Las cifras del Banco Central y el Indec determinan que el cepo agravó la restricción externa. Foto: DyN
A tres años de su traumática irrupción en la vida económica de los argentinos, los números no dejan lugar a dudas: el cepo cambiario fue más exitoso en desalentar el ingreso de divisas que en frenar su salida. Por lo mismo, el que fue ideado como un instrumento para lidiar con la denominada «restricción externa» y tratar de superarla, en definitiva, no hizo otra cosa que agravarla.
Así, los efectos del cepo, potenciados por la opción que el Gobierno tomó por el atraso cambiario (al adoptar el tipo de cambio como ancla antiinflacionaria), no hicieron más que sembrar el germen del clima recesivo en el que se sumergió la economía local desde entonces, al plantear serias limitaciones a la industria y algunos servicios, entre otras cosas. A esta conclusión llegó el economista y consultor Federico Muñoz, al traducir en números las causas del fracaso del cepo siguiendo los datos del Balance Cambiario que regularmente reporta el Banco Central (BCRA), que permite analizar los flujos brutos de oferta y demanda de divisas.
Así logra determinar que mientras en 2011 (el cepo se instauró a fin de octubre) salieron del país US$ 152.000 millones entre pagos de importaciones, giros de utilidades, pagos de deuda y fuga de capitales, en 2014 la salida bajó casi 40% al sumar US$ 92.000 millones.
Sin embargo, esta fuerte caída en la demanda de divisas no logró equilibrar el mercado cambiario porque, en forma paralela, el ingreso bruto de dólares comerciales y financieros cayó en el mismo período de US$ 145.000 millones a US$ 97.000 millones, generando una situación de estrés financiero y cambiario que cargó de incertidumbre a la economía, le quitó previsibilidad y dilató inversiones.
La asfixia se hizo mucho más notoria por el canal financiero, pese al estado de relativo aislamiento en que se mueve la economía por los conflictos con los fondos buitre y las restricciones derivadas de las deudas aún no arregladas entonces con el Club de París y las empresas que ganaron juicios ante el Ciadi. En esa cuenta ingresan todas las divisas que consiga el país por colocaciones de deuda pública o privada, créditos de organismos internacionales o de privados y el financiamiento de empresas extranjeras a sus filiales locales.
Aun con estos condicionantes, la economía había registrado ingresos por US$ 55.000 millones por ese concepto en 2011 y por sólo US$ 19.000 millones en 2014, con una caída de más del 65% ante el temor a ingresar dólares al país que derivó del cepo.
Las cuentas que ensaya Muñoz dejan en evidencia que «el cepo resultó eficaz para bloquear la salida de dólares, pero no fue solución para la restricción externa, porque las barreras impuestas desde aquí terminaron desalentando fuertemente su ingreso», como describe en su informe. Y esta supuesta eficacia que se le adjudica al cepo para evitar la salida de dólares también se desdibuja cuando se observa que, en muchos casos, sólo postergó esos egresos para más adelante.
Por su parte, el balance de pagos del Indec reportó para 2014 un déficit en la cuenta corriente de US$ 5068 millones (1,4% del PBI), el peor desde 2000. Pero si se cruzan esos datos con los de la Aduana, el rojo sube hasta US$ 9000 millones.
Sin embargo, el dato más curioso es el boom que describe de reinversión extranjera en consonancia con la instauración del cepo, algo que a los ojos de un neófito podría estar mostrando el poder de seducción del modelo, que «en realidad no es tal», advierte Maximiliano Castillo Carrillo, de la consultora ACM.
Lo que sucede es que allí aparecen como reinversión de utilidades «los saldos líquidos que las empresas acumularon en los últimos años en sus cuentas de inversión, a la espera de poder ser remitidos al exterior cuando las restricciones terminen».
Castillo recuerda que el cociente promedio entre utilidades y su reinversión en el país rondaba el 47%. «En la actualidad la misma proporción salta al 76%, por lo que si simplemente suponemos que de las utilidades reinvertidas tras el cepo el 47% son fondos que efectivamente las empresas destinaron a alguna inversión y consideramos que el resto son fondos que quisieran -pero no pueden- enviar a sus casas matrices, se pueden estimar en el orden de 10.300 millones las salidas por este concepto reprimidas», explica.
La suma representa un tercio de las reservas contables del BCRA (en las que se computan los créditos obtenidos de China, los pagos de deuda congelados por decisión judicial y los préstamos obtenidos de otros bancos centrales), pero un 64% de las reservas netas, que se estiman en US$ 16.000 millones y surgen de restarles toda esa clase de anabólicos.
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