La Casa Rosada trabaja contrarreloj para cerrar la mayor cantidad posible de paritarias a fin de demostrar que los conflictos laborales se encaminan a una solución. Con ese mensaje busca contrarrestar las razones que le dan sustento a la medida de fuerza de 24 horas que lanzaron las CGT de Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, a la que se sumó la CTA disidente.
El jueves 10 de abril se anticipa como un día caótico. Es que el fuerte del moyanismo pasa por el transporte, que una vez más está preparado para mostrar su poder de daño. Al menos 36 gremios ligados a esa actividad confirmaron que participarán de la huelga.
La decisión de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) se aprobó por unanimidad en el plenario que se realizó en la sede de Jujuy al 1000, en la Ciudad. Su impacto se avizora notable: abarca aire, tierra y agua.
En un comunicado, la entidad que conduce Juan Carlos Schmid (dragado y balizamiento) asegura que no habrá colectivos ni trenes; el funcionamiento de los micros urbanos se definirá en la reunión que hará la UTA el lunes. Tampoco habrá vuelos internacionales o de cabotaje, ya que los pilotos de APLA se pliegan al paro.
La falta de camiones repercutirá en áreas sensibles para la vida cotidiana: no habrá recolección de residuos (no habrá actividad en las plantas de la Ceamse), lo que representa un problema grave sobre todo para los grandes centros urbanos. Lo mismo ocurrirá en el transporte de caudales, combustibles y alimentos; el resultado se verá en los cajeros, estaciones de servicio y mercados.
También la marina mercante, la industria naval y todas las embarcaciones marítimas, fluviales y de pesca se verán afectadas.
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