El sábado en un operativo, la policía detuvo a quien habría conducido el vehículo que siguió a Toledo y una compañera de trabajo para robarles. El hombre se quebró e implicó en el hecho a dos personas con antecedentes penales.
La policía había detenido a Juan Carlos Bravo en su casa de barrio El Sosneado y secuestró el auto VW Gol con el que siguieron a la empleada de la panadería Belén, Roxana Toledo para robarle. Este lunes en horas de la mañana, la jueza de instrucción Lidia Cófano le tomó declaración a Bravo, quien se quebró y admitió ser el conductor vehículo.
Además, Bravo implicó en el hecho a los hermanos Marcos y Guido Forconi, quienes se entregaron a la Justicia. Ahora habrá que determinar quién de ellos fue el que le disparó a Roxana causándole la muerte. Todo indica que Bravo buscará que se lo juzgue como partícipe secundario del crimen, ya que -según él- los hermanos Forconi se bajaron de auto y él se fue del lugar, no habiéndose enterado hasta la noche de lo que había ocurrido.
Todos tienen antecedentes penales y han estado presos. Incluso han compartido pabellón en la cárcel de San Rafael. El hecho demuestra una vez más, la nula “rehabilitación” que adquieren los delincuentes tras ser encerrados.
En este caso podría aplicarse el artículo 80 del Código Penal que determina en su inciso 7º: Se impondrá reclusión perpetua o prisión perpetua al que matare para preparar, facilitar, consumar u ocultar otro delito o para asegurar sus resultados o procurar la impunidad para sí o para otro o por no haber logrado el fin propuesto al intentar otro delito.
La jueza imputó y ordenó la prisión preventiva de Bravo, por lo que quedó detenido en la cárcel de encausados local. Similar suerte corrieron los hermanos Forcone.
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