Algunas de las antenas del radiotelescopio ALMA, en el desierto chileno de Atacama.ESO
«Equipado con sus cinco sentidos, el hombre explora el universo a su alrededor, y a esta aventura la llama ciencia». En Orígenes, un magnífico libro de divulgación astronómica publicado recientemente en España (ed. Paidós), Neil de Grasse Tyson y Donald Goldsmith citan estas famosas palabras de Edwin Hubble para recordarnos que, en realidad, «hasta los últimos siglos, apenas se sabía que los sentidos sólo abren una estrecha ventana al universo físico». Si tenemos en cuenta todo lo que el desarrollo tecnológico nos ha permitido descubrir más allá de lo que nos permiten percibir las limitadas herramientas sensoriales del cuerpo humano, estos dos autores proponen que la frase de Hubble debería completarse así: «Equipado con sus cinco sentidos, además de telescopios y microscopios y espectrómetros de masas y sismógrafos y magnetómetros y detectores y aceleradores de partículas e instrumentos que registran la radiación de la totalidad del espectro electromagnético, exploramos el mundo que hay a nuestro alrededor, y a esta aventura la llamamos ciencia».
Aunque pierda su belleza poética, esta reformulación de la frase de Hubble describe con mucha mayor precisión el gran salto tecnológico que ha amplificado de manera espectacular nuestra capacidad de exploración, transformando por completo nuestra visión del Universo y del lugar que ocupamos nosotros en él. Un gran reportaje publicado este pasado domingo en EL MUNDO diseccionó el último avance más espectacular en esta revolución científica: las 66 antenas de ALMA, el mayor radiotelescopio del mundo, que desde el desierto chileno de Atacama apunta al Cosmos profundo para captar un tipo de radiación invisible al ojo humano y detectar así el rastro del Big Bang, de las primeras estrellas y galaxias, del nacimiento de los planetas…
Frente al insoportable horror del calvario narrado ese mismo día en las páginas de este periódico por nuestro compañero Javier Espinosa, cuyo secuestro de 194 días refleja el lado más oscuro del animal humano, los ‘ojos’ de ALMA pueden ayudar a reconciliarnos con nuestra especie. Somos primates capaces de la peor barbarie, desatada por el odio enfermizo de un fanatismo atroz, pero también podemos colaborar juntos, en un esfuerzo internacional de 21 países, para explorar, como dice Rafael Bachiller, nuestros orígenes cósmicos
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