Ante el resurgimiento e imparable avance de la enfermedad, la comunidad científica está realizando un enorme esfuerzo para obtener nuevas vacunas que eviten su propagación.
Habitualmente, asociamos el término microbio con enfermedad. Pero, en realidad, esta solo la provocan un reducido número de microorganismos, los cuales se han especializado en escapar del ataque de nuestro sistema inmunitario y proliferar más allá de las barreras fisiológicas que evitan su acceso (epidermis, secreciones del tracto respiratorio o mucosas intestinal y gástrica). La falta de higiene, que favorece el desarrollo y transmisión de los microbios, así como la pobreza y la desnutrición, que llevan a un debilitamiento del sistema inmunitario, son factores que promueven la aparición de enfermedades infecciosas. Por esta razón, a pesar del espectacular descenso de la mortalidad por este tipo de dolencias en los países desarrollados, la situación en los países en desarrollo no se ve con tanto optimismo.
En la actualidad, las enfermedades infecciosas que provocan un mayor número de muertes en el mundo son la tuberculosis, el sida y la malaria, las tres asociadas a la pobreza. En 2011, la tuberculosis afectó a más de 9 millones de personas nuevas y causó unas 1,5 millones de muertes. Estas cifras despiertan aún mayor preocupación si tenemos en cuenta que la cuarta parte de esos fallecimientos correspondieron a pacientes de sida o de tuberculosis resistente a todos los antibióticos conocidos.
La vacuna actual de la tuberculosis, que se aplica principalmente a los recién nacidos de países endémicos y a personas adultas con ciertas patologías o riesgo de contraer la infección, ha evitado formas graves de la enfermedad y fallecimientos en numerosas ocasiones. Sin embargo, ha demostrado una eficacia variable y, además, se ha comprobado que no ejerce un efecto duradero en la edad adulta.
Ante tal perspectiva, se hace más necesario que nunca encontrar una nueva vacuna contra las formas de la enfermedad que afectan al aparato respiratorio, las cuales son responsables de la imparable propagación de la tuberculosis. En la actualidad existe un fuerte impulso científico para obtener una vacuna preventiva que proporcione una inmunidad superior a la ya existente y cuyos efectos permanezcan a largo plazo.
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