San Rafael, Mendoza jueves 28 de marzo de 2024

50 años con la radio

AnaCon 50 años de trayectoria en su espalda, Ana Gjukan es una de las voces más reconocidas y respetadas de San Rafael. Se jubila en medio de aplausos y cariño genuino.

A los 65 años, Ana Gjukan deja una marca imborrable en los medios locales. El martes 30 de diciembre de 2014, se despidió del público en LV4. Se lleva el afecto de aquellos que trabajan día a día a su lado y sobre todo, el de los que define como “los amigos que no sabe que tiene”: los oyentes.

¿Cuántos años en el micrófono?
50 años. Empecé jovencita, a los 15, en radio Municipal de Malargüe. Empecé como se empieza en estas cosas, casi de casualidad (por lo menos eso nos ha pasado a casi todos los que trabajamos en locución). Empezás en la primaria: vos decís el verso y terminás sin querer, conduciendo los actos de fin de curso de la escuela. Y eso para mí era una cuestión que se daba naturalmente porque me gustaba, porque participaba, hasta que un día me ofrecieron hacer un programa en radio Municipal en Malargüe (LV19), un programa de música o de lo que yo quisiera. Esa fue mi primera vez y para siempre. Me he pasado más años de mi vida adentro de una radio que afuera de ella.

¿Tuvo además un crecimiento académico?
Hace muchísimos años, la carrera de Locutor se hacía empíricamente. Me tocó también la época en la que se nos empezó a exigir a los locutores el carnet, la habilitación local, después la habilitación provincial y eran como etapas. Recuerdo que nos juntaron en Mendoza y uno de los que vino a tomarnos la prueba del ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica), fue Juan Ramón Badía (padre de Juan Alberto), que era la persona a temer y a respetar, porque era inflexible. Cuando él te decía “volvé en otra oportunidad”, o “le erraste acá”, o “esto no me gustó” o simplemente “no servís”… había que hacerle caso. Y después tuve la oportunidad de estudiar por cuenta mía, para la habilitación como locutora nacional en el ISER en Buenos Aires. Estudié, me preparé, tuve muchos años para ensayar, fui a rendir un 3 de julio (día del locutor), en 1993, y aprobé.

Después de pasar por Malargüe, ¿cómo siguió su carrera?
Acá en San Rafael. Yo nací acá pero me crie en Malargüe. Llegué a San Rafael y busqué trabajo (porque tenía que hacerlo), y me enteré de un concurso en el que llamaban a locutores para radio Municipal (LV18). En esa época el director era Abraham Maslup, un hombre muy preparado y muy culto que conocía mucho. Me presenté junto a otras personas y gané el concurso por unanimidad del jurado, y así empecé a trabajar ahí.
También anduve por FM, como “Armonía”, la del recordado Arnoldo Avena, y también dos o tres ciclos en LV4. Estando en LV18, me llamó un día “Tito” López para preguntarme si no quería trabajar en LV4. Me tuvo practicando un tiempo porque Municipal no era una radio comercial y se venían arrastrando estilos serios y acartonados de lo que era la radiodifusión hace 50 años, entonces practiqué un mes para hacer locución comercial. Uno de mis mentores fue él.

¿Muchos amigos a lo largo del tiempo?
Muchos. Primero están los amigos que uno no sabe que tiene, la gente que escucha, que se considera tu amiga. Son los que han compartido momentos de su vida escuchando la radio o puntualmente a mí. Esos son los amigos que uno no sabe que tiene, pero que están. Después los otros que he conseguido gracias a un programa que tuve durante muchos años en LV4, que se llamó “Sanrafaelinos por el mundo”. Realmente algunos de los amigos que tengo, empezaron escuchando el programa. Se daba que después de ocho años haciendo el programa, yo les conocía pelos y señales de la familia. Cuando llamaban para salir al aire, yo sabía que una era la mamá de tal nene, quién era su marido… conocía todas las circunstancias de sus vidas porque también intercambiábamos confidencias por el chat. Eso es lo fantástico que tiene la tecnología que a primera vista parece fría, pero que nos ha permitido este feedback con los oyentes, más sólido, más concreto.

¿Cómo se compone su familia?
Tengo dos hijos y un nieto (además de la familia de la que vengo).

¿Cómo va a ser 2015?, ¿cómo sigue todo después del último programa?
Esa es la gran pregunta. La forma gráfica de expresarlo sería: “Estoy caminando sobre esta superficie y tengo que seguir, pero sé que se termina, pero tengo que seguir. No sé si más abajo, o más arriba, pero tengo que seguir”. Siempre digo que uno le pone puntos suspensivos a las cosas que termina. El punto final te lo pone la vida, pero los puntos suspensivos que pongo me sirven para llenar los blancos.

¿Proyectos como viajar?
Sí. Gracias a “Sanrafaelinos por el mundo”, tuve la suerte de que sanrafaelinos que estaban en España, me pagaron un pasaje para que fuera a verlos y gracias a eso también pude ver a mi familia en Croacia. Empezamos así un puente virtual que une las dos familias, y después vino una prima mía de allá, y ahora habrá que hacerlo, seguir transitando el camino porque está mi familia allá.

¿Cree que va a poder dejar el micrófono del todo?
Por lo pronto tengo que dejarlo, el que lo deje o no depende de las oportunidades que encuentre porque, hay que decirlo, tengo que salir a buscar trabajo. Todos los sabemos, no es algo que me pase a mí. Esto de pasarte toda una vida trabajando para que después te digan como premio, “te vamos a rebajar el sueldo”. Siempre me ha parecido una de las cuestiones menos justas (porque hay cosas más injustas todavía).

¿Cuáles fueron las voces que enamoraron los oídos de Ana Gjukan?
Si me tengo que remontar a mi adolescencia, debo reconocer que escuchaba radios chilenas porque en aquella época las emisoras argentinas tenían muy poca potencia (de hecho en Malargüe no escuchabas ninguna), entonces las que entraban como bombazo, eran todas chilenas. No me acuerdo los nombres, pero creo que también aprendí de la manera de hacer radio que tenían en aquella época los chilenos. Hace muchísimos años que no escucho radios chilenas, pero como locutora he sido una ferviente oyente pero no solo para escuchar sino también “para ver cómo”. Si escuchás con atención la radio, te das cuenta si hay un hilo conductor, si hay una dinámica, de qué manera se expresa la dinámica o cómo está separada en los diferentes tramos de un programa. Creo que escuchando aprendí mucho.
Cuando llegué a San Rafael, estaban Tito López, Jorge Quintana, Carlos Mahía, Maldonado, Willy Milton, María Ester Maure, Alicia Jaime, gente con la que aprendí y que eran las instituciones de ese tiempo en la radio.

También hay quienes se formaron con usted.
Sí. Fue una experiencia fantástica también, di clases en la carrera de Locución y también me tuve que retirar por la jubilación, pero descubrí lo mucho que me gusta enseñar, es una pasión hacerlo. Me encantaba estar en la clase, hablar con los chicos, contarles cosas y tratar de que aprendieran lo que uno les puede facilitar.

¿Alguna anécdota?
Me ha pasado de todo. Estando en Canal 6, me tocaba leer una publicidad de Galver, en la época en la que la publicidad era estática, eran diapositivas. Entonces se necesitaba un locutor desde cabina que leía y te la daban en un tandero como en una radio. Estaba mal escrita la palabra “streech” (que es como la lycra hoy, fibra expandible). Entonces habían puesto en la liquidación de Galver “trusas strees”, lo habían escrito mal. Y yo que soy bastante embromada con el idioma, de que la cosa esté bien escrita, me concienticé de que cuando llegara el momento tenía que leer “stretch”, y cuando aparece la diapositiva de Galver, dije “este lunes, gran liquidación en Galver, truchas stretch”. Te imaginás la risa de la gente que estaba en la puesta al aire, y después el operador me dice: “El lunes van a estar todos los del club de Pescadores en Galver”. Creo que fue mi mejor furcio.

Probablemente a Ana Gjukan le queden cosas para decir, ya que es imposible callar a un locutor de raza como ella. Con esa voz y habiendo dejado el alma en el micrófono, seguramente para ella siempre habrá alguno disponible.
¡Felicidades!

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