Maica es madre de la primera beba gestada en un vientre prestado en la Argentina; su esposo escribió un libro sobre esta experiencia inédita
Maica Moraes había perdido dos embarazos, el último de los cuales la dejó una semana en terapia intensiva, cuando una amiga le ofreció su vientre para que creciera su bebe. «Quiero ofrecerte mi panza», le dijo. Al principio pensó que le hacía una broma. Pero su amiga -de quien preserva su identidad- insistió. Explicó que la había visto sufrir mucho, que sabía de su deseo inmenso de ser madre y que estaba segura de que podría con eso. Maica, que se había quedado helada, retrucó con los riesgos y los miedos; entonces, su amiga contestó: «Soy mamá, sé lo que vos querés ser madre; ese bebe no va a ser mío, va a ser tu bebe, yo voy a ser como una casita».
Este fue el principio de una historia que terminó con el nacimiento de la primera beba gestada en un «vientre prestado». Técnicamente es la primera subrogación legal en la Argentina. La familia de Maica y Juan, su esposo, abrió el camino legal para la inscripción de una hija en función de su «verdadera identidad»: la de las dos personas que la concibieron y desearon ser padres.
En diálogo con LA NACION, en vísperas del Día de la Madre, Maica empieza a relatar la experiencia desde el principio. Su nena de un año y medio se escucha al otro lado del teléfono. «Mamá, acá», pide. Entonces su madre le ofrece pintar. Se escuchan ruidos de papeles y algunos gorjeos indescifrables.
Fue un embarazo de tres. Y hasta el nacimiento los tuvo a los tres en la sala de parto.
Maica y Juan hace once años que están juntos. En 2006 se casaron y empezaron a buscar un hijo. Juan tenía dos -Lucas y Julián- de un matrimonio anterior. La búsqueda se alargó. En 2008 Maica quedó embarazada por primera vez y, por trombofilia, un problema en la sangre, lo perdió. Insistieron con inseminaciones artificiales. No tenían suerte.
A fines de 2009 volvió a quedar embarazada, pero también lo perdió. Esta vez, era un embarazo avanzado que le costó caro: una cesárea de urgencia le produjo una hemorragia que terminó despojándola del útero, aunque logró conservar los ovarios y Maica pudo seguir ovulando. En ese momento, tener los ovarios para ella no significaba mucho. Luego lo valoró.
Ante esa pérdida, y siempre convencida de su deseo de ser madre, se anotaron en el registro de adopción. De la primera entrevista se fueron decepcionados: no podían asegurarles cuánto tiempo llevaría la búsqueda y ni siquiera podían prometerles que ese día llegaría. Puede pasar un año, dos o nunca, escucharon en aquella oficina. «Me quedé helada. Me desmoralizó porque me parecía loco sentarme a esperar algo que podía no salir nunca y me desesperaba saber que no estaba en mis manos hacer nada», cuenta.
Era 2010. El tiempo biológico seguía corriendo: Maica tenía 38 años.
Ahí fue cuando empezaron a evaluar con su marido la posibilidad de la subrogación de vientre, algo que habían escuchado sólo al pasar. Buscaron por Internet, contactaron a algunas agencias en el exterior, se comunicaron por skype con algunos médicos y hasta viajaron a Brasil, un país donde esta práctica está más difundida, pero donde la legislación establece que quien puede prestar la panza debe ser un familiar.
UN ACTO DE COFRATERNIDAD
En ese proceso Maica se apoyó mucho en sus amigas, que conocían la historia de sus embarazos frustrados, su búsqueda incesante por ser madre. Entre estas amigas estaba quien después tuvo ese acto de confraternidad que parecía increíble. «Cuando me lo ofreció me dijo que estaba decidida, que ya había hablado con sus dos hijos y su pareja, que todo estaba bien», cuenta ahora Maica. Cuando decidieron abrirse a esa posibilidad cada una buscó a una psicóloga que las acompañara en el proceso, que indagara en los deseos más profundos, que las guiara para que no hubiera problemas cuando ya estuvieran en medio del embarazo.
Recién cuando nació supieron todos que había nacido y cómo había sido. Fue un secreto
«Pasó un tiempo y su psicóloga me citó para contarme que ella estaba totalmente en condiciones de hacerlo, que era consciente, que estaba preparada y que era algo que ella quería hacer porque lo sentía con el corazón, que no tenía ningún miedo», relata Maica. Recién ahí le habló a su esposo de esa posibilidad. Recuerda que él casi se desmaya. No podía entender tanta generosidad. Con el paso de los días le dijo que sí, que lo hicieran.
Empezaron el tratamiento. Como Maica tenía sus ovarios, su embrión se constituyó con sus óvulos y el esperma de su esposo. Le implantaron tres embriones y, contrariando las estadísticas, el primer tratamiento funcionó.
Fue un embarazo de tres. Y hasta el nacimiento los tuvo a los tres en la sala de parto.
-¿Cómo fueron esos meses de gestación?
-Nosotros no habíamos dicho nada a nadie que habíamos hecho esto. Ni los hijos de mi esposo lo sabían. No estábamos preparados para contener a nadie. Recién cuando nació supieron todos que había nacido y cómo había sido. Fue un secreto porque emocionalmente no estábamos preparados ni para que nos pregunten, ni para contener. Teníamos que cuidar a nuestra amiga, ver que todo saliera bien.
Esos nueve meses yo estuve todos los días con ella. Ibamos los tres a las visitas de los médicos. Los fines de semana salíamos juntos. Fuimos algún fin de semana largo a Mar del Plata. La verdad que nunca tuvimos ningún motivo para discutir ni nada.
-¿Tocabas la panza, ya estabas en contacto con tu bebe?
-Era muy gracioso escucharla a mi amiga porque ella le hablaba a la panza y le decía: «Acá está tu mamá, no me molestes a mí». Ella tenía todo el tiempo hambre y comía todo el día. Entonces le hablaba a la panza como si le hablara a una amiga. O me decía a mí: «Decile algo a tu hija, que está meta patear». Es el día de hoy que ellas tienen una relación, tienen un contacto especial y creo que la beba le conoce la voz. Más allá de que no nos vemos todos los días, cuando mi amiga le habla ella se queda tranquila. Reconoce su voz.
-¿Qué resguardo legal tomaron?
-Nosotros avanzamos con el embarazo sin ningún papel. Acá hay un vacío legal. Quiere decir que no es ilegal, pero la ley no ampara esto, no lo contempla porque para la ley argentina quien da a luz es la mamá [Esto pretende ser modificado en el proyecto de reforma del Código Civil y Comercial, que contempla la maternidad subrogada ]. Lo que hicimos fue buscar un abogado, buscamos durante meses porque nadie quería agarrar. Recién encontramos nuestra abogada cuando estábamos con seis meses de embarazo. Le pareció un desafío porque era el primer caso.
-¿Tu amiga firmó algún compromiso?
-No, teníamos que confiar en que ella nos diera el bebe. Cuando nació nuestra hija nuestra abogada hizo una declaración por la cual pedía por la verdadera identidad de nuestra beba. Se presentó una carpeta completa con los adn, informes médicos que daban cuenta de la transferencia, notas que señalaban que nuestra amiga había prestado su panza, también estaban los informes de psicólogos. En realidad, el fallo demoró un año y tres meses. Lo evaluaron durante mucho tiempo pero siempre hubo un acuerdo de que la beba tenía que estar a nombre nuestro. El día que nos avisaron no podíamos estar más felices.
-¿Cómo es el Día de la Madre para vos?
-Después de todo lo que nos costó, lo festejo todos los días. No es una frase. Un día solo no alcanza.
Nunca pesé que iba a tener un hijo de esta forma y, si alguien me lo contaba, no lo hubiera creído. Somos personas comunes, no nos imaginábamos algo así, nos sorprendió. Pero si lo hacés con amor y respeto entre las tres personas es hermoso.
Por Verónica Dema | LA NACION
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