Cristina Kirchner recibió a la cúpula empresarial en Olivos; le dijo que no convalidará incrementos desmedidos
Cristina Kirchner, ayer, en Olivos, con los industriales José Urtubey y Héctor Méndez. Foto: DyN
Lo hizo en una reunión de tres horas en la que se mostró receptiva como pocas veces y con un ánimo despreocupado, que para algunos presentes hasta les recordó aquel humor de 2011, cuando estrenaba el 54% de los votos.
El pedido llenó de optimismo a la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA). La extensa reunión con la jefa del Estado, que estuvo acompañada por varios ministros, tuvo lugar en la residencia de Olivos.
En el encuentro surgió una diferenciación respecto de lo que hasta ahora era la postura oficial de que «las paritarias no tienen techo». En este contexto, se subrayó que nadie deberá tomar como casos testigos los aumentos que surjan de la paritaria docente, porque esas sumas podrían trasladarse a los precios.
La Presidenta sigue convencida de que los empresarios son «formadores de precios», y por eso insistió más de una vez en esa idea.
La UIA había ido preparada: José Urtubey, vicepresidente de la entidad y el primero a quien Héctor Méndez, líder fabril, le cedió la palabra luego del agradecimiento por la audiencia, leyó un informe que indica que los costos del sector manufacturero subieron el año pasado un 22%, y los precios, apenas 12 por ciento.
La UIA pretende con ese trabajo desterrar el latiguillo oficial. Pero no es sencillo. Ayer, incluso la anfitriona descreyó de esos valores. «Ustedes subieron mucho más que un 22 por ciento», objetó Cristina Kirchner, que escuchó entonces una segunda explicación de los dirigentes fabriles: los costos utilizados en el informe son los de fábrica, no los finales del mercado.
Para las paritarias todo parecía menos discutible, según pudo constatar LA NACION con seis de los asistentes. En la mesa, que integraron también por el lado oficial los ministros Axel Kicillof (Economía), Julio De Vido (Planificación), Carlos Tomada (Trabajo) y Débora Giorgi (Industria); el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, y el director de la AFIP, Ricardo Echegaray, y del lado industrial Cristiano Rattazzi, Luis Betnaza, Daniel Funes de Rioja, Guillermo Moretti y Juan Carlos Sacco, quedó claro que reclamos salariales por sobre el 30% eran excesivos.
La jefa del Estado estaba alegre. «Moretti, qué flaco que estás», recibió. «Claro, para venir a verla me probé cuatro trajes, porque ya ninguno me queda -agradeció el santafecino-. Necesito que el ministro de Economía me dé un crédito para comprar trajes. Vengo haciéndole la competencia porque soy abuelo, Presidenta.» Cristina Kirchner interrumpió: «Bueno, el que nos supera a todos es De Vido, que acaba de ser bisabuelo». Callado en la mayor parte del encuentro, el ministro asintió: efectivamente, es bisabuelo de mellizas.
Uno por uno, los ejecutivos fueron haciendo repasos que, en algún caso, incluyeron elegantes reclamos. Urtubey pidió que las empresas pudieran ajustar los balances por inflación. Funes de Rioja dijo que la UIA no estaba de acuerdo con los escraches a las compañías y agregó una inquietud reciente: el proyecto de ley del diputado Héctor Recalde, que faculta al Poder Ejecutivo a declarar «de interés público» y «sujetos a expropiación» todo tipo de bienes. La Presidenta contestó al planteo con una carcajada y un chiste ambiguo: «Igual, ya aparecerá algún juez que la declare inconstitucional».
Los empresarios se habían reunido momentos antes en la sede de la UIA para acordar qué temas llevarían. Fue allí donde, pocos minutos antes de que la comitiva partiera, el textil José Ignacio de Mendiguren decidió no ir para que su condición de diputado del frente de Sergio Massa no aportara irritación. Cuestión de prudencia: la UIA viene de varios desencuentros con el Gobierno.
Pero las reprimendas kirchneristas suelen ser menos virulentas cuando se apagan los flashes. Y ese temor inicial quedó disipado en el momento en que la dueña de casa se mostraba incluso dispuesta a revisar algunas medidas, como el aumento en los impuestos a los automóviles. Luego de que Rattazzi expusiera la preocupación del sector y especificara que la caída en las ventas -que llega al 20% anual- se explicaba en un 4,20% por el nuevo tributo y el resto era sólo «la devaluación y la suba en la tasa de interés», se acordó seguir discutiendo la semana próxima en reuniones específicas.
Méndez venía además de una revelación incómoda. Ayer, el diario Clarín había publicado que, por presión del subsecretario Roberto Baratta, su socio en la proveedora de cables TEL 3 le había pedido que vendiera su 10% de participación en la firma, orden que el líder fabril cumplió. Ayer, ya comenzado el encuentro, De Vido hizo el gesto más temido e invitó al subsecretario a pasar a saludar. ¿Minuto de tensión? Nada más lejos. Baratta y Méndez se fundieron en un abrazo. Hay un momento para cada cosa
Por Francisco Olivera | LA NACION
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