El abaratamiento de la soja desinfla las cuentas del Mercosur, que produce más de la mitad de la cosecha mundial
La soja crece robusta en los campos alrededor de Lima, un pueblo de 10.000 habitantes al norte de Buenos Aires. Las lluvias del verano austral hacen prever una cosecha histórica del oro verde, la oleaginosa que gracias al uso de semillas transgénicas ha revolucionado la agricultura del sur de Latinoamérica en las últimas dos décadas. Allí, Esteban Barbi, uno de los dueños de la empresa agrícola Barbi Hermanos, y su ingeniero agrónomo, Jaime Mestre, cuentan los días que faltan para la cosecha de abril. Pero están preocupados, este año perderán el 5% del capital invertido en la cosecha de 4.000 hectáreas de soja. Y la razón fundamental es clara: la soja valía hasta el pasado miércoles un 27% menos que un año antes, unos 364 dólares por tonelada.
¿Por qué cultivan a pérdida? «¿Cómo hacés para parar este circo? Todas esas máquinas están compradas con crédito. Todas las empresas tenemos compromisos a cinco años», comenta Barbi. «La soja es un 50% más barata de producir que el maíz», apunta su asesor financiero Adrián Seltzer, de la consultora Granar. Además, en Argentina rigen cupos para la exportación de trigo y maíz, con el objetivo de reducir los precios de los alimentos para la población local; mientras que está desregulado el envío de soja al exterior, que es adonde apuntan las cosechas sudamericanas de este grano. China acapara el 66% de las importaciones mundiales de la oleaginosa. Lo sigue la Unión Europea, con el 11%.
Pero no solo Argentina mira con preocupación el abaratamiento del oro verde, cuya cotización se ha reducido ante el final de un ciclo de diez años de altos precios de las materias primas, y también por el encarecimiento del dólar y por la buena cosecha que se espera en Estados Unidos, Argentina e incluso Brasil, a pesar de la sequía. El 52% de la producción mundial está concentrada en cuatro de los cinco países del Mercosur y en un quinto que está en proceso de sumarse al bloque, Bolivia. Brasil produce el 30% de la soja en el mundo, solo por debajo de EE UU. Lo sigue Argentina, que aporta el 17%. Paraguay, sexto productor mundial, cosecha el 3%; Uruguay, el octavo, el 1,2% y Bolivia, el décimo, el 0,8%.
«Con el precio bajo, los productores de soja invertirán menos en maquinaria, semillas o fertillizantes, y eso hará caer la productividad, lo que en última instancia subirá los precios el día de mañana», opina el analista Marcelo Accari, de la consultora Morgan García Mansilla. Accari y Seltzer coinciden en que el mal tiempo puede volver en futuras cosechas de soja, con lo que el precio resurgiría, a diferencia de lo que sucede con los del petróleo o los minerales. El crudo y el mineral de hierro vienen cayendo más que la soja en el último año, 49% y 50%, respectivamente. El cobre, menos, 18%, aunque disminuyó 40% respecto de su récord. La soja bajó un 43% desde su máximo de 2012.
Más allá del impacto del abaratamiento de los cultivos en el negocio agrícola, la bajada del precio de la soja comporta diversos efectos macroeconómicos en los cinco países sudamericanos que la producen. Para una economía diversificada y con un mercado interno importante como Brasil, la oleaginosa supone el tercer producto de exportación, con el 7% del total de las ventas externas. «Brasil estará menos afectado que Argentina, Paraguay o Uruguay por la bajada de la soja, que igualmente refuerza el impacto de la caída de las demás materias primas», observan Jürgen Weller, economista de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Solo el 35,4% de sus exportaciones son industriales, aunque ese nivel es la envidia de otros países de la región.
Para Argentina, la soja y sus derivados de aceite y harina totalizan el 22,4% de las ventas al extranjero. Al menos Argentina no depende tanto de las materias primas, como Colombia, Chile, Perú o Venezuela (el otro socio de Mercosur), dado que el 32,6% de sus exportaciones son productos manufacturados. Pero tampoco puede descansar tranquila. Weller apunta a que la caída de la soja afectará la recaudación impositiva, dado que el país grava con un impuesto del 35% la exportación del grano, y además necesita los dólares que le aportan las exportaciones para contrarrestar la escasez de divisas ante la crisis de deuda que sufre y que le impida financiarse en los mercados internacionales. Los gravámenes a las exportaciones de soja y sus derivados aportaron alrededor del 3,5% de la recaudación tributaria de Argentina en 2014. Al igual que en otros países vecinos, algunos de sus agricultores guardan en silos las cosechas a la espera de una mejor cotización. Los Barbi juran que vendieron todo lo recolectado para saldar compromisos.
«El impacto en el PIB sería más fuerte en Paraguay», comenta el experto de CEPAL. El complejo sojero aporta el 37,2% de las ventas externas. Este año habrá una buena cosecha en Paraguay, pero una mala hizo caer el PIB 1,2% en 2012 y otra récord en 2013 lo hizo subir el 13,6%. Solo el 8% de sus exportaciones son industriales.
Para Uruguay, el oro verde representa la primera exportación, con el 15% del total. Para Bolivia, el complejo sojero aporta el 8,1%. Claro que también dependen del conjunto de las materias primas y sus derivados: solo el 26% de las exportaciones uruguayas y el 5% de las bolivianas son manufacturas.
Los que respiran algo más tranquilos son los campesinos que pelean por las tierras con los productores de soja en zonas menos fértiles que la Pampa Húmeda. Ellos defienden sus bosques y su agricultura familiar en peleas por tierras. «Es posible que se desaliente la producción, sobre todo en las zonas mas alejadas de los puertos y con condiciones menos de suelo y clima menos favorables. Sin embargo, en las provincias argentinas de Salta, Chaco y Santiago del Estero los conflictos y las talas de montes prevalecen, mas allá de la soja», advierte Diego Montón, dirigente argentino de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo-Vía Campesina.
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