San Rafael, Mendoza 24 de noviembre de 2024

La demencial circunnavegación de Bourgnon

Yvan Bourgnon, durante una de las escalas. | Denis TisserandYvan Bourgnon, durante una de las escalas. | Denis Tisserand

Si, como dicen, un navegante necesita una dosis de locura para dar una vuelta al mundo a vela en solitario, puede que a Yvan Bourgnon haya que atarle de por vida. Lo suyo es la navegación pura llevada al límite. Sólo así se explica el empeño del suizo en completar una circunnavegación a bordo de una pequeña embarcación no habitable, sin cabina para descansar o refugiarse de la violencia de los océanos. Tampoco emplea GPS ni partes meteorológicos, sino que mira las estrellas a través de un sextante para orientarse y llegar a puerto. Una aventura de 30.000 millas -unos 48.280 kilómetros- inédita. 

La odisea de Bourgnon comenzó el 5 de octubre de 2013 en Les Sables d’Olonne (Francia), el mismo puerto donde cada cuatro años suelta amarras la Vendée Globe, la vuelta al mundo en solitario y sin escalas. Pero él no iba a bordo de una máquina oceánica como las que llevan los patrones de la regata más salvaje, sino en su Ma Louloutte, un catamarán de 6,2 metros de eslora y algo más de 400 kilos de peso-600 cargado-. Lo más parecido a una cáscara de nuez.

Por ahora, ha completado aproximadamente tres cuartas partes del recorrido. Ha cruzado el Atlántico, con escalas en Agadir (Marruecos), Islas Canarias, y Martinica (Caribe), pasando posteriormente por el Canal de Panamá para alcanzar el océano Pacífico, donde fue atracando en islas como las Galápagos, Samoa, Tahití o Fiji. Durante ese periodo, Yvan Bourgnon sufrió varias tormentas a la intemperie y su catamarán llegó a volcar en un par de ocasiones. Sin embargo, fue en el Índico donde su proyecto -y tal vez su vida- estuvo a punto de irse a pique.

Drama en Sri Lanka

El pasado 1 de agosto el marino estaba a punto de culminar la etapa Bali/Sri Lanka, una de las más duras por las condiciones de mar y viento que se encontró. Siempre según el relato del propio protagonista, debido a las inclemencias no había dormido durante cuatro días, así que, en cuanto los elementos se lo permitieron, trató de descansar. Cinco minutos después de rendirse al cansancio, el barco encalló a causa de un fallo en el piloto automático, uno de los pocos caprichosos tecnológicos que posee para poder descansar.

Bourgnon salió despedido por el impacto contra las rocas, si bien por fortuna su catamarán le sirvió de escudo ante las repetidas embestidas de las olas. El ‘Ma Louloutte’ acabó destrozado, al igual que el ánimo de su patrón. Sólo le quedaban unas 5.000 millas para completar su aventura.

No obstante, el sueño de convertirse en el primer hombre en dar la vuelta al mundo en una embarcación no habitable no se truncó en el accidente. Yvan decidió reconstruirla junto a su equipo de tierra, mejorando algunos elementos como las dimensiones del mástil. Los trabajos se prolongaron durante varios meses hasta que, finalmente, el pasado 22 de marzo zarpó de Sri-Lanka rumbo a Yibuti, pequeño país africano ubicado en el conocido Cuerno de África y cuyas aguas eran hace unos años una de las más peligrosas del planeta por la presencia de piratas.

En África

Foto: Denis TisserandFoto: Denis Tisserand

El suizo volvió a pisar tierra firme este miércoles. Sano y salvo tras una etapa marcada por el escaso viento y las temperaturas sofocantes. Ahora toca descansar y reparar como sea la potabilizadora de agua del barco. Por delante le queda una complicada travesía por el Mar Rojo y el canal de Suez para entrar en el Mediterráneo, donde hará escala en Sicilia antes de regresar al Atlántico, visitar Lisboa y poner fin a su demencial periplo en Les Sables d’Olonne.

No se trata de un proyecto mediático ni cuenta con el apoyo de una gran compañía. El navegante se ha rodeado de su gente y recibe ayuda de pequeñas empresas que han ido uniéndose a su aventura, entre las que se encuentra la española Composite Patch, fabricante de innovadoreskits de reparación de emergencia para barcos que ya emplean flotas de la talla de la Volvo Ocean Race o la Vendée Globe.

Cuando está en el mar, Yvan Bourgnon habla el mismo idioma que Eric Tabarly o Bernard Moitessier. Ganó pruebas transatlánticas como la Mini Transat (1996) o la Transat Jacques Vabre (1997) y se hartó de la competición. Se subió después a grandes multicascos en busca de récords y acabó buscando retos inverosímiles, como cuando en 2012 cruzó el Cabo de Hornos en un catamarán Nacra F20 de seis metros. Nunca antes nadie se había atrevido a completar esas 470 millas en un barco tan pequeño y sin protección alguna. Tampoco a nadie se le había ocurrido dar una vuelta al mundo en una embarcación que roza lo infrahumano. Pura locura.

 

Fuente: http://nauta360.expansion.com/2015/04/15/zona_de_accion/1429106167.html
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