San Rafael, Mendoza viernes 22 de noviembre de 2024

Duras palabras de los padres de Renzo

 Renzo Casalli,

A raíz de todo lo que se dijo sobre la muerte de Renzo Casalli, el joven platense que estaba en San Rafael de viaje de egresados y que murió horas después de ser atropellado el 30 de setiembre pasado, sus padres enviaron una carta a los medios de comunicación.

 Renzo Casali, oriundo de La Plata, fue embestido por un automóvil cuando cruzaba la calle cerca de la intersección de las avenidas Sarmiento y Dean Funes (lugar donde ha habido infinidad de siniestros). El conductor del auto, Juan José Molina, de 34 años conducía en estado de ebriedad tal como se desprendió del examen de alcoholemia. Fue detenido y liberado más tarde tras pagar una fianza de 50 mil pesos.

Se los criticó a los padres de Renzo por no haber donado sus órganos, claro, sin conocer bien cómo fueron los hechos. Estas son las palabras de sus padres:

 A los medios: Somos Ileana y Raúl, papás, y Franco, hermano de Renzo Casalli. Con el dolor que nos embarga, queremos encontrar algún consuelo y ver de qué forma podemos construir algo positivo a partir de la dolorosa muerte de Renzo en su viaje de egresados en San Rafael. No queremos dramatizar nuestro dolor con los sueños y virtudes de nuestro hijo, puesto que seguramente será igual, con algunos matices, a la de otros casos de jóvenes muertos inesperadamente en un accidente. Tampoco queremos prensa amarilla, ni venganza, ni posicionamientos políticos.

 Hay dos temas en los que creemos que podemos contribuir, aunque suene como un contrasentido, a partir de la muerte. Uno es la concientización de la magnitud de la cantidad de pérdidas de vidas por accidentes de tránsito en nuestro país, que estadísticamente deben estar entre las principales causas de fallecimiento a edad temprana. El otro es la importancia de la existencia de mecanismos que garanticen un sistema legal de donación de órganos que alcance humanamente sus objetivos.

 Decimos esto último, aún sin poder afirmar si nuestro caso fue aislado o se ha repetido en otras partes del país, lejos de los grandes centros urbanos. De ser así, tiene sentido que nuestro caso tome relevancia y estado público para ayudar a la concientización de la importancia del funcionamiento coordinado y responsable de todos los actores intervinientes (profesionales médicos, directivos de hospitales, entidades oficiales encargadas de la ablación), para ayudar, por un lado, a quiénes deben tomar la difícil decisión de donar, en algunos casos -como el nuestro- aturdidos, en ámbitos ajenos y lejos de los afectos -aunque muy contenidos por la gran cantidad de fieles amigos-, y por el otro a los esperanzados receptores de órganos.

 El primero de los temas tiene escasa difusión y por ende, carece de la repercusión estatal y mediática necesaria, atendiendo a la gran cantidad de lamentables siniestros que afectan a la vida e integridad psicofísica de los ciudadanos y a la frecuencia con la que se suceden. El control del Estado es deficiente o “distraído” en esta materia, en una sociedad en la que sabemos que el alcohol y la droga no son impedimentos para circular por calles y rutas, y que aún en el caso de ser detenido un conductor en dicho estado, poco se hace para castigar ejemplarmente a quien causa un injusto daño a otros.

 Tiene mucha más prensa la muerte en actos de violencia o la llamada ‘inseguridad’ -caballito de batalla para las campañas electorales-, que la que ocurre como consecuencia de accidentes de tránsito; será porque en esta última todos somos un poco responsables, por la imprudencia o la falta de cumplimiento responsable de las normas de tránsito, muchas de ellas escritas pero no cumplidas y otras con penas muy leves que hacen que no se tenga miedo a violarlas. Desgraciadamente, todos somos hijos del rigor…

 Sólo por nombrar algunas de estas infracciones podemos mencionar exceso de velocidad, no cumplimiento de la VTV (que es sólo una caja recaudadora de las provincias y no un control real de la habilitación de los vehículos para circular), no utilización de cascos, falta de regulación de las bicicletas a motor, consumo de alcohol y drogas, circulación por las banquinas, sobrepaso, paso de semáforos en rojo, conducción utilizando el celular en comunicaciones o -peor aún- enviando mensajes de texto, etcétera.

 Es difícil decir que en la Argentina hay JUSTICIA cuando un delincuente al volante, que conducía alcoholizado (1,35 de dosaje de alcohol en sangre, excediendo en casi tres veces el límite legal), es decir con desidia y desapego total de la vida del prójimo, con culpa grave en su accionar -asimilable más al dolo que a la culpa- por haber tomado voluntariamente más de lo permitido y conducir sometiendo a otros a una situación de riesgo innecesario, sólo estuvo unas pocas horas privado de su libertad por haber sido excarcelado tras el pago de una fianza de $50 mil en la causa que se le sigue por el homicidio culposo de Renzo, bajo la instrucción del fiscal Mauricio Romano, titular de la Primera Fiscalía Correccional de San Rafael.

 Tales conductores actúan quizá desaprensivamente a sabiendas de que con el pago de una fianza pueden continuar con su vida normal mientras transitan el proceso judicial, en tanto Renzo, como otras víctimas, ven truncadas para siempre todos sus proyectos. ¿Así es como se cumple la función preventiva-represiva del Derecho Penal en nuestra sociedad? Seguramente se ajusta a Derecho, pero no creemos que sea justo. Es por ello que debe agravarse la pena en estos casos especiales de “homicidio culposo” (de 6 meses a 5 años de prisión, más inhabilitación especial para conducir por 5 a 10 años, según el artículo 84 del Código Penal) y lesiones culposas (artículo 89 del mismo código).

 Deseamos que todos se sumen al apoyo dado desde la Organización Madres del Dolor (www.madresdeldolor.org.ar) firmando las planillas que se están difundiendo para la modificación de la Ley de Tránsito Nacional, considerando como agravantes de la conducta antijurídica del conductor que -aún sin intencionalidad- atropelle y lesione o mate a otros, cuando haya exceso de alcohol comprobado, cuando se conduzca por encima del límite de velocidad permitido y cuando el conductor se dé a la fuga. Con este mismo objetivo de reclamar justicia es que nos proponemos organizar próximamente una marcha en esta ciudad, a la que convocaremos no sólo a los familiares, amigos y compañeros de Renzo (quienes concurrirán no sólo a marchar sino a hacer música en su memoria -como lo hicieron en su despedida, dado que para nuestro hijo la MUSICA era su vida-) sin alterar el tránsito, por las veredas (otro tema a cambiar en nuestra sociedad, se puede crear conciencia sin alterar la vida cotidiana de la sociedad, exasperando en lugar de generar adhesión).

   Con respecto a la segunda cuestión planteada, deseamos que se sepa lo que realmente sucedió, sin ánimo de aplacar nuestra culpa por haber decidido no donar los órganos de nuestro amado Renzo, sólo queremos poner en conocimiento público que el sistema del INCAMEN falló, lo cual entendemos debe servir al menos de ejemplo de lo que no debe volver a suceder. O para que, si es un problema de ensamble general se tomen la medidas correctivas a tiempo para poder hacer exitoso un tema tan neurálgico en nuestra sociedad. Adherimos fervientemente a la donación. A nadie le deseamos que pase por el momento de desesperación de saber que su hijo se está debatiendo entre la vida y la muerte, y en ese mismo instante tener el deber de decidir que en caso de morir puede trascender en otras personas con la donación. Ésa era nuestra elección, donar y hacer trascender en otros a nuestro hijo. Pero para la toma de tal decisión sólo necesitábamos tener la certeza de que nada más había para hacer y que la muerte había sido definitiva. Eso no sucedió.

 Nuestro Renzo murió en el Hospital Schestakow de San Rafael, Mendoza, al menos tres veces… El domingo 29 de septiembre, a la madrugada, nuestro hijo sufrió un terrible accidente de tránsito, siendo atropellado por un conductor que circulaba alcoholizado y sin las luces de su vehículo encendidas, entrando muy grave al mencionado hospital. Quedó en estado reservado en la Sala de Terapia Intensiva. Al final de ese día, casi veinticuatro horas después del accidente, amables ángeles verdugos (difícil tarea de los profesionales del INCAMEN) se presentaron diciendo que debían hacer los últimos estudios del protocolo para certificar la muerte, y a partir de allí proceder a la ablación. Nos citaron para la primera hora de la mañana siguiente, para confirmar los estudios y proceder a la firma de los certificados de autorización; pero esa mañana nadie apareció, sembrando al mismo tiempo esperanza y terror. Sólo lo hizo un médico que nos dejó la esperanzadora noticia de que uno de los electroencefalogramas había dado señales de actividad.

 Este punto es esencial, nosotros con toda nuestra angustia a cuestas y nadie apareció. Suponemos que internamente algo sucedió entre el hospital y el INCAMEN. Nosotros estábamos allí, desesperados y atentos a cada movimiento en las puertas de Terapia que nos pudiera anunciar algo, el milagro o el infierno… pero nada sucedió. Al mediodía (esa mañana pareció durar una eternidad) nos hicieron pasar al horario habitual de visita a terapia. Cuando yo, el papá de Renzo, estaba abrazado a la mano de mi hijo -escuchando y cantando a su oído sus canciones-, se me acercaron dos médicos (uno de ellos el director del nosocomio) a darme el pésame por su muerte. Sorprendido, pregunté por los electros y la respuesta fue: ‘no, todos dieron planos’. Casi al mismo tiempo, antes de reunirme con mi esposa para darle la triste noticia, empecé a recibir mensajes de pésame: conclusión, el director del hospital había comunicado a la prensa que Renzo había fallecido a las 14.

 Luego nos citaron a las 18, para iniciar (nuevamente) los trámites del INCAMEN. A esa hora, cuando aún no habían llegado los profesionales del citado organismo desde la capital mendocina, una médica del servicio nos hizo pasar para pedirnos disculpas en nombre de la provincia de Mendoza por las desprolijidades cometidas, y admitir que ‘el director del hospital se había apresurado al dar la noticia’, y manifestarnos que los medios estaban diciendo ‘cualquier cosa, barbaridades’, que se había metido la política y que en virtud de las innumerables presiones recibidas, debían repetir los estudios de protocolo para certificar la muerte.

 Entonces nos preguntamos: ¿por ‘presiones’, si no presionan no repiten…? Terrible y angustiante incógnita, ‘¿está muerto, sí o no?’ Volvimos más tarde para recibir otra vez la tortuosa entrevista de otros profesionales del INCAMEN, que comienzan su trabajo como si nunca hubiéramos recibido información y nos comunican que debían repetir los estudios, ya que los previos no servían porque las muestras estaban ‘contaminadas con residuos de medicación en el torrente sanguíneo que desvirtuaban los resultados’, sumados al apresuramiento del director del hospital, las presiones de la Universidad de La Plata, los medios, etcétera. Todo en concordancia con el discurso de la médica del hospital, diciéndonos que debíamos volver a las 2 de la madrugada… A esta altura nuestras cabezas no podían más, y nuestros corazones estaban destrozados; nos inundaban las dudas, y el dolor desgarrador de saber perdido a nuestro amado hijo, al que habíamos despedido junto a sus compañeros en La Plata una semana antes deseándole lo mejor en su viaje de egresados.

 La mañana siguiente, tomamos la cuestionada decisión luego de ver por televisión que el director del hospital había comunicado que el deceso se había producido a las 2 de la madrugada del día 1 de octubre (destacamos que el certificado de defunción que se nos entregó lo establece a las 20:05 del 30 de septiembre), y que esperaban ‘la respuesta de los padres’ sobre la donación (presión mediática, si las hay). Aquí creo que también existe al menos un error en la comunicación (quizá presión mediática, quizá divismo político, no sabemos), pues no se puede anunciar que se está esperando la decisión de los padres (¿acaso la donación no es anónima?, Renzo estaba en todos los medios). Continuaron todas las idas y venidas: que recién cuando firmara los certificados comenzarían a buscar posibles receptores en virtud de las características de mi hijo -grupo sanguíneo, peso, sexo, contextura, edad, ¡cosas que sabían desde su ingreso al hospital dos días antes!-… Esto, sumado al tiempo que debía esperarse para que entregaran su cuerpito sin vida al forense, para que procediera a hacer la necropsia, extender el certificado de defunción y autorizar el traslado, y con las impresionantes imágenes de Renzo que se seguían difundiendo por todos los medios, decidimos poner fin a la tortura y llevarnos los restos y con gran dolor no realizar la donación de sus órganos. Aquí también merecen un apartado especial los medios, que con el afán de informar y tener la primicia destruyen los corazones desgarrados de los familiares y seres queridos. Las fotos de una dulce carita no contribuyen…

 Esperamos que al menos lo sucedido sirva de ejemplo a todos los actores del sistema de salud intervinientes, para que, a partir estos injustificables y graves errores de coordinación, mejoremos y podamos optimizar la tan necesitada y publicitada donación. Pasa como en muchos ámbitos de la vida de los argentinos:#tenemos las leyes, implementamos los sistemas, escribimos los protocolos, tienen la difusión pública, ensalzan los méritos políticos, pero fallamos en la aplicación y el control.

 Por todo ello, exhortamos a las instituciones médicas -sean públicas o privadas- y a los estados Nacional, provinciales y municipales a través de su contralor, a garantizar el fiel y transparente cumplimiento de la normativa vigente (Ley 24.193 de Trasplantes y sus modificatorias), verificando con absoluta certeza todos los signos que en forma acumulativa exige la legislación (artículo 23) a fin de determinar la muerte, y recién entonces comunicar el deceso a los familiares a los efectos de la donación de los órganos de su ser querido. La muerte y sus consecuencias son objeto de interés jurídico, y desde un enfoque bioético se exige el respeto de la dignidad del paciente –y de su familia- en el final de su vida, así como del derecho de la confidencialidad de los datos personales y de salud del mismo, que en nuestro caso fue vulnerado al divulgarse por el mismo hospital nuestra decisión de no donar sin explicación alguna.

 Exigimos que, mediante el abastecimiento de recursos humanos técnicamente capacitados, profesionales respetuosos del dolor de los familiares del paciente, se asegure el momento exacto de su fallecimiento sin que pueda existir incertidumbre ni margen de duda al respecto a fin de no desalentar un acto tan loable que permite dar vida a otros seres humanos, situación que ahora a nosotros nos genera un sentimiento cercano a la “culpa”, y ratificando que en condiciones “normales” hubiéramos consentido la donación sin objeción alguna.

 Esperamos no haberlos abrumados con tantas palabras, y esperamos haber sido lo suficientemente claros en el mensaje; cosa que dudamos, producto del dolor que nos nubla el raciocinio. No queremos prensa ni escándalo, sólo, aunque resulte extraño, sacar un provecho en beneficio de la comunidad por la muerte de nuestro hijo, a fin de honrar su memoria en pos de una sociedad mejor y -como dijimos al principio- transformar la fuerza del dolor en algo positivo para no abatirnos en un pozo depresivo del que no podamos salir nunca. Gracias.

 

Ileana, Franco y Raúl

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