Acaban de reabrirla al público, restaurada, y como museo. El primer día, más de 500 personas recorrieron el lugar, que está abierto dos veces por semana. Allí, el propio escritor hace de guía a través de proyecciones.
Aunque existía desde 1927, algo mágico se encendió en la casona de la calle Langeri, donde vivió Ernesto Sabato hasta sus últimos días. Es que desde hace unos días el lugar abre como un «Museo Vivo» (así lo denominn) dos días por semana para que cualquiera lo visite. «La libertad que está a nuestro alcance es mayor de la que nos atrevemos a vivir», escribía en su Olivetti, Ernesto Sabato, para su libro «La Resistencia». Esa misma máquina gris y verde, que inmortalizó cientos de sus obras, es uno de los elementos que están en la casa y que mantienen presente al autor de «El Túnel» y «Sobre héroes y tumbas», entre otras obras.
El recorrido está guiado por el mismo Sabato a través de monitores ubicados en todos los ambientes de la casa. En estos se proyectan fotografías y pequeños cortos del escritor en distintas situaciones, como cuando relata su paso de la escritura al arte plástico, o el momento en el que sopla las velas de su cumpleaños número 80, bromeando y riendo. Todas las proyecciones fueron tomadas por su hijo Mario, director cinematográfico, quien registró escenas con su padre durante casi 30 años. Según el cineasta, la idea del «Museo Vivo» nació desde «la propia ignorancia de no saber nada sobre museología». «No queríamos estatuas, sino un espacio lleno de recuerdos y presencias», explica.
«Este formato permite que las personas puedan sentir la presencia del ‘trascendente Sábato’, y darse una idea de la increíble persona que era», dice Horacio Callegari, historiador y amigo del escritor, quien también pertenece a la Asociación Amigos de la Casa de Ernesto Sabato, entidad que llevó adelante el proceso de rearmado del lugar, iniciado hace más de tres años. Entre los espacios que se pueden visitar, está el atelier donde Ernesto solía pintar sus obras y «representar sus realidades», como dice Guido Sabato (39), el nieto, quien revela que después de la muerte de su abuela Matilde –la esposa de Ernesto–, «el alma de la casa», todo empezó a desvanecerse con ella. «Para nosotros era difícil ver así el lugar donde pasamos grandes momentos de nuestra infancia. Eso hizo a la fuerza y voluntad de volver a verla llena de colores, de alegría, como en las viejas épocas», cuenta.
Con la idea irrebocable de que la casa debía rearmarse exactamente como la había dejado su último habitante, que aparte de ser artista era un militante de la justicia social, la Asociación, con Mario Sabato en la cabeza, fotografió cada rincón de la casona. De este modo, todos los espacios, incluyendo la biblioteca de más de siete mil libros, entre los cuales reposan decenas de títulos de la Biblioteca Ayacucho de Venezuela, y la colección completa de la revista Sur, fueron recreados tal cual estaban cuando vivía el escritor. Toda la familia estuvo involucrada. Las refacciones fueron dirigidas por la arquitecta Luciana Sabato, nieta de Ernesto, y solventadas gracias a donaciones de los vecinos, además de una partida de $ 500 mil proveniente del Gobierno de la Provincia.
Mario hace hincapié en el enorme cuidado y delicadeza con la que se llevó a cabo la obra de refacción. «Es muy difícil para alguien que haya conocido la casa antes distinguir las diferencias hoy», sostiene, rodeado de los muebles originales que le volvieron a dar vida a la casa, construída en 1927 por el italiano Federico Valle, uno de los pioneros del cine local. «Estamos cumpliendo con su última voluntad. Estoy seguro que desde donde nos esté mirando, debe estar satisfecho y feliz de que hayamos logrado su intensión», expresa Callegari. «Algunos dirán que era un poco cascarrabias, pero todos lo recuerdan como una gran persona y un gran vecino. El, adonde iba, hablaba de su barrio», destaca.
«Mi abuelo era el abuelo de mucha gente. El sentimiento de admiración, aparte de venir de la calidad de sus trabajos, viene de su capacidad de empatía con todos, de su gracia, y de sus aspectos que lo hacían tan querible y extrañable», recuerda Guido. Mario, por su parte, resalta que, luego de la muerte de su padre, hace tres años, se dio cuenta de que su legado le pertenecía a todos los argentinos, no sólo a su familia. «Hoy me siento sofocado de alegría y sacudido por las emociones. Es un día muy importante para mí porque siento que cumplí con la promesa que le hice a mis padres alguna vez, de esas sin palabras, cuando me comprometí a que esta casa recuperase la alegría, el color y la magia, y se abriese para la comunidad», lanza Mario, emocionado. «Hemos vuelto a sentirlo acá. Está con nosotros», finaliza.
Fuente: Clarín – http://www.clarin.com/zonales/Sabato-casona-museo_0_1218478570.html
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