San Rafael, Mendoza 23 de noviembre de 2024

Madame Bovary era una mujer muy intolerable

 Paz Alicia Garciadiego (izq.) y Arturo Ripstein, durante la presentación en el festival de San Sebastián de “Las razones del corazón”. Junto con ellos, las actrices Arcelia Ramírez y Pilar Padilla.

Mañana, el Cultural San Martin estrena «Las razones del corazón», melodrama de Arturo Ripstein libremente basado en «Madame Bovary». Hoy, en sesión especial, lo presenta gratuitamente la propia esposa y guionista del realizador, Paz Alicia Garciadiego, que luego dará una charla de gozoso interrogante: «¿Usted sería amigo de Emma Bovary?» (Sarmiento 1551, organizada por la Asociación de Directores Proyecto Cine Independiente). Dialogamos ella:

Periodista: ¿Por qué tituló así la charla que va a dar?

Paz Alicia Garcíadiego: No quiero adelantar mucho. Solo diré que «Madame Bovary» sigue siendo una maravillosa novela, pero esa mujer es muy intolerable. Sucede en muchas novelas y en muchas películas. Mire «El ocaso de una vida». ¿Usted pasaría una tarde con Norma Desmond? Antes muerta que machada. Sin caer en un feminismo ramplón, no conozco ninguna mujer que se diga amiga de Emma Bovary.

P.: ¿Es cierto que escribió el guión sin haber releido para nada la novela?

P.A.G.: Así hacemos siempre. En vez de la transcripción meticulosa preferimos los recuerdos, las impresiones que nos dejó una lectura. En este caso olvidé las bobadas de Ema y apareció una mujer de un edificio cualquiera, ansiosa, frustrada por nada en concreto… igual que ella.

P.: Curioso criterio de adaptación.

P.A.G.: Para nosotros adaptar es aventar la novela al último estante de la biblioteca. A la novela no le va a pasar nada. No hay que preocuparse demasiado de lo que diga el autor. La obligación del adaptador es hacia la película. A fin de cuentas, soy tan dueña de mi visión de Bovary como Flaubert de la suya

P.: ¿Pero qué pasa con los autores todavía vivos cuando se enfrentan a una versión libre?

P.A.G.: Los buenos tienen el tino de no quejarse. Quien vendió los derechos para ser adaptados y después se ofende y reclama, pues que lo quemen con leña verde en el infierno. Si te interesaba, ¿para qué la vendiste? Al contrario, Naguib Mahfouz nos mandó decir que le había gustado nuestra versión de su novela «Principio y fin». García Márquez, lo mismo, cuando vio «El coronel no tiene quien le escriba». Rulfo alcanzó a leer nuestra versión de «El gallo de oro» y la aprobó, eso me da mucho gusto. La estrenamos como «El imperio de la fortuna», el mismo año de su muerte.

P.: ¿Cómo era Rulfo?

P.A.G.: Nada más ajeno a la idea de escritor que uno pueda tener. Fuimos a verlo a la oficina pública donde trabajaba. Me preguntó «¿cómo pusiste la sombra del cadáver?» y yo, para mis adentros, «¿de qué página me está hablando?» Muy rápido también me preguntó qué cantante haría el personaje de la Caponera. Ahí ocurrió uno de los momentos más delirantes de mi vida, porque él propuso «esa jovencita muy chulita, de voz ronquita, que no recuerdo el nombre», y empezó a preguntar a los demás empleados, cada uno le respondía a los gritos, se iban acercando, y en un momento el cubículo de Rulfo estaba lleno de gente que gritaba los nombres de todas las artistas de la radio. El negaba, «no, te dije esa muy chulita», y así seguía. Nos fuimos sin saber a quién se estaba refiriendo. Moriré sin saberlo.

P.: ¿Y al final qué cantante hizo ese personaje?

P.A.G.: Ripstein puso una actriz, esa era su intención.

P.: «El imperio de la fortuna» es el primero de 15 guiones que ya lleva escritos para él (entre ellos «La reina de la noche» y «Profundo carmesí»).

P.A.G.: Y donde aprendí que, a lo mejor injustamente, el dueño de la película es el director. Por ejemplo, yo imaginé el momento más desolador con las mujeres empapadas bajo la lluvia. Fui al set, y las vi en un interior. Interrumpí el rodaje, Ripstein enseguida me pegó dos gritos y me echó. Al rato vino a oir mis razones. Ahí estuvimos con el director de fotografía, cada cual con su tequila, y a las seis de la mañana descubrimos que lo nuestro era un problema de género. Para confirmarlo despertamos a todo el equipo y era así: las mujeres, que tenemos la idea de hogar, sentimos que la imagen de desolación estaba afuera, y los hombres, con su espíritu cazador, imaginaban la desolación de una mujer acorralada en un interior. Conclusión: filmamos la mitad afuera y la mitad adentro, pero no porque fuera una decisión salomónica.

P.: ¿Nunca quiso dirigir?

P.A.G.: Estoy contenta, orgullosa y satisfecha de ser guionista. Cuanto mucho me interesaría más la novela. En vez de pelear con equipo, productores y distribuidores me peleo con las palabras. Y con las empresas editoras, que son unas perras.

P.: ¿Cuál es su método de trabajo?

P.A.G.: Escribo hasta que el placer de escribir se me va. Antes lo hacía de mañana, ahora de tarde. Jamás de noche. Pero primero, un jueguito en la computadora. Uno solo, ¿eh? Siento que te abre las neuronas. No es que me haga más lista, sino que me quita las costras. Luego pongo un rato la música que «le va» a lo que estoy escribiendo. Por ejemplo, para «Las razones del corazón», escuchaba la banda de sonido de «La habitación del hijo», que es melancólica y triste. Y siempre, para los momentos cruciales, opera. No hay nada como la opera.

P.: ¿Recomienda apuntar cualquier idea que se le ocurra en la calle, como hacen otros escritores? 

P.A.G.: Yo no lo hago. Si algo se me ocurre y al otro día todavía me acuerdo, lo escribo. Y si no lo recuerdo es que no valía la pena.

Fuente: ámbito.com
Entrevista de Paraná Sendrós
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