Gago camina la cancha y se fastidia. Una y otra vez. Boca pierde de nuevo. En el área de Orion cabecean siempre los de celeste y blanco. Boca sufre. Conde vuela y saca lo poco que le tiran a su arco con peligro los visitantes. Boca no puede con su alma. Bianchi mete cambios. Pero Boca no tiene respuestas. Ni siquiera hay tiempo para creer que el 10, ese que no está en la cancha, tiene la solución. En tres fechas, tras el 1 a 0 en contra de anoche, en Boca hay clima de caos, de desesperanza y de tensión. En Boca hay de todo menos puntos. En Boca hay muchas dudas y ninguna respuesta. En Boca hay olor a ciclo terminado, aunque nadie se anime a decirlo.
Los tres cambios que introdujo Bianchi tuvieron cositas para marcar. En el lateral izquierdo Insúa, que reemplazó a Zárate, mostró lo que todos ya sabían que ocurriría: tiene mucha más intensidad para jugar. Mayor agresividad para la marca y otra decisión para pasar al ataque. De hecho, tuvo una oportunidad por la izquierda en la que definió con un remate elevado por arriba del travesaño. Esa agresividad lo hace cometer muchas infracciones, pero ante la cuestionada pasividad de Zárate, es algo que Boca necesitaba. Luciano Acosta, que ingresó por Juan Manuel Martínez, las pide todas, pero también es cierto que sus intervenciones carecieron de la sorpresa esperable. Y la otra variante fue la de Riaño por Gigliotti pero Boca apenas le generó a Riaño una sola situación para probar su condición de goleador: fue en el segundo tiempo, con el marcador ya 1-0 para Rafaela y Conde le ganó el mano a mano al delantero tras un muy buen pase de Acosta.
Al menos, Boca saltó al campo de juego a batallar. No entró con una actitud pasiva, pero quedó claro que con eso no le alcanza. No tiene circuito de juego y uno de los motivos fue lo errático que estuvo Gago. Después, algo que expuso todos los problemas de Boca fue lo que generó Rafaela, mucho más punzante para crear peligro.
Aprovechando muy bien las espaldas de Insúa y de Grana y con Vera saliendo del área con asiduidad para hacer de Teo Gutiérrez, Rafaela resultó superior en la etapa inicial. Hubo un claro dominio local en el juego aéreo y Orion tuvo varias intervenciones que evitaron la caída de su arco. Tapó tres cabezazos: uno de Vera, otro de Depetris y otro de Albertengo.
La pregunta que quedó flotando fue: ¿por qué Rafaela pudo generar espacios y Boca no? Y más allá de que esa respuesta no esté tan clara, sí se puede asegurar que, lejos de ser un tema de actitud, se trató de una cuestión de aptitud. No es que Boca no quiere, sino que no le sale.
En la etapa final Boca volvió a padecer las desatenciones que tiene en muchos de los tramos iniciales de los segundos tiempos. Y a los 11 minutos Rafaela consiguió la ventaja por la misma vía que Boca había sufrido en el primer tiempo: muy buen corner de Mansanelli, cabezazo de Erramuspe y un desvío en Ledesma antes de que el balón llegara a la red.
Y otra vez la incertidumbre de saber si el equipo está capacitado para revertir una desventaja. Pero al Boca desangelado no le brotan las ideas. Entonces empiezan los pelotazos para los delanteros de turno. Entonces los laterales dejan de pasar al ataque. Entonces el equipo se nubla. Y, para colmo, anda con un poquito de mala suerte. Porque aunque dé la sensación de que no pueda lastimar jamás, termina teniendo situaciones de riesgo y no anda derecho con el gol. Conde le tapó aquel cara a cara a Riaño y el arquero también se lució ante un tiro libre venenoso de Sánchez Miño.
En la última jugada del partido le quedó la pelota a Forlín y a Gigliotti, pero entre los dos se terminaron molestando y despejó el fondo de Rafaela. Fue una buena analogía de que incluso entre los de Boca se molestan.
Fuente: Clarín
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