Pese a que el tablero dice que en menos de ocho minutos Bieber saldrá al escenario, su equipo constata que el piso de la pasarela no es seguro. Taladro en mano remachan la zona; no sería el único problema técnico, pero resuelto esto, ya está todo dado para que miles de fanáticas vivan su sueño.
Salen los doce bailarines (seis mujeres y seis hombres) y en la pantalla luego de imágenes urbanas lo que queda es en el centro la imagen de Bieber, pero con alas. El llevará a volar a esas (pre) adolescentes a lo largo de casi dos horas a un lugar que vienen imaginando hace tiempo. Comienza a sonar All Around The World. Mientras los pasos agitados se replican, desde el centro baja él, íntegramente de blanco, con un saco, anteojos de sol y con pasos cuasi robóticos. Mientras empieza a cantar, fuegos artificiales a los costados del escenario terminan de configurar la imagen.
Ya en el segundo tema, Take You, el joven de 19 años nos alerta que su versión más aniñada quedó en el pasado. Movimientos pélvicos, señales sensuales; Justin rompió el cascarón y está dando el paso de estrella teen a estrella pop. Y juega todo el tiempo con eso, sabe cómo hacerlo, o al menos está muy bien calculado. Porque ese vestuario rápidamente se reduce cuando le pregunta a sus Beliebers si puede ponerse más cómodo y queda sólo con una musculosa.
Hay sensualidad, pero sobre todo sexualidad. Implícita, eso sí. Y lo que juega de fondo es la sublimación de la iniciación sexual en chicas que en general no llegan a los 15 años. Porque él aparece como ese ícono tan deseado como inalcanzable, pero en los carteles, en los gritos y en las canciones, todas ellas quieren ser One Less Lonely Girl (Una chica solitaria menos), uno de los picos del show. Allí, una de todas las fans sube a escena, se sienta en una silla y escucha cómo el seductor Bieber (ya en cueros) le canta, mientras baila a su alrededor. El canto de la sirena, pero a la inversa. No es que sólo lo idolatren, es a la vez un símbolo de una etapa tan única como especial.
Pero no es sólo tensión sexual lo que hay en El Campín; también hay un espectáculo de música (con el destaque de los tres vocalistas que son los que encorsetan a Bieber), baile, fuegos artificiales y más problemas técnicos. Es que en diferentes pasajes del show el canadiense hace playback; es lógico, nadie puede cantar, correr y bailar, todo a la vez. El problema es que el desfasaje entre imagen de las pantallas y sonido, era algo notorio. Pero lo peor ocurrió en el cuarto tema, Somebody To Love, momento en el que el audio directamente se cortó. Allí, Bieber demostró mucha cancha: siguió haciendo la mímica como si cantara y sus fans terminaron la canción. Luego con un micrófono de mano se la pasó hablando durante más de cinco minutos con su gente y cuando volvió el sonido, dijo que la energía la habían traido sus Bielibers . Salió con suma elegancia de una situación que a alguien con mucho más años de experiencia le hubiera traído alguna dificultad. Atrás, el equipo de Bieber y los técnicos locales tenían cara de pocos amigos.
En verdad, si el cantante hoy es estrella mundial, no sólo fue por su talento musical, sino también por la tecnología y la viralización de sus videos amateurs. Precisamente esas imágenes, con él sentado en la batería cuando era un nene o cantando con menos de 15 años también sirven como introducción al epílogo del show. Llegarán también los momentos más propiamente musicales de Bieber, cuando toque la guitarra junto a Dan Kanter (en Fall) o pase a la batería (en Beauty And a Beat) para demostrar su talento en diferentes formatos.
Pero luego de aquel tramo más íntimo, vuelve la arrasadora pop para el cierre. Así como en el inicio los guiños hacia Michael Jackson son claros (incluso sonaban temas de MJ antes del comienzo), en esa recta final parece acercarse a Justin Timberlake. Cuando comienza Never Say Never, ya todos saben que lo que queda es el cierre, y los hitazos van desgranándose uno tras otro.
Tras One Less Lonely Girl el pico sexual llega con su torso al desnudo; como anticipo de los bises, nuevamente un video en la pantalla marca el mensaje. Es que aparece Bieber contando que tal vez él le haya cambiado la vida a algunos, pero que seguro mucho más se la cambiaron sus fans. No lo hace ya en tono irónico (como cuando juega en las pantallas a ser perseguido por papparazzi policíacos), sino que apunta a lo emotivo, al creer que se puede, a potenciar ilusiones, el otro leitmotiv que recorre la presentación de este Believe Tour.
El cierre con Believe, Boyfriend y Baby-momento en el que apareció la lluvia, la que en Bogotá no podía dejar de decir presente- fue tan esperado como lógico; los fuegos artificiales acompañaron el final de un show que terminó siendo efectivo a pesar de los problemas técnicos. Y si eso ocurrió fue por la capacidad escénica de Bieber.
Por Diego Huerta
Fuente: Clarín
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