Alfonsina y los hombres / Texto y dirección: Mariano Moro/ Intérprete:Victoria Moréteau/ Iluminación: Claudio del Bianco/ Vestuario: Victoria Moréteau/ Sala: El Extranjero, Valentín Gómez 3378/ Funciones:martes, a las 21/ Duración: 75 minutos.
Nuestra opinión: buena
No es éste el primer espectáculo teatral, ni seguramente será el último, que se hace en homenaje a esa gran poeta que fue Alfonsina Storni. El año pasado comentamos en este mismo espacioNo he dicho , un consistente trabajo que sobre el mismo personaje armó la actriz y dramaturga María Marta Guitart. El que ahora se puede ver en la sala de El Extranjero tiene como autor y director a Mariano Moro, artista que en los últimos años ha concretado varios proyectos teatrales de indudable calidad y resonancia.
Como era de esperar, el texto del espectáculo trabaja con distintos fragmentos de la obra de la autora, pero con una concepción distinta a la versión anteriormente mencionada. Los poemas elegidos no son siempre los más conocidos de Alfonsina, sino algunos que, escogidos e hilados con especial cuidado por Moro, permitían construir un retrato de ella, alejado de lo que han sido las visiones más transitadas sobre su personalidad y su producción.
El eje de ese perfil, al que Moro añade apuntes propios, es la conflictiva relación que la poeta tuvo con los hombres, esa reiterada y casi siempre fracasada búsqueda a la que la empujaba su vehemente necesidad de amor.
Los versos o escritos de la poeta que han sido seleccionados van desde los que evocan a la Alfonsina niña, que ya hablaba de la muerte, hasta los de la mujer madura próxima a quitarse la vida arrojándose al mar. Ese itinerario poético dibuja, como un sismógrafo, las voces y latidos de ese corazón que, con implacable lucidez y lirismo, no cesa de dar testimonio de sus perturbaciones, expectativas y humores.
Narrar ese aspecto de la vida de la poeta apelando a sus versos y sin provocar fisuras en la atención del espectador, o cansancio, era un desafío complicado para cualquier actriz. Y Victoria Moréteau lo resolvió con gran solvencia. Sobre todo, porque navegó por el alma de los poemas con envidiable fluidez y capacidad de respuesta interpretativa para encarar los diversos registros (emoción, musicalidad, ironía) que cada uno de ellos le imponía.
Luego, dentro de lo que Moro llama «poesía en movimiento», hay un costado más coreográfico del espectáculo. Es el que diseña con su cuerpo, en un espacio muy despojado, la actriz, que es también una excelente bailarina. Eso como un intento de hablar también desde lo puramente físico de los contenidos, ritmos o sonidos de la textualidad de Alfonsina. Algunos pasajes de esa entrega son muy bellos, otros algo artificiosos y en algún caso redundantes con la palabra. Pero siempre de un intenso refinamiento..
Por Alberto Catena | LA NACION
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