Un fuerte reclamo a las autoridades nacionales y provinciales para que tomen «una actitud decidida frente al delito del narcotráfico», formuló ayer el presidente del Episcopado, monseñor José María Arancedo, en la misa de apertura de la 107a. asamblea plenaria del organismo, que reunirá hasta el sábado a todos los obispos en Pilar.

«Hemos hablado con preocupación de la realidad de la droga, con su rostro de violencia e inseguridad, como de negocio y de muerte», señaló Arancedo, al señalar uno de los principales temas que preocupan a los obispos, como lo habían señalado en un duro pronunciamiento difundido en noviembre último.

El titular del Episcopado reivindicó, además, la figura del padre Carlos Mugica, símbolo de los curas villeros, que murió asesinado el 11 de mayo de 1974, hace 40 años, en un hecho atribuido a la Triple A. Al recordarlo, hizo un llamado » a la concordia y la reconciliación».

«Es necesaria una actitud definida frente a lo que no dudamos en llamar el delito del narcotráfico», lanzó el presidente del Episcopado, al anticipar uno de los temas que dominará el intercambio pastoral que harán los obispos.

«Sabemos -prosiguió Arancedo- que este flagelo tiene raíces muy profundas. Hay una orfandad social y afectiva en muchos jóvenes que los hace presa fácil de una sociedad que, en su afán de lucro, no tiene límites.»

El arzobispo de Santa Fe llamó a «volver la mirada a la familia y a la escuela», temas que también estarán presentes en el debate que tendrán los obispos durante la semana. A la tarea educativa de la Iglesia se sumarán los desafíos que exigen las nuevas realidades que sacuden a la familia, a la luz del sínodo de obispos que en octubre se reunirá en Roma, ante una convocatoria del papa Francisco.

Es probable, en ese sentido, que los obispos analicen los resultados de la consulta a los fieles que se realizaron en todas las diócesis, a partir del cuestionario de 38 preguntas enviado el año último por el Vaticano, para conocer las opiniones sobre las uniones entre personas del mismo sexo, el acceso a la comunión de los divorciados, los matrimonios mixtos y el alquiler de vientres, entre otros temas.

HOMENAJE A MUGICA

Sobre el final de la homilía, monseñor Arancedo recordó al padre Mugica como «un sacerdote que vivió su fe al servicio de los más necesitados, que aún lo recuerdan con gratitud, cariño y dolor».

Y lo puso como ejemplo para avanzar «en el camino de la concordia y la reconciliación entre los argentinos, como parte de una cultura del encuentro que nos debemos y que nos permitirá construir una patria más unida, más fraterna y solidaria».

El aniversario de la muerte del padre Mugica será aprovechado por el Gobierno para entronizar el sábado un mural con su figura en la avenida 9 de Julio y Arroyo, con vista a la villa 31, de Retiro.

Según pudo saber LA NACION, también ese día la Vicaría Episcopal para las Villas de Emergencia, que depende del arzobispo porteño cardenal Mario Poli, dará a conocer un documento.

En la misa de ayer, al mencionar las circunstancias de la muerte de Mugica, el arzobispo Arancedo recordó que «fue víctima de un asesinato en aquellos años duros y tristes de nuestra patria».

En medios eclesiásticos se interpretó el recuerdo de Mugica, identificado con los sectores más necesitados, como un llamado a ratificar la cercanía de la Iglesia con los pobres, en momentos en que el Gobierno relativizó las mediciones de la Universidad Católica Argentina (UCA) sobre la pobreza.

La última investigación del Observatorio de la Deuda Social de la UCA registró un leve crecimiento de la pobreza, que en el último trimestre de 2013 alcanzó al 27,5% de la población, unos 11 millones de personas, de las cuales 2,2 millones (5,5%) permanecen en la indigencia.

EL FUERTE DIAGNÓSTICO DE LOS OBISPOS

Monseñor Arancedo

Presidente del episcopado

• «Es necesaria una actitud definida frente a lo que no dudamos en llamar el delito del narcotráfico» «Hay una orfandad social y afectiva en muchos jóvenes, que los hace presa fácil de una sociedad que, en su afán de lucro, no tiene límites»

Fuente: Por Mariano De Vedia | LA NACION