Austero en gestos y formas, Bergoglio tiene la enorme tarea de renovar la más conservadora de las instituciones
Por Diego Vecino @contrarreforma
Es difícil, para cualquier cronista, encarar algunas líneas que sean relevantes sobre la elección del cardenal Jorge Bergoglio como sumo pontífice de la Iglesia católica. No solamente porque ya se haya dicho mucho sobre el tema, sino porque el evento es de los más curiosos y destacados en lo que va de la modernidad.
Es una suerte que a esta columna no le importe mucho la gravedad y peso histórico que reviste el tema. También es una suerte que el leitmotiv de estas líneas, que se repiten todos los meses, sea exactamente el de intentar analizar en forma breve aquello por lo cual el actual papa fue elegido:las formas y los fondos del estilo, gestual y estético, de los grandes concertistas en el elenco estable del poder en la Argentina. Y ahora, en el mundo.
Francesco the first, debo admitir, fue y es uno de los referentes de la Iglesia que más me interesó siempre. Principalmente porque es un silencioso ejecutante del poder y uno de los más sensibles intérpretes de la realpolitik de coyuntura. Y, en efecto, no fue ni más ni menos que eso lo que lo llevó al sillón más importante del Vaticano. Además de concentrar en su figura un profundo simbolismo, brillantemente modulado, vinculado a valores que la Iglesia católica necesita con urgencia recuperar, en esta época de vertiginosa transformación y crisis: la austeridad, la claridad y cierta tendencia a optar por los pobres, entre otros.
En la mayoría de los análisis periodísticos y eclesiásticos sobre la figura del nuevo Santo Padre,Bergoglio parecería constituirse como una encarnación revolucionaria, algo que por supuesto no es, pero que en el contexto de una institución como la Iglesia católica, en general dominada por facciones que disputan cuál es más conservadora, puede ser más o menos equivalente.
Y eso es definitivamente esperanzador. Porque Bergoglio no solo es latinoamericano, sino que expresa cierto espectro del catolicismo más moderado, abierto y eventualmente dinámico, quepuede llegar a aggiornar algunas zonas de la doctrina evangélica contracturadas frente al paso de los siglos y a los cambios sociales.
Pero ¿quién es Francisco de Buenos Aires? Analicemos algunas de sus características.
1.- Bergoglio ha sido reconocido por esa difusa cualidad llamada «austeridad». En este caso, es una descripción justa: de andar cansino, un poco encorvado, y hablar pausado, el nuevo papa transmite cierta imagen de indefensión física fundamental para componer el símbolo eterno de la fortaleza espiritual. Dicen que fue el único de los cardenales que voló al Vaticano en clase turista y el único que llegó a la Plaza de San Pedro en algo así como un Renault 12 con problemas de chapa y pintura, y medio flojo de papeles. Lo cierto es que lejos del lujo principesco que caracteriza a los miembros de la Curia Vaticana -y a algunos representantes del clero argentino-,el semblante de pobreza franciscana de Jorge Mario le valió reconocimiento internacional y, quizás, el puesto.
2.- En 2012, Bergoglio criticó fuertemente a algunos curas católicos de Buenos Aires que se negaron a bautizar hijos de madres solteras. «Ellos son los que apartan al pueblo de Dios, de la salvación», dijo. Este es otro botón de muestra de algunas de las definiciones del nuevo papa y de su forma de expresarlas. Estas convicciones son fuertes y son sugestivas en la medida en que nos hablan de un estilo más cercano a la figura del «pastor» que a la del «estadista» o el «intelectual». Francesco, en este sentido, se perfila, y así es presentado en el mundo, como un papa capaz de remover el elitismo de la práctica evangélica, elitismo que en muchos casos reviste el quehacer religioso de muchos referentes de la Iglesia.
3.- Finalmente, a riesgo de parecer chupamedias del papa -aunque debo admitir que no tomé la noticia con cinismo, sino con una genuina, acaso inocente, alegría-, Bergoglio se paró en el balcón de la Catedral del Vaticano y, en un italiano argento y alegre, tiró un Buona sera e hizo un chiste sobre el fin del mundo. Inmediatamente empezaron a recorrer el mundo las referencias al asado, a San Lorenzo y al Diego. Sin ser un cura del Tercer Mundo, el nuevo papa es jesuita, una de las órdenes más peronistas de la Iglesia católica, y en los pocos días que lleva ejerciendo de sucesor de San Pedro, le metió un poco de populismo picante a una de las profesiones más amargas del mundo. Ojalá le vaya bien.
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