo de Angueto y se los muestro y un pibe me dice: “¡Pero ahí no hay nada, viejo!”. Son sus padres los agradecidos conmigo que los llevan. Estoy cosechando todo el cariño que di. Di mucho cariño.
¿Le cuesta hacerse a la idea de la cercanía del retiro?
¡Retirarme no! Quiero trabajar, pero no tan seguido. Retirar me tiene que retirar el público. O yo verme agotado por la edad. Pero si me retirase, seguiría haciendo reír por la calle. Yo entro a los negocios todavía y busco el absurdo. “¿Perdón, este es el café Comola?”. Me dicen: “No, este se llama El príncipe. ¿Qué Comola busca?”. Remato: “Uno como la gente”. (Se ríe). Es una vida muy linda la mía, pero no lo hice todo. Faltó alguna cosa.
¿Qué faltó?
Un papel dramático, un psicótico. Hacer un tipo raro, medio piantao, un enfermo. Nunca se aprende en esto. (Adrián) Suar me quiere mucho y me llamó hace un tiempo, pero tendría que estar seguro y muy bien dirigido.
Con la perspectiva del pasado que le dan sus 89 años, ¿qué elige recordar y cómo lo recuerda?
Se me viene un recuerdo: Mi papá era carnicero, yo forraba los cajones de madera y hacía un teatrito. Un día me encontré una máquina vieja de proyección en un tacho de basura. Era para mí la lámpara de Aladino. ¿Y esto? Para mí era un tesoro. La saco, nadie me dice nada. Me metí en casa y le puse kerosene de la máquina de coser de mi abuela y de la araña de mi mamá agarré bombitas. Lo hice andar. Me enteré que un tipo vendía a 10 centavos el metro una película marrón sepia. Nunca pude ver la película entera porque no me alcanzaba. Ese fue mi acercamiento al cine, siempre supe que iba a ser actor. Pero mi contra era mi gran amigo…
¿Qué amigo?
Mi amigo fue la timidez. No me animaba ni a un versito en el colegio. Un día vino mi hermana, que estaba dos grados más abajo y me dijo: “¿Querés trabajar? Vamos a hacer un festival en el cine Argos. Vamos a ser provincias. Vos vas a ser Mendoza. Tenés que decir ‘Yo soy Mendoza con sus bellas tradiciones’. Le dije que no. La acompañé, subí al escenario, me acuerdo del telón de felpa. Le pedí a ser el encargado de abrir el telón y ese fue mi primer contacto con este gran amor.
En agosto cumple 90. ¿Se imaginaba que iba a llegar a esa edad?
Eso no lo imaginaba.
¿Se permite cierta tristeza?
No tengo tiempo para estar triste, tengo alegrías que me eclipsan. Y hago reír todo el día. En los aviones me pongo a bailar con las azafatas. La fórmula es recibir cariño. Yo soy de espíritu joven. El cariño te rejuvenece. Todo el mundo debería recibir cariño, pero está el poder adelante y nadie la quiere entender. Yo tengo cerca el cementerio de la Recoleta y digo: “Así terminamos todos”.
¿Se imagina a los 100 años?
No sé. Se pasó todo muy rápido. Me parece que fue ayer. Yo sólo sé que vamos a un lugar más lindo después. A un lugar de paz y amor, otro mundo. No puede ser tan malo Dios que nos dé un infierno o algo más malo que la tierra. No sé si esto es el infierno. A lo mejor la tierra es el infierno. Espero poder vivir unos años más para poder hacer reír más, unos años más.
¿Le parece que no le alcanzó con todo lo que hizo reír?
Es que es una adicción. No terminás nunca. Cuando nací, dicen que hice reír a la partera. Yo voy al shopping y me voy haciendo el loco. Es una felicidad casi religiosa la mía de hacer reír. Le hago un bien al ser humano.
Fuente: Clarín – http://www.clarin.com/extrashow/fama/Carlitos_Bala-El_Favorito_de_Extrashow_0_1383462016.html
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