San Rafael, Mendoza viernes 26 de abril de 2024

Lo nuevo de La Renga: A punto y con la cocción justa

La RengaEn la última década, dentro de lo espaciado de sus ediciones, La Renga cerró filas alrededor de un sonido como siempre pesado, pero sin elasticidad ni matices. Duro, sin sutilezas, como abroquelándose en ese andar ermitaño donde se permiten pocas presentaciones anuales y menos noticias aún. Acentuado en discos de títulos bombásticos como Detonador de sueños (2003), Truenotierra (2006, con el plus de un disco de zapadas instrumentales) y Algún rayo (2010), el recrudecer no le quitó fama ni seguidores, aunque tampoco le agregó clásicos a su repertorio.

El flamante Pesados vestigios admite cambios saludables. Como si la contractura y el rugido se articularan con soltura, sin rigidez, como si regresaran a la idea de componer canciones. La trilogía inicial (Corazón fugitivo, Nómades y Mirada de acantilado) surge como si constituyera una road movie, avanzando sobre algunos tópicos (el escape de la ciudad, la ruta, la libertad, el horizonte empático de la imaginación) que la banda heredara de la película Easy Rider y aquel Born to be Wild (Steppenwolf) que versionaran en sus comienzos: la coda podría ser Días de sol, donde consagran, como antítesis de su fuga citadina, a “la pantalla fría de una red virtual”. Sabes que funciona como aliado de la elegía existencial de Cuando estés acá (1998), con la participación de Ricardo Soulé (Vox Dei) en voz, violín y marco espiritual.

Hay dos homenajes sentidos que también llegan consecutivos: San Miguel (dedicado a Miguel Ramírez, fan/hincha de San Miguel/allegado al trío que falleciera víctima de una bengala en aquel show en el Autódromo de La Plata) y Pole (evocador de Víctor Poleri, actor de varios clips y uno de los dueños del Galpón del Sur, donde la banda empezara a hacerse conocida). En el primero, cabalgan en un rock con el sello ranchero de Creedence, con sencillez y calidez y en el segundo con un efusivo riff céltico que, con la propulsión rockera, parece emular a los viejos Thin Lizzy.

Otro par de tópicos infaltables proporcionan los momentos menos agraciados: Muy indignados, su habitual diatriba anti-críticas, y Motorock, de obvios ribetes. Hacia el final se ubica lo mejor: el monólogo interior de No para de aletear (con la viola de Chizzo simulando una mosca) y el delicioso Masomenos blues, o cómo conjugar feeling, Física, La Pesada y humor en el mismo tema.

Alguna vez, el baterista Tanque dijo al Suplemento Si! que “un asado quemado es mejor que un sushi bien preparado”, como encarnando a parrillero zen de Mataderos. Vale parafrasearlo para decir que esta vez todo salió a punto, sin arrebato, con la justa y lenta cocción. Se puede aplaudir.

Un «packaging» que agrega valor al disco

Con el vigente argumento de “dar un plus a los que deciden invertir en el disco” (el “sic” es funcional a La Renga, Indio, Ciro y los Persas y los artistas más convocantes del rock local), Pesados vestigios repite el esmero en ofrecer un packaging que sea atractivo/original. Una valija simulada en cartón alberga en este caso CD, booklet, postales color sepia de la banda y plancha alusiva de estampillas, a modo de simpático souvenir. El precio sugerido es $ 260. Mientras tanto, el álbum será presentado el próximo 24 de este mes en el Aeródromo de Villa Rumipal (Córdoba) y el 31 en el Autódromo Jorge Pena (Mendoza).

Fuente: Clarín – http://www.clarin.com/extrashow/La_Renga-Chizzo-Pesados_vestigios-Rock_0_1285071796.html

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