Esta mañana encontré en una antigua y magnífica antología de la poesía española un Himno al Mesías (que transcribo más abajo) , que tiene una frase que se repite e identifica con el mundo actual: «¡Señor! Yo soy Luzbel!». Juro que al leerla, la expresión se me trocó en la actual «Je suis Charlie».
No se puede estar con Dios y con el mundo, quienes con sincera caridad cristiana (no tengo por qué dudar de sus buenas intenciones) se han manifestado en defensa de Charlie Ebdo y de la libertad de expresión deben darse cuenta que de nunca, ni por ningún motivo o interés se puede estar en la misma fila que el enemigo. Que no nos engañen: el discurso del laicismo y de la libertad de expresión, de opinión, de prensa etc, es el discurso del ateísmo militante. Por eso está condenado por la Iglesia en la Encíclica Libertas
Es hora de abrir los ojos y darse cuenta qué clase de mundo es el que nos rodea.
Que nuestra guía sea la Sagrada Escritura. Nada, fuera de ella.
Por eso yo no soy Charlie, por eso, con el poeta quiero decir: «¡Señor, tu pueblo soy!»
Vean si no cómo se portaron las supuestas ¿víctimas? luego del atentado, (y vendiendo 5 millones de ejemplares y con toda la prensa y clases dirigentes del mundo pendientes de ellos). ¿A quién decidieron atacar entonces?
Al Papa Francisco, con el tema de la comunión de los divorciados, a la Iglesia Católica con el tristísimo drama de la pedofilia y con la agresión satánica de las Femen
HIMNO AL MESIAS
de GABRIEL GARCIA TASSARA (1817-1875)
Baja otra vez al mundo,
¡Baja otra vez, Mesías!
De nuevo son los días
De tu alta vocación;
Que en su dolor profundo
La humanidad entera
El nuevo oriente espera
De un sol de redención.
Corrieron veinte edades
Desde el supremo día
Que en esa cruz te vía
Morir Jesuralén;
Y nuevas tempestades
Surgieron y bramaron,
De aquellas que asolaron
El primitivo Edén.
De aquellas que le ocultan
Al hombre su camino
Con ciego torbellino
De culpa y expiación;
De aquellas que sepultan
En hondos cautiverios
Cadáveres de imperios
Que fueron y no son.
Sereno está en la esfera
El sol del firmamento,
La tierra en su cimiento
Inconmovible está;
La blanca primavera
Con su gentil abrazo
Fecunda el gran regazo
Que flor y fruto da.
Mas, ¡ay!, que de las almas
El sol yace eclipsado;
Mas, ¡ay!, que ha vacilado
El polo de la fe;
Mas, ¡ay!, que ya tus palmas
Se vuelven al desierto:
No crecen, no, en el huerto
Del que tu pueblo fue.
Tiniebla es ya la Europa:
Ella agotó la ciencia
Maldijo, su creencia,
Se apacentó con hiel;
Y rota ya la copa
En que su fe bebía
Se alzaba y te decía:
«¡Señor!, yo soy Luzbel”
Mas, ¡ay!, que contra el cielo
No tiene el hombre rayo,
Y en súbito desmayo
Cayó de ayer a hoy;
Y en son de desconsuelo,
Y en llanto de impotencia,
Hoy clama en tu presencia:
«Señor, tu pueblo soy.»
No es, no, la Roma atea
Que entre aras derrocadas
Despide a carcajadas
Los dioses que se van;
Es la que, humilde rea,
Baja a las catacumbas,
Y palpa entre las tumbas
Los tiempos que vendrán.
Todo, Señor, diciendo
Está los grandes días
De luto y agonías,
De muerte y orfandad;
Que, del pecado horrendo
Envuelta en el sudario,
Pasa por un Calvario
La ciega humanidad.
Baja ¡oh Señor! No en vano
«¡Señor!, yo soy Luzbel!».
Los siglos nos revelan
Con misteriosa luz
El infinito arcano
Y la virtud que encierra,
Trono de cielo y tierra,
Tu sacrosanta cruz.
Toda la historia humana
¡Señor! está en tu nombre;
Tú fuiste Dios del hombre,
Dios de la humanidad.
Tu sangre soberana
Es su Calvario eterno;
Tu triunfo del infierno
Es su inmortalidad.
¿Quién dijo, Dios clemente,
Que tú no volverías,
Y a horribles gemonías,
Y a eterna perdición,
Condena a esta doliente
Raza del ser humano
Que espera de tu mano
Su nueva salvación?
Sí, tú vendrás. Vencidos
Serán con nuevo ejemplo
Los que del santo templo
Apartan a tu grey.
Vendrás y confundidos
Caerán con los ateos
Los nuevos fariseos
De la caduca ley.
¿Quién sabe si ahora mismo
Entre alaridos tantos
De tus profetas santos
La voz no suena ya?
Ven, saca del abismo
A un pueblo moribundo;
Luzbel ha, vuelto al mundo,
Y Dios ¿no volverá?
¡Señor! En tus juicios
La comprensión se abisma;
Mas es siempre la misma
Del Gólgota la voz.
Fatídicos auspicios
Resonarán en vano;
No es el destino humano
La humanidad sin Dios.
Ya pasarán los siglos
De la tremenda prueba;
¡Ya nacerás, luz nueva
De la futura edad!
Ya huiréis ¡negros vestigios
De los antiguos días!
Ya volverás, ¡Mesías!,
En gloria y majestad.
Como político fue de orientación conservadora, admirador de Juan Donoso Cortés.
En 1856, fue nombrado Tassara embajador plenipotenciario de España en Washington, cargo en el que estuvo diez años. En 1869 volvió a la carrera diplomática como embajador en Londres.
Sus temas favoritos son las preocupaciones religiosas y políticas, que ocupan la mayor parte, y las inspiradas por la hermosura o la grandiosidad de la naturaleza
Fuente: Andrea y Fernando Álvarez
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