La mayor cantidad de afectados son de Tupungato, que debieron abandonar sus precarias viviendas y refugiarse en casas de parientes o amigos. Arroyos desbordados.
Gilberto Vargas atraviesa el badén por donde cruza el arroyo Anchayuyo, en plena ruta 86. (Andrés Larrovere / Los Andes)
«Los hombres se quedaron sacando el barro y arreglando las cosas», señalaron otras señoras. Ellas también viven en casas precarias en la zona del ferrocarril en Eugenio Bustos.
En el polideportivo, unos hombres se ocupaban de armar las cuchetas para pasar la noche. Afuera, más de diez niños corrían y se columpiaban en el parque, ajenos a la angustia que se leía en el rostro de sus papás.
La lluvia, que cayó con intensidad desde la tarde del domingo hasta la madrugada de ayer, trajo grandes complicaciones para los vecinos del Valle de Uco. Familias evacuadas, canales que desbordaron, puentes caídos, calles cortadas, derrumbes y distintos accidentes fue el saldo de una tormenta que mostró con crudeza la precariedad en la que viven muchas familias y las consecuencias que se están dando en la región debido al desmonte sin una previa planificación territorial.
En total, fueron más de 60 familias las que debieron ser evacuadas en todo el territorio del Valle de Uco. La peor situación se vivió en Tupungato, donde hasta ayer unas 47 se habían reubicado en casa de vecinos, familiares o amigos. En San Carlos, superaban a las 15 familias y en Tunuyán sólo fueron unas pocas.
Buscar cobijo
«Hemos pedido nylons para protegernos por si viene otra tormenta. No queremos dejar la casa», comentó Antonio Ortiz, mientras su mujer y sus pequeños hijos mostraban los rincones de la casa donde la lluvia había ganado la pulseada.
Ellos son del barrio El Progreso de Tunuyán. Historias similares se dieron en los tres departamentos. «No nos queda nada seco. La otra vez nos prometieron membranas», dijo Valeria Ruiz, de Eugenio Bustos.
Ayer a la tarde, faltaba reubicar a cinco familias en Tupungato. A fin de no agudizar el «quiebre», los funcionarios trataron de evacuar a la gente en casas de amigos, familiares, etc. Fue posible gracias a la solidaridad de algunos vecinos -como Mercedes Araujo de Villa Bastías- que alojaron a clanes enteros en su propiedad.
Flavia Torfe, titular de Acción Social de Tupungato, informó que 12 familias directamente «no pueden volver a sus hogares». Los derrumbes se dieron en distintas zonas, pero en el Cordón del Plata le generaron politraumatismos a un anciano, de apellido Gouglu, que debió ser derivado a un instituto de Tunuyán.
Cordón del Plata, el barrio Arcoiris y el Progreso, Gualtallary, los Lotes Bigolotti, La Arboleda y callejón Baigorria fueron las zonas más conflictivas en este departamento. La gravedad de la situación obligó al ministro de Desarrollo Social de la provincia, Cristian Bassin, a recorrer la región junto con sus colaboradores.
Hay vecinos que dicen que cayó un rayo, la tarde del domingo en el polideportivo de Tupungato. Más allá del susto, no hubo accidentes entre los jóvenes que estaban haciendo deportes en el lugar.
En Tunuyán, según explicó el director de Defensa Civil, Fabricio González, asistieron a unas 120 familias, aunque evacuaron algunas pocas. «Hay siete que enfrentan riesgos», reconoció el funcionario, quien dijo que El Algarrobo, Las Pintadas, Colonia Las Rosas, Los Sauces y Vista Flores fueron los sitios más complicados dado que el agua bajaba del oeste.
En San Carlos, Leonardo Martínez -de Defensa Civil- informó que alojaron a 22 personas en el polideportivo municipal, la mitad son niños, y otras 12 familias se autoevacuaron.
El distrito de Eugenio Bustos se llevó la peor parte: algunas viviendas de la calle El Indio, de la zona del ferrocarril y del barrio Carrasco sufrieron inundaciones. Hasta en el moderno barrio Anhelos del Sol, debieron armar barreras de contención con bolsas de arena porque ingresaba un «río que venía del pedemonte» por el fondo.
En Eugenio Bustos, los fieles alcanzaron a retirarse de la misa, cerca de las 21, cuando el piso de porcelanato de la parroquia San Juan Bosco comenzaba a cubrirse de agua y barro. Gente de la comunidad se apuró a poner a salvo los bancos. Minutos después el templo tenía unos 20 centímetros de agua. Perdieron documentos y distintos elementos del archivo y la casa parroquial. El párroco Gerardo Aguado señaló que los problemas son varios.
«Una precipitación desmedida. La necesidad de sanear un canal, que no terminan de definir a quién pertenece. Y el desmonte y asentamiento de fincas que fue corriendo o desdibujando el cauce natural de los arroyos», explica. En cuanto a su propiedad, dijo que harán un canal más profundo a fin de permitir el drenaje.
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