La Expo de Milán que comienza en mayo tendrá todos los condimentos de los megaeventos: 145 países participantes, 7.000 eventos programados en un predio de más de un millón de metros cuadrados, más de 20 millones de visitantes y una inversión de 4.000 M de euros.
Las Exposiciones Universales se realizan cada cinco años y duran seis meses y están pensadas como un sitio donde fomentar las relaciones globales y promover discusiones que ayuden a encontrar soluciones a desafíos globales. En este escenario gigantesco, la Argentina intentará sacar provecho del tema central del encuentro: la producción de alimentos.
A tal fin, a tres meses de la apertura (se desarrollará entre el 1 de mayo y el 31 de octubre), la Cancillería presentó el pabellón «Argentina te alimenta», de 1.907 m2 y en plena construcción, del cual se exhibió su maqueta en un acto que tuvo lugar en el Palacio San Martín.
La larga historia de las expos universales tiene su prólogo a fines del siglo XVIII, cuando en 1798 la ciudad de París inauguró una muestra de los productos de su industria. Pero entonces el mundo era demasiado chico.
La Oficina Internacional de Exposiciones recién reconoce a la de 1851, en Londres, como el germen auténtico de las actuales expos. Entonces, la «gran exhibición de los productos industriales de las naciones» contó con 25 países invitados y 6 millones de visitantes.
Con los años, globalización mediante, la cantidad de visitantes se incrementó y en Hannover 2000 los asistentes superaron los 19 millones, en Aichi 2005 treparon a 22 y en Shanghai 2010 alcanzaron la cifra impensada de 73 millones.
El país tiene un rico anecdotario en las exposiciones aunque la más recordada es la de 1899, en Francia (que le dejó a París el eterno regalo de la torre Eiffel). Sobre todo por el periplo del pabellón que nos representó. Premiado como el mejor entre los países extranjeros, se pensó en rematarlo por la crisis que atravesaba el país. Finalmente fue desmantelado y traído de vuelta en barco, en un viaje tormentoso que obligó a arrojar al océano partes de la estructura de hierro (originalmente pesaba cerca de 1.700 kilos).
Una vez aquí, se lo instaló frente a la plaza San Martín, en Retiro, y años más tarde albergó las muestras del museo Nacional de Bellas Artes. Pero a principios de 1930, cuando se decidió ampliar la plaza, el edificio tuvo un final silencioso y opaco: fue desmantelado, los grupos escultóricos repartidos en la Ciudad y la estructura rematada.
Si en un principio las exposiciones universales se perfilaban como un evento industrial, con los años fueron tomando un concepto más abarcativo que derivó en temas universales como el de este año («Alimentar al Planeta, Energía para la Vida»). Así, muchos de los congresos y actividades estarán enfocados a problemáticas sensibles de la actualidad, como la búsqueda de modelos de producción y consumo basados en la sustentabilidad.
En ese sentido, el país definió un puñado de temas para diferenciarse: los avances alcanzados en siembra directa, generación de ganado transgénico y clonación.
Pero aprovechando el espacio de debate que impulsa la expo, llevará también tres reclamos principales para echar sobre la mesa de discusión: el proteccionismo agrícola, los tratados de libre comercio y la especulación generada en torno a los commodities.
«Será el mayor evento de magnitud global organizado por Italia en los próximos años. Es una expo por el futuro y estamos felices por la participación argentina, sobre todo por el contenido que podrá aportar. La riqueza de su tierra, su experiencia en el campo agrícola y alimenticio serán fundamentales para que se transforme en uno de los protagonistas; Argentina alimenta al mundo», señaló el vicecanciller italiano, Mario Giro, durante el acto.
A su turno, el vicecanciller argentino, Eduardo Zuain, destacó la importancia de la cita global. «Tenemos récord de participación en las expo universales, son una gran oportunidad para que el país presente lo que es, y también presente sus sueños y sus metas. El lema de «Alimentar al planeta» es algo que nos toca muy de cerca. Pero nuestro pabellón no tendrá sólo la impronta del ´granero del mundo´, también reflejará la importancia de nuestro valor agregado, nuestros alimentos como un producto industrial».
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