San Rafael, Mendoza viernes 19 de abril de 2024

El trago amargo de la plata dulce

economíaInflación, déficit fiscal y atraso cambiario. Ésa es la fórmula. El ajuste que lo haga todo el sector privado, mientras el Estado se dedica a gastar irresponsablemente para -según la argumentación presidencial- sostener «la alegría del pueblo».

Pero resulta que la sobrevaluación, las alzas de costos y la presión impositiva, más la sobrevaluación cambiaria, la plata dulce o dólar que se revalúa menos que la inflación ya pusieron en serios problemas a varias economías regionales. La plata dulce está complicando mucho a los azucareros, viñateros y bodegueros, a los productores de peras, manzanas, ajos y cebollas.

En parte es el resultado de la apreciación del dólar y la caída de los precios de materias primas y varios productos. Pero el mercado interno también está en crisis. Surgieron pedidos de auxilio. El gobernador mendocino, Francisco Pérez, escucha los pedidos de que el Estado compre nada menos que 200 millones de litros de vino para sacarlos del mercado de bebidas alcohólicas y destinarlos a destilación u otra forma de eliminación. Como si las automotrices reclamaran que el Estado compre unidades terminadas para desarmarlas y vender repuestos.

Como si el Gobierno pudiera ponerse a jugar a tener el banco central del vino. Una vuelta a las intervenciones que sostenían artificialmente viva y con costo fiscal una industria fenecida de los vinos comunes. Ocurrió hasta comienzos de los 90. Los vinos argentinos modernos, de fama internacional, son producto de la salida del Estado del mercado.

Salió por la puerta y en la crisis de 2001 y 2002 lo metieron por la ventana. Con una suerte de impuesto y subsecuente subsidio a vinos comunes que cada vez menos gente quiere tomar. La solución ahora parece ser que los compre el Estado y los haga desaparecer de algún modo.

Otra idea que puso los pelos de punta a los azucareros es que se aplique un impuesto interno cercano a 30% a jugos y gaseosas que no endulcen con productos de fruta. Es la idea para subsidiar al mosto de esas uvas que irían para vinos que nadie compra. Hay bebidas que jamás cambiarán el azúcar de caña o las que provienen de granos por cuestiones de formulación. La que tiene la famosa fórmula secreta, por ejemplo. Inevitablemente subirían de precio y caería la demanda.

Para los que pudieran endulzar con mosto de uva sería negocio. Y caerían la demanda y el precio del azúcar de caña, que tampoco pasa por un buen momento. «No nos exporten el problema del vino a los azucareros», clamaron desde Tucumán. Un impuesto como el que destruyó la venta de autos sobrevuela el mercado de bebidas sin alcohol. Mientras tanto, las automotrices languidecen. Quedan algunas unidades del Procreauto II para entregar, pero no se pueden hacer compras nuevas por ese mecanismo que no fue renovado y ya no existe.

El contexto no ayuda. La caída de la demanda de Brasil pone en problemas al sector de ajos y cebollas, al olivícola y también al de los vinos, que sobran en el planeta mientras aquí se viene una buena cosecha. Una tormenta perfecta, parecida a la de 2001. Mientras, el Gobierno da incentivos para que la gente ahorre en dólares en los bancos, después de haber destruido el mercado inmobiliario pugnando por pesificarlo. Una chapucería lleva a la otra. En todo lo que el Estado ha intervenido en nombre de la mesa de los argentinos, la reindustrialización o la soberanía energética fue un desastre. Cristina se despedirá con un país que ya no tiene trigo ni carne ni lácteos para exportar, que necesita que el Estado compre vino, que tiene en problemas a productores de peras y manzanas.

Cristina logra aún atraer a empresarios que sueñan con algún favor de última hora, una patadita a sus competidores. El milagro final que lo cambie todo. Como el personaje de Julio De Gracia en el final de Plata dulce, que se ilusionaba con que una buena cosecha arreglara todo.

 

Fuente:http://www.lanacion.com.ar/1768811-el-trago-amargo-de-la-plata-dulce
Por Jorge Oviedo | LA NACION

 

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