Las cámaras de seguridad son un método de registro en video que en varios países del mundo han demostrado ser obsoletos porque, sencillamente, no resuelven el problema de la inseguridad.
Miles de cámaras de seguridad se distribuyen a nuestro alrededor cuando caminamos por las calles y, sin embargo, el delito no se ha reducido. De hecho, muy de vez en cuando una cámara de seguridad ayuda a evitar un delito, lo que de por sí hace cuestionable semejante inversión.
En búsqueda de un análisis más profundo de lo que significa tener más cámaras de seguridad en las calles, MDZ Online fue en busca de especialistas y de gente relacionada con la operación de las cámaras de la Policía de Mendoza. Así fue como hablamos con el abogado Marcelo Puertas (foto, arriba) y el especialista en tecnología 2.0 Pablo Lozano. También dialogamos con personal que opera las cámaras o que está en conocimiento de cómo funciona el sistema.
Los puntos en los que nos detuvimos son variados, pero todos apuntan a una única conclusión: las cámaras no reducen el delito, sino que son otras las acciones que lo hacen.
No existe un sistema no hackeable
Pensar que hay tantas cámaras de seguridad espiando nuestros movimientos día y noche nos genera cierto escozor, especialmente al pensar que, técnicamente, cualquier persona en cualquier parte del mundo, puede seguir nuestros pasos.
Esta afirmación, que parece un poco exagerada, coincide con algo que Marcelo Puertas nos relató: hace unos días, el abogado pudo, junto con un amigo, ingresar a las cámaras callejeras que transmitían señal en vivo en ¡Eslovenia!
Entonces surge una pregunta inmediata: ¿quiénes tienen acceso a las imágenes que toman las cámaras de seguridad?
El especialista en tecnología 2.0 Pablo Lozano fue muy concreto al señalar: “Todo sistema es hackeable”.
En definitiva, a la idea de que el Estado está observándonos permanentemente se le suma la posibilidad de que todos nuestros movimientos (nuestra rutina, nuestras actividades deportivas, nuestra presencia o no en casa) estén al alcance de la mano de quien quiera indagar sobre ellos.
Y acá entra en juego otro concepto vertido por los entrevistados, y que tiene que ver con esa sensación de seguridad que algunos pueden sentir ante la proliferación de cámaras de seguridad, sin darse cuenta de que esto les hace perder, justamente, libertad y privacidad.
“Todo va en contra de la libertad individual, porque te vigilan de todas partes. Vamos en un camino lento a 1984”,dijo Puertas, haciendo referencia a la novela de George Orwell, lo que se complementa con las afirmaciones de Lozano respecto de que “se presupone que nadie está haciendo algo indebido, pero el Estado no tiene que estar vigilándome, tiene que cuidarme”.
Y de esto se desprende algo más, también aportado por Lozano (foto), quien indicó que con lo que se juega es con hacernos creer que somos libres, y cuanto más libres nos sentimos (libres de caminar por las calles porque hay cámaras que miran lo que sucede), más fácil es controlarnos.
“Al efecto de la seguridad que se reclama, la cámara no tiene efecto”.
El valor del registro
Una cámara de seguridad rara vez evita un delito, porque quien está dispuesto a cometer un robo en la vía pública no se queda a esperar a que llegue la policía. Por supuesto, quien delinque suele huir, y si sus movimientos fueron registrados por una cámara de seguridad (que dé a la calle, porque legalmente no sirven las que apunten al interior de viviendas), es entonces cuando el video puede entrar en juego en un posible juicio.
Marcelo Puertas indicó que el registro de video tiene valor probatorio en un juicio, si las imágenes son claras.
“Es lo mismo que pasó con los radares que compraron y que usaban para hacer multas que nunca se podían cobrar, porque los radares no estaban homologados”, explicó Lozano.
Pero de esto se desprende algo más: si quien ha cometido un delito se ve en las imágenes de manera que genere algún tipo de duda de que se trate de él, ya sea porque usaba un gorro que no permite ver bien la cara o porque lo toma de costado y nunca de frente (o de arriba, considerando dónde suelen ubicarse por los general las cámaras), entonces el acusado puede usar esa misma prueba para ser favorecido con el beneficio de la duda.
Pero Lozano va más allá y sostiene que, a partir de la capacidad de cualquier persona de acceder a las cámaras vía Internet, los registros pueden incluso alterarse, y la más mínima modificación en un video inhabilita la prueba en un juicio.
Controlando a la novia
Por último, otro punto que puede plantearse como conflictivo a la hora de pensar (y repensar) la instalación de miles de cámaras de seguridad en las calles es: ¿Quiénes controlan esas cámaras y quienes controlan a los controladores?
Primero es necesario saber que cada operador controla cinco cámaras cuyas imágenes se alternan en los monitores cada doce segundos. Es decir, salvo que el operador decida seguir una cámara en particular, pasan 48 segundos por minuto en los que cuatro lugares controlados por sendas cámaras no están siendo vistos. Una enormidad de tiempo si se trata de un delito.
De acuerdo a lo que pudimos saber acerca del funcionamiento del sistema de cámaras oficiales, estas pueden programarse para seguir a alguien o a un vehículo en particular. Por ejemplo, si se detecta a alguien cometiendo un delito, se lo puede seguir con el sistema de cámaras, por supuesto, siempre hasta donde haya cámaras.
Otro uso que se les suele dar a las cámaras es la de apuntarlas hacia un lugar en el que se está haciendo un procedimiento de, por ejemplo, alcoholemia, y esto se hace para evitar denuncias falsas de maltrato policial.
Ahora, si se les pregunta a las personas relacionadas con el sistema o que operan cámaras, no se tarda mucho en obtener de ellos la certeza de que las cámaras no ayudan a prevenir el delito. De hecho, uno de los consultados nos dijo “mirá, la calle Arístides está llena de cámaras”, y es justamente ese lugar uno en los que se registran muchos delitos.
Entonces, como nos confirman quienes trabajan en la operación de las cámaras, estas sirven especialmente para “seguimientos”, pero no reducen las estadísticas delictivas.
Ahora bien, ya sabemos quiénes y cómo controlan las cámaras, pero quién controla a los operadores.
Aquí aparecen otros problemas. Una de las personas consultada al respecto fue clara al decir que para poder controlar a los operadores habría que poner detrás de cada uno a otra persona, lo que es imposible.
Y por qué es necesario que alguien controle a los operadores. Sencillamente, porque se trata de gente que tiene mucha información sobre nuestros movimientos, sobre los horarios y formas de trabajo de muchas personas, porque, en definitiva, pueden seguirnos adonde quiera que vayamos.
Y también porque, especialmente, son personas, y las tentaciones están a la vuelta de la esquina.
Por ejemplo, nos contaron casos insólitos, como cámaras apuntadas a ventanas por las que se ven mujeres u hombres desvistiéndose, planos que se cierran sobre “bombazos” que caminan por las veredas y hasta la el caso de un operador que con las cámaras de seguridad del Estado, las que pagamos todos, “siguió” los pasos de su novia en el centro.
Mientras que en muchos países del mundo ya probaron con sistemas de cámaras de seguridad callejeras y comprobaron que estos no son la solución contra la inseguridad, aquí en Mendoza apostamos a ese método como si fuera la panacea.
http://www.mdzol.com/nota/558109-cientos-de-camaras-mas-para-que/
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