San Rafael, Mendoza jueves 28 de marzo de 2024

De “Speedy” no tiene nada

speedyPagando una fortuna por el “servicio” de internet en mi casa, estoy sentado en un cibercafé (sin café), que más bien es una suerte de cueva con wi-fi. Gracias Speedy, gracias Telefónica “de Argentina”.

Hace más de 15 días que, sin motivos claros, Telefónica dejó de brindarme internet, a pesar de tener todas las facturas pagas y al día. Al primer llamado al 112 (número de reclamos de todo tipo), de solo escuchar la voz de la locutora que contrataron para grabar el “bienvenido al 112 de Telefónica…”, ya se me erizaron los pelos del cuerpo. Todos sabemos que el llamado que empieza con la voz de esa mujer, puede ser eterno. Después de un rato, un señor en Tucumán, un empleado, un tipo que me dio su nombre de pila como si me sirviera de algo, preguntó “¿en qué lo puedo ayudar?” y luego de mi explicación dijo que según le figuraba en su sistema, había “inestabilidad” en mi línea telefónica. Le pedí lógicamente, que lo solucionara a la brevedad, puesto que trabajo con internet. Me prometió –cual político en campaña– una solución en no más de 72 horas (aunque hábiles).

Pasaron las 72 horas y nadie de la empresa tocó el timbre de mi casa para solucionar la inestabilidad de la que el tucumano me hablaba. “Con fe, con esperanza” (diría otro político en campaña), llamé nuevamente a Telefónica y esta vez, me atendió una mujer. “El reclamo ya fue tomado, sigue habiendo inestabilidad en la línea, bla, bla y más bla”. Otras 72 horas debería esperar.

Hice más llamados, pero al no haber pasado las benditas 72 horas desde ese segundo reclamo, la voz grabada de la locutora que más insultos debe recibir en Argentina (o que debe estar en el top five, al menos), me dijo algo así como “señor, no rompa las bolas, estamos trabajando en lo suyo”, tras lo cual, siguió ese frustrante “tu, tu, tu…”.

 Fui a la empresa, a las oficinas que tiene Telefónica en San Rafael. Ellos “no pueden hacer nada”. “Tiene que llamar al 112 señor, y esperar”, fue toda la respuesta que el empleado pudo decirme. El sistema está ideado para que uno no pueda reclamarle a nadie en la cara, eso evita todo tipo de eventual (y seguramente justificado) contacto corporal.

 Seguía sin internet y seguía llamando a Telefónica cada tanto, cada vez con más descreimiento de un sistema que no sirve para nada, y que se aprovecha de la inoperancia del Estado (nada nuevo bajo el sol). En Defensa del Consumidor admiten que hay innumerables reclamos hacia las empresas de telefonía por año. Entonces, no se entiende cómo el Estado a sabiendas de esa situación, no actúa de una buena vez, de oficio o como sea, y sanciona a esos incuestionables delincuentes, para que finalmente, algún día se decidan a brindar su parte del contrato como en cualquier país medianamente serio.

 Como si fuera una burla constante, cada llamada para reclamar finalizaba con una encuesta para calificar la atención del empleado que me atendía. Las calificaciones fueron en caída libre, hasta que a lo último no podía entender cómo tienen el descaro de hacer esas preguntas inconducentes.

 Al concluir esta carta al lector, sigo sin internet sentado en otro locutorio, esta vez un poco menos parecido a un tugurio de Tirasso al fondo. Según Telefónica, se me descontarán en la próxima factura, los días que me dejaron sin el servicio. Con fe y con esperanza, a Telefónica, a Speedy, no le creo nada.

 

Max Cristian Belaeff

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