La muerte del fiscal especial Alberto Nisman contribuyó a enrarecer el clima en el oficialismo y hasta podría generar un realineamiento electoral. Daniel Scioli y su entorno estarían impactados por algunas encuestas que muestran una abrupta caída de la imagen positiva de CFK, ya que la mayor parte de la opinión pública cree que Nisman fue asesinado y que algún sector del oficialismo está implicado en el hecho en forma directa o indirecta.
En torno al gobernador bonaerense crecen entonces las presiones para que éste dé un paso decisivo y se diferencie profundamente del cristinismo, algo que hizo a medias cuando visitó un mes atrás el stand de Clarín en Mar del Plata. “No nos van a dar participación en las listas, nos van a usar y después encima nos van a culpar de la derrota”, sintetizó un senador provincial estrechamente ligado a Scioli.
Uno de los principales asesores de su campaña sostiene que la debilidad de CFK hoy es muy grande y que llegó la hora de animársele. O sea, desafiar públicamente su liderazgo para negociar las listas en mejores condiciones o, de ser imposible, patear el tablero y renunciar a la carrera presidencial denunciando la intolerancia del cristinismo. Son pocos los que creen que Scioli se anime a tanto, aunque se habla de que el próximo sábado el intendente de La Matanza y presidente del PJ de Bs.As., Fernando Espinoza, haría un acto conjunto con el gobernador y que el mensaje sería decididamente no kirchnerista.
Esta tensión agudizada a partir del caso Nisman está creando una expectativa muy importante en el conjunto del peronismo no oficialista y sobre todo en el massismo. Si Scioli entra en crisis pública con Cristina, renuncia a la candidatura o es marginado por los talibanes de Olivos, una gran masa de votantes y dirigentes que lo siguen podrían encaminarse rápidamente hacia Tigre, ante la evidencia de que el Frente para la Victoria sólo expresará al núcleo de obsecuentes de la presidente. Es más, en la mesa chica de Sergio Massa se estudia a fondo la alternativa de dar un golpe de efecto que, según se dice allí, sería el equivalente a la denuncia del pacto sindical-militar con la que Raúl Alfonsín hizo tanto ruido en la campaña presidencial del ‘83. En este caso el tigrense denunciaría el pacto CFK-Macri para destruir al peronismo. Si Scioli entra en crisis, las condiciones para esa denuncia serían prácticamente óptimas.
Es más, existiría un libro, terminado y listo para ir a imprenta, escrito por asesores de Massa que se llamaría El Pacto y que desarrollaría esa tesis. Obviamente, el objetivo sería captar al voto sciolista y polarizar contra Macri, partiendo de la presunción de que el Frente para la Victoria, si Scioli no es candidato, sólo puede aspirar al tercer puesto, quedando fuera del ballotage.
Macri con nuevo dilema
Claro está que en el PRO también perciben que el escenario a partir de la muerte de Nisman también los obliga a replantear estrategias. Una discusión central entre macristas aperturistas y ortodoxos es si llegó el momento de minimizar el acento antiperonista de la alianza Macri-Sanz para volver a construir una “pata peronista” que evite que Massa se quede con todo el voto justicialista no K. La oportunidad está casi servida en bandeja, porque la llegada de Francisco de Narváez al Frente Renovador reordenó el tablero. Por un lado, le dio a Massa un candidato a gobernador más serio que Darío Giustozzi o Felipe Solá, que amaga con lanzar su candidatura a la primaria la semana que viene. Pero también aceleró rupturas: Gustavo Posse volvió a arrimarse al PRO y lo más significativo es que Jesús Cariglino estaría en tratativas reservadas con amigos de Macri con vistas a una fórmula Posse-Cariglino que podría fracturar el voto massista en la primera sección electoral.
Como era previsible, Jaime Durán Barba se resistiría a que Macri aparezca liderando a una parte del peronismo bonaerense. Pero la necesidad tiene cara de hereje. En Buenos Aires, Macri sigue sin candidato a gobernador y sin un armado convincente, ya que en Vicente López su primo Jorge hace agua.
Como en un efecto dominó, el impacto del caso Nisman también lo lleva a Macri a tener que enfrentar nuevos y difíciles dilemas. Afianzarse como el candidato del antiperonismo o abrir los brazos como Alfonsín en el ‘83 para captar también fragmentos de la diáspora justicialista.
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