Un día en el rodaje de la película que renueva la saga, iniciada en 1987. Ahora se suman Iúdica, Pablo Granados, Pachu Peña, Karina Jelinek y Fátima Florez, entre otros.
Al rodaje de Bañeros 4: Los rompeolas, cayeron como invitados especiales los viejitos de los Muppets. Llegaron a Mar del Plata desde Lanús y se llaman Susana Naredo y Omar Salandri. Después de un buen rato de observación, concluyen: “Capaz que la juventud va a verla, para entretenerse. Un par de culos, éste que hace una broma, el otro que se cae en un pozo…”. Han dicho y se van, antes de que se largue un chaparrón.
Porque hoy los productores, Luis Scalella y Carlos Mentasti, estuvieron cortando clavos. El pronóstico anunciaba tormenta, y el agua equivalía a perder un día de rodaje y unos cuantos billetes. La inversión, dice la dupla, es de once millones de pesos, que esperan recuperar, y multiplicar, en las vacaciones de invierno. Pero el cielo se portó bien y permitió avanzar.
La hoja del “Llamado diario” indica que la citación es a las 8.30 en el balneario Horizonte del Sol, allá por el sur, cerca del faro. Se filmarán cinco escenas, habrá 51 extras, y se utilizarán “1 melón, 1 papagayo, ananá, balde, habano, largavistas, pala, salvavidas, salvavidas Baywatch, silbato, soga, tablet, vendas, ventolín, yeso brazo”. Participarán todos los protagonistas: Mariano Iúdica, que hace de Mariano; Pachu Peña, que hace de Pachu; igual que Pablo Granados, Freddy Villarreal y Karina Jelinek. Acá los personajes no tienen nombres ficticios, no vaya a ser que el público se confunda y no reconozca a las figuras de la tele.
Uno que sí tiene alias (Olafito) es el ascendente Nazareno Móttola, que aparece a las 10.30 en posición horizontal: está dormido en el asiento trasero de un remís. El, como otros de los actores, viaja casi diariamente de Buenos Aires a Mar del Plata ida y vuelta para cumplir con la película sin abandonar los programas de televisión. Es dura la vida del mediático. “Andá a desayunar algo, tenés que comer, si no te vas a enfermar”, le dice una idische mame disfrazada de productor. Nazareno va.
Llega justo para la escena 37, “Hombres se ahogan para que Karina los rescate”. El chiste es que un montón de extras se hacen los inconscientes para disfrutar de primeros auxilios a cargo de la Jelinek. Ahí está ella, con una salida de baño y el ceño fruncido, intentando memorizar la letra. Cuando algo no le gusta, hace trompita. Por ejemplo ahora: le están sacando fotos y no quiere, porque se “desconcentra”. Las malas lenguas dicen que Karina Olga cree que si no posa, no da bien en cámara.
Se saca la salida de baño y se queda en malla enteriza: por un momento, el mar se paraliza. Pero la escena no sale, y hay que repetirla. “Acordate, Kari: la voz arriba y para afuera. Mo-du-lá las palabras”, le aconseja Iúdica, un experto en llevar las cuerdas vocales a límites insospechados. Y ella: “Es que tengo la voz muy suave”. Fuera de cuadro, Pachu acota: “Esto con Mercedes Morán no pasaba”.
Filmar en exteriores tiene sus inconvenientes. Una nube puede cambiar la luz de una escena a otra, y en posproducción habrá que ocuparse de arreglarlo: una de las ventajas de la filmación digital. La temperatura también molesta: lo que más recuerda Emilio Disi del rodaje de la primera Bañeros (1987) es, lisa y llanamente, “cómo nos cagamos de frío”. Por eso ahora la idische mame disfrazada de productor reparte frazadas de polar a diestra y siniestra. Por el medio de la escena se cruzan un par de perros. Alguien grita: “¡Saquen a los perros, a los gatos no!”.
Pausa para el almuerzo. Menos Karina Olga -fuera del set vive en el Porsche intergaláctico de su nuevo novio, que la acompaña a todos lados-, todos los protagonistas se sientan a la misma mesa. ¿De qué habla esta gente durante la comida? De lo mismo de lo que se habla en cualquier ámbito laboral: de trabajo y de fútbol. Fátima Florez cuenta que ella y su marido -que está a su lado- estuvieron tres horas almorzando con Victoria Donda y Pablo Marchetti para que ella pueda “sacar” la imitación de la Donda. Se arrima una de las Xipolitakis. “Con toda la guita que gastó esta mina en cirugías, pagábamos la deuda externa”, manda Pachu. Iúdica se prende: “Con todo ese plástico podríamos hacer una pelopincho”. Ella no escucha, o se hace la sorda. Freddy no habla. Disi sólo abre la boca para informar que acaba de ser abuelo otra vez. Aplausos. El abuelo aprovecha y prende un pucho. “¿Te molesta si me tiro un pedo?”, le pregunta Pablo. Disi se va a fumar a otra parte, refunfuñando. Los demás siguen a todo trapo con sus ravioles: en un ratito hay que volver a filmar.
Fuente: Diario Clarín
Por Gaspar Zimerman
FOTOS: FABIAN GASTIARENA
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