Francisco afirmó hoy que en la crisis económica que atraviesa el mundo «los propios seres humanos son considerados como bienes de consumo que
pueden ser utilizados y desechados»
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«Sería conveniente realizar una reforma financiera que fuera ética y, a su vez que comportara una reforma económica saludable para todos», dijo el argentino Jorge Bergoglio en su discurso ante los diplomáticos, ante quienes expresó enfáticamente: «¡El dinero debe servir y no gobernar!».
En ese marco, agregó que el Papa «ama a todos, ricos y pobres; pero el Papa tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promoverlos» e instó a la «solidaridad desinteresada y a un retorno de la ética en favor del hombre en la realidad económica y financiera».
Según informó el Vaticano, el pontífice afirmó que en la actualidad «el miedo y la desesperación se apoderan de los corazones de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos», donde «la alegría de vivir va disminuyendo; la indecencia y la violencia aumentan; la pobreza se vuelve cada vez más impactante».
«Se tiene que luchar para vivir, y, a menudo, para vivir sin dignidad», aseveró Bergoglio, para quien «una de las causas de esta situación se encuentra en nuestra relación con el dinero y en nuestra aceptación de su imperio y dominio en nuestro ser y en nuestras sociedades».
Para Francisco, «la crisis mundial que afecta las finanzas y la economía parece poner de relieve sus deformidades, y, sobre todo, la grave falta de su orientación antropológica, que reduce al hombre a una sola de sus necesidades: el consumo».
«Y peor aún, el ser humano es considerado hoy como un bien en sí que se puede utilizar y luego desechar. Esta deriva se verifica a nivel individual y social», consideró.
En ese contexto, habló del «desequilibrio» que se produce cuando «los ingresos de una minoría van creciendo de manera exponencial y los de la mayoría van disminuyendo», y que proviene de «ideologías que promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera».
«Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone de forma unilateral y sin remedio posible, sus leyes y sus reglas», concluyó.
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