Aunque la alerta roja sigue, en Junín y San Martín de los Andes, los vecinos se sumaron a los empleados municipales para limpiar los techos, veredas y calles; hay 100 personas evacuadas
Ver más fotos En San Martín de los Andes, los trabajos de limpieza empezaron ayer bien temprano. Foto: Anibal Greco
SAN MARTÍN Y JUNÍN DE LOS ANDES.- Esta vez el volcán lo agarró sabiendo de qué se trataba: compró alimentos no perecederos, agua y selló todas las aberturas de su casa con cinta de papel. Lo contaba Lucas Ansaldi mientras cargaba hasta el cordón la cuarta bolsa de arpillera repleta de cenizas. Con sus compañeros de la casa de electricidad donde trabaja, calculaban que sobre la vereda quedaban todavía unas cuatro bolsas de cenizas más.
Ayer en San Martín y Junín de los Andes -donde 100 personas de villas de emergencia fueron trasladadas a una escuela y a instalaciones militares- pudieron ver de nuevo el sol. Y los pobladores aprovecharon a salir a la calle a barrer esos tres centímetros de cenizas que cayerontras la erupción del volcán Calbuco y que los vientos llevaron hasta ahí. Ansaldi hablaba de ese efecto contagio entre los vecinos: arrancaron ellos armados de escobillones, palas, barbijos, guantes y antiparras; siguió en la otra cuadra Norma Zambelletti, que le devolvía el color al pasto y los rosales en la puerta de su pinturería; los policías se encargaban de las veredas de la comisaría y hasta el cura le daba los últimos retoques al portón de madera de la parroquia San José.
«Hoy se están iniciando las tareas de limpieza y remediación. Se empezó por el riego de las calles donde circula el transporte urbano y por los edificios públicos como el hospital y las escuelas porque aún puede que haya votación el domingo», dijo a LA NACION el intendente de San Martín de los Andes, Juan Carlos Fernández. Sin embargo, desde el municipio preferían que no se lleven a cabo las elecciones: justamente cuando se prioriza la no salida de la gente a la calle para evitar el movimiento y la inhalación de cenizas, esto implicaría una salida masiva.
Ése es el mensaje con el que insisten las autoridades: «El mejor barbijo es estar dentro de casa». De todas maneras, se les sugirió a los vecinos que cada uno se ocupe de barrer su vereda y que dejen las cenizas acumuladas en el cordón de la calle para que luego sean recogidas por un camión, que las lleva en bolsas a un centro de acopio en un terreno alejado de la ciudad.
«Ayer no salió nadie y hoy es el día dedicado a la limpieza. Y como pasó hace cuatro años en Villa La Angostura, acá van a seguir muchos días más -dijo Norma Zambelletti mientras barría la vereda de la pinturería-. La otra vez la ceniza se parecía más a una arenilla, pero ésta es como un talco.»
Pendiente de su hijo que tiene broncoespasmos, Carolina Maya armó toda una logística para que entrara la menor cantidad posible de cenizas en su casa: con sus vecinos de edificio baldearon una y otra vez el piso, pusieron cinta en todas las ranuras y trapos y sábanas mojadas en la entrada. Las zapatillas en las escaleras y dentro descalzos. Le pidió a su marido que no fume y ni siquiera prendieron la calefacción.
A Omar Vergara y Ana Lucía Chevalley les pasó lo mismo que a muchos turistas en la zona: quedaron varados en San Martín a la espera de que se levanten las suspensiones de los vuelos para poder volver, en su caso, a Buenos Aires. «Nos anotamos en una lista y nos informaron que el fin de semana puede haber noticias», dijeron.
A 40 kilómetros de ahí, el pueblo entero andaba arriba de los techos. Es que en Junín de los Andes cayó tanta o más ceniza que en su vecina San Martín. Carlos Arriagada era uno de ellos: en vez de estar asando un chivo para el festejo del primer cumpleaños de su hija como tenía planeado, andaba trepado arriba de su casa barriendo las cenizas que se habían acumulado para evitar que se hundiera el techo por el peso o que se largara a llover y ese polvo se endureciera como cemento. Sin embargo, se alegraba por esa decisión intuitiva de haber vendido el auto para poner un tanque de 1200 litros de agua bajo tierra en el patio trasero. «Ni mi señora con la nena, ni mi hija de 13 pisaron afuera -dijo-. Si alguien se tiene que enfermar, ése soy yo.»
Si bien confirmaron que la ceniza no es tóxica, las autoridades hicieron hincapié en que debe evitar inhalarse. El intendente Fernández explicó que al estar San Martín enclavada en una zona volcánica es de esperar que ocurran fenómenos como éste. «Suponíamos que la pluma podía tardar más en llegar y nos sorprendió. El Calbuco es así: es de esos que no avisa.» Ayer no se descartaba una tercera erupción.
BARILOCHE, TURISTAS VARADOS
En la costa del lago Nahuel Huapi, Mari, Mónica y Maira Ramos fotografiaban ayer el atardecer límpido después de haber pasado el día anterior encerradas en el hotel de Bariloche por la caída de cenizas volcánicas. Esta abuela, hija y nieta decidieron vacacionar una semana en Bariloche provenientes de Uruguay y Rincón de los Sauces (Neuquén) y acá las sorprendió la erupción del volcán Calbuco. Una hora antes habían estado en la cima del cerro Otto, pero no vieron nada y cuando llegaron al hotel, esa noche comenzó la caída del material. «Me asustó al principio, debo confesar», dijo Mari, quien señaló: «Están más preocupados los que están afuera que los que estamos acá».
Unos metros más arriba, en el mástil del Centro Cívico Silvestre Báez Yegros y su esposa tomaban mate contemplando el paisaje. «Estuve tres veces en Bariloche, pero nunca con sol, quise venir en esta época y mirá la historia que me tocó», dijo sonriente el hombre de Berazategui que se instaló en el hotel una hora antes de que caigan las cenizas la noche del miércoles. El corrimiento de las cenizas del Calbuco hizo recobrar el optimismo entre los turistas que, de algún modo, quedaron varados en Bariloche. La ciudad quedó asilada por vía aérea la misma noche de la caída del material volcánico.
La sorpresa de las cenizas volcánicas no generó alarma entre los turistas. El único problema fue que la oferta de actividades se limitó, ya que todas las excursiones lacustres, el ascenso al cerro Catedral y algunos paseos terrestres fueron cancelados por precaución. Según la subsecretaria de Turismo, Silvina Bonafoux, quedaban 600 turistas que debían emprender regreso anteayer y se sumaba una cifra similar que planeaba hacerlo ayer. Esos turistas mayoritariamente llegaron en avión y no tenían alternativa de regresar a sus hogares por la misma vía, dado que el único aeropuerto habilitado en la zona es el de Esquel, a 280 km de Bariloche, pero la disponibilidad de lugar para derivar pasajeros es limitada porque sólo cuenta con una frecuencia diaria y ayer había sido cancelada.
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