San Rafael, Mendoza 04 de mayo de 2024

El año de Francisco, el Papa de la esperanza

papa francisco«Este Papa no dice lo que hay que hacer, vive lo que incita a hacer», aseguraron sus colaboradores más cercanos.

En apenas nueve meses de aquella primera aparición en el balcón de la logia central de la basílica de San Pedro, Jorge Bergoglio, el papa Francisco, desató una «revolución espiritual» que inyectó esperanza y aires de cambios en una Iglesia adormecida, anquilosada, sumida en escándalos y con sangría de fieles.

La elección del nombre pontificio del «Pobrecito» de Asís impregnó desde el vamos el estilo de gestión pastoral que pretendía ese cardenal llegado del fin del mundo: una Iglesia pobre y para los pobres, austeridad, tolerancia, apertura a otros credos, pero sobre misericordia para comprender antes que juzgar.

En poco tiempo, Francisco tomó decisiones clave en pos de la reclamada reforma de la Curia Romana, la transparencia de las finanzas vaticanas y la apertura, por lo menos al debate, de temas espinosos en la Iglesia como el papel de la mujer o las nuevas realidades familiares, además de reforzar la política de tolerancia cero con los clérigos acusados de abusos.

«Este Papa no dice lo que hay que hacer, vive lo que incita a hacer», aseguraron sus colaboradores más cercanos.

En este lapso, el pontífice argentino dejó innumerables definiciones, escribió una encíclica a «cuatro manos» con su antecesor, el papa emérito Benedicto XVI, y publicó su primera exhortación apostólica que constituye su plan de acción.

Hechos además de gestos que posicionaron al pontífice argentino con un líder global e hicieron que fuera considerado como la figura del año, además de aparecer en las tapas de Time, The New York o Le Monde, publicaciones poco proclives a otorgar espacio a un Papa.

El estilo Bergoglio cosechó, como era de esperar, críticas de los sectores más conservadores de la Iglesia, pero también de grupos externos, como el «Tea Party», quien lo acusó de «marxista» o legisladores republicanos de los Estados Unidos que perciben «demasiado a la izquierda» su teoría inclusiva de la economía.

En julio, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud en Rio de Janeiro, dio los trazos definitivos de su programa fundamentado en el servicio y la misión: salir a las calles, a las periferias existenciales, para estar cerca del pobre, del excluido, del que sufre, del que no conoce a Dios.

La guerra civil en Siria y una posible intervención armada de los Estados Unidos, pusieron al Papa al frente de una cruzada diplomática y religiosa a favor de la paz y de la resolución de conflictos mediante el diálogo. Por ese gesto, creció en la consideración mundial como artífice de la paz y fue propuesto como Premio Nobel.

La cercanía fue otro punto alto en este corto tiempo del pontificado de Francisco, en el que tampoco se olvidó de su tierra natal. Llamó por teléfono y escribió cartas a amigos en la Argentina, a desconocidos y también a quienes lo consideraban «un enemigo».

En esa línea, Bergoglio se preocupó por la salud de la presidenta Cristina Fernández, quien dio un giro de 180 grados en su percepción del ex arzobispo de Buenos Aires tras la elección pontificia y se comunicó al menos una vez con ella durante su convalecencia, al tiempo que expresó que quiere que concluya su mandato en las mejores condiciones.

Según sus colaboradores, Francisco también siguió de cerca las elecciones de agosto y de octubre, se interesó «desde su lugar» en la interna peronista, que pretende que se dirima en elecciones y transmitió a sindicalistas su anhelo de unidad para el movimiento obrero argentino.

Francisco también demostró en nueve meses de pontificado que es un gran comunicador, que no necesita de intermediarios, ni de quien lo interprete. El mismo es quien informa y transmite qué piensa, qué Iglesia pretende, cuáles son sus prioridades pastorales.

Asimismo, se transformó en un predicador mediático, editor desde el púlpito y usina frecuente de títulos de tapa de los principales medios del mundo. Lo hizo, sobre todo, a través de frases breves, aunque con profundidad teológica, «bergoglismos» o recurriendo a triadas de palabras, a fin de subrayar sus ideas esenciales.

Todavía hoy resuena en los oídos de los jóvenes aquel llamado del Papa en Brasil a hacer «lío» y el planteó de los tres ejes de la misión: «Vayan, sin miedo, para servir».

El refrán popular asegura que «en la cancha se ven los pingos» y el papado de Francisco recién está en sus albores, aunque ya dio señales inequívocas de que puede liderar los cambios que la Iglesia necesita tanto hacia dentro como hacia afuera. Sólo hay que esperar que pueda profundizarlo, y que lo dejen.

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