El conductor y músico se pone el traje negro y los anteojos oscuros para volver, a partir de mañana, a la televisión
«Quería que sientan un verdadero golpe financiero al contratarme.» Así, con su típica sonrisa socarrona, explica Roberto Pettinato las idas y venidas iniciales de su firma como frontman de CQC , el ya legendario programa de Eyeworks-Cuatro Cabezas que mañana a las 23.45 volverá muy renovado (en formato diario y con la conducción de Pettinato, Clemente Cancela y Diego Iglesias) a la pantalla de El Trece.
Aquellas negociaciones tuvieron su pico más álgido cuando el conductor salió a decir que no tenía intención de trabajar en un programa «que ya lleva 18 años y va hacia abajo lentamente». Lejos de olvidar esa frase, el ex Sumo explica: «La dije en un móvil cuando todavía no había firmado y tiraba esas cosas para llamar la atención. De puro mala persona que soy… Lo cierto es que en ese momento todavía hacía falta pulir muchas cosas, saber con quiénes iba a estar, si era diario o no, y cómo me iba a sentir yo con la idea. Toda negociación lleva sus tiempos».
¿En qué cosas lograste imponer tus términos en ese proceso?
En el dinero y en que vaya grabado. Quizá los viernes pueda salir en vivo, pero los demás días tengo que estar sí o sí a las 10 de la noche en casa. No puedo jugarme a llegar reventado todos los días a la 1 de la mañana y despertarme a las 5 para hacer mi programa de radio [El show de la noticia, por La 100]. La masacre, no.
¿Seguirás haciendo además tu show de stand up, Me quiero portar bien?
Sí, lo sábados. Eso es intocable. Lo que pasa es que no puedo vivir de eso, pero yo primero tengo mi stand up, después viene la radio y después la tele. Siempre fue así. En la radio hace diez años que estoy y es la base de mi economía familiar, el teatro es lo que siempre quise hacer, y la tele, el lugar donde trabajo a destajo. Ahí soy una presencia más en la máquina. Si una mañana me dicen: «Che, Guido Kaczka se accidentó, hay que reemplazarlo», ahí nomás aparezco yo jugando a la botellita y a todas esas cosas. Soy un conductor en la máquina. Cada tanto, hago lo que se me antoja, como en Que parezca un accidente [TN], Duro de acostar [Telefé] o en buena parte de Indomables/ Duro de Domar [América y El Trece].
¿En qué categoría entra CQC?
CQC es el programa perfecto, tiene una mezcla ideal entre Pergolini, Pettinato, Saturday Night Live, Conan O’Brien y la Rolling Stone. Si John Belushi viviera, ¿a dónde iría? A CQC.
Hablando de Pergolini, ¿seguís planeando hacer un programa con él?
Ya se lo propuse varias veces y su última respuesta fue: «Tal vez lo hagamos en el geriátrico». Evidentemente, no quiere volver a la televisión. No tiene ganas. Hace poquito hablamos y me deseó suerte. Mirá, para mí, CQC es Pergolini. Entiendo que haya habido otros conductores, pero la verdad es que yo no vi toda esa etapa. Es su programa, se fue Pergolini, y ahora me toca conducirlo a mí. Era natural que así fuera.
En su momento, él contó que sugirió tu nombre…
Sí, pero no sé por qué el señorrr [señalando a Cune Molinaro, histórico productor ejecutivo del ciclo] eligió a Ernestina. Habíamos tenido varias reuniones y de repente… ¡apareció ella!
Como a Ernestina en aquel debut, muchos te verán mañana con el morbo de «a ver cómo lo hace».
El otro día le decía a Karina [El Azem]: «¿Viste que me salió una especie de urticaria debajo del ojo? Para mí, es porque me van a ver 2 millones de personas.» No sé qué lectura hará el público o los medios, pero yo de verdad siento que no hay muchas diferencias entre lo que es CQC y lo que soy yo. Se trata de un programa con contenido y humor, que, por primera vez, será conducido por un humorista. Eso soy yo, un humorista con contenido, que no sea tan famoso como Tinelli, no debería quitarme méritos [sonríe].
¿Cómo creés que te adaptarás a la conducción de a tres?
A mí siempre me gusta trabajar en equipo, creo que soy, y esto dicho por gente que trabajó conmigo, una persona en exceso bondadosa para lo que es la televisión de hoy. Así como en su momento le puse onda a Amalia Granata y la transformé en mi esposa televisiva, siempre me gusta que el que está al lado mío, crezca, ya sea Nacho Goano o Gillespie… Trato de convertirlos en personajes, como a [Guillermo] Poggi [NDR: conductor de TN y su compañero en la radio], que lo convertí en el «Osito Poggi» y ahora somos como una pareja. ¡Y la gente le escribe mails al «Osito Poggi»! Soy así, no me interesa brillar solo. Ya tengo demasiado brillo para lo que quería en mi vida, ya estoy hecho, ya soy Pettinato, ¡ahora sólo quiero dinero! En serio lo digo, ¿viste que hay gente que se muere por brillar? Susana, por ejemplo, tiene millones y millones, y lo único que dice siempre es: «Tengo ganas de volver» ¿Por qué? ¡No me entra en la cabeza! Salvo que haya un gran vacío en su vida, y se diga a sí misma: o tiro ceniceros contra amantes o vuelvo una vez más a la televisión.
¿Creés que en esta nueva etapa el programa recuperará su esencia política?
De nuevo, no sé muy bien que pasó desde que se fue Pergolini, sólo te puedo decir lo que yo quiero y es mantener ese espíritu que tenía con él, el de un programa que le rompía las pelotas a todo el mundo y a la vez provocaba que todos quisieran estar. Siempre fue una mosca molesta, y eso seré yo, amén de lo que haga la producción. Yo ya tengo una mirada propia de la actualidad, no necesito informes para volcar mi opinión. Hace poquito me preguntaron: «¿Lanata hará las investigaciones y ustedes los chistes?». Yo creo que no tenemos nada que ver con todo eso, ni con Lanata ni con nadie. Es un programa de humor.
De humor político.
Sí, claro, pero no por eso sólo se tratará de perseguir a la Presidenta para preguntarle: «¿Va a haber reelección?, ¿se quedará cuatro años más?» A ver, estamos hablando de gente que tiene ¡bóvedas en las casas! ¡Hello! Si Cristina te toca con el dedo índice, te puede convertir en un hámster. En mi opinión, ya no tiene mucho sentido la frontalidad, me parece que se pueden generar cosas más interesantes desde otro lado. Ya me preguntaron si le vamos a pegar más al Gobierno o a la oposición, pero creo que eso también parte de una visión equivocada. No se trata de una guerra medieval donde todos estamos alineados en un páramo como soldaditos; de un lado, el ejército de Magnetto, y del otro, las filas del Gobierno. Yo voy a hacer lo mismo que hago en mis programas y columnas: humor, no agresivo, pero sí corrosivo.
¿No creés que puede ser un momento complejo también para eso? Pienso en el caso Francella.
Es que para eso estará en todo caso el gran equipo de abogados de CQC, nosotros no tenemos que estar pensando en tal o cual grupito de fanáticos o en las tres viejas que se sientan a ver televisión después del tupper party… Yo creo que conmigo CQC tendrá la furia original. No es que tampoco vamos a ser unos tirapetardos que nos van a cagar a trompadas los de La Cámpora, y cuando nos demos vuelta, nos pegará el sector de De Narváez o Macri. No, la clave pasa por reírse de todos y que, a la vez, todos te sigan queriendo. Creo que justamente ése ha sido mi arte desde que entré a la tele.
Por Francisco Ganduglia | Para LA NACION
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